||Quarantatré||

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|43|Querer

Luca le hacía cosquillas en la barriguita de su bebé, a lo que Mina reía emocionada mientras agitaba sus llaves de juguete. Papá e hija estaban sentados afuera de una de las cafeterías del centro de la ciudad, acompañado de sus dos amigos; quienes dialogaban sobre qué tipo de adornos tendrían las mesas después de la ceremonia. Ya faltaba poco para que el año terminase y un mes para que los nervios de su boda comenzasen.

Luca sonreía al ver los catálogos con postits de colores morados y lilas que son las cosas que Alberto junto con sus respetivos padrinos eligieron para considerar. Entre más y más elegían mas ansioso lo ponían en especial lo que había hecho con su traje.

–No puedo creer que el desgraciado terminase el año con anillo al dedo y dos hijos –exclamó con burla Hamada.

Russell rodeó la mirada antes de volver su vista al catálogo donde venían los adornos de jardín. Por otro lado Luca esbozó una pequeña risa en lo que sentaba a la bebé en su regazo.

–Déjame, soy feliz.

–De eso no lo dudo –dijo con una sonrisa burlona antes de tomar uno de sus ositos de goma y lo metía a su boca.

–De todos estos años que he trabajado para usted nunca lo he visto sonreír tanto –confesó con una pequeña sonrisa el otro mientras lo miraba de reojo.

Un leve sonrojo apareció en las mejillas de Paguro; también lo había notado. No importaba todos los desacuerdos y discusiones que tenía con Alberto, ambos estaban resolviendo sus problemas y teniendo una vida al fin tranquila. Sacando a cada uno de los demonios del otro.

–Ambos estamos mejorando, hasta nuestro psicólogo nos lo ha dicho. La única manera que yo podía ser feliz era enfrentando mi pasado e inseguridades –musitó con una pequeña sonrisa y con su mirada agachada hacia su hija; quien lo miraba con esos bellos ojos que poseía al mismo tiempo que babeaba su juguete–. Alberto es el único que me dice todas mis verdades y aun así sigue comprometido conmigo.

Acaricio su regordeta mejilla.

–¿Cuándo le dirán a los de la oficina su relación? –cuestionó apoyándose en la mesa.

Luca suspiró.

–Créeme que ha sido un milagro que Miguel no ha dicho nada. No sé, nos gusta más ver que todos crean que no nos soportamos. Tarde o temprano notaran nuestra relación; Alberto y yo somos profesionales, cada quien está en su propia área todo el tiempo.

–¿Su relación no está contra las reglas del trabajo? –cuestionó Russell.

Negó suavemente.

–No hay reglas que impida una relación entre compañeros, más que nada porque mi mamá se enamoró del hombre de limpieza –respondió con simpleza en lo que se encogía de hombros–. Solo que no haya escándalos en la editorial que afecte el ambiente y eficiencia del personal.

–Además que él es el futuro dueño de la empresa, dudo que alguien le diga algo.

Paguro asintió tranquilo dándole la razón. No obstante su conversación fue interrumpida al escuchar la campana de la puerta del local a sus espaldas. Un tímido Mariano se acercó a ellos apretando nerviosamente las cartas del menú en sus manos; mostrando que aún le costaba hablarle a la gente. Los tres hombres se calmaron antes de provocarle un ataque al pecoso. Luca le sonrió de manera fraternal y él correspondió con una sonrisa nerviosa.

–Perdón por tardar en traerles el menú –se disculpó evitando todo contacto visual.

–Tranquilo, Marianito, solo no lo vuelvas a repetir, haces un gran esfuerzo –comentó Hamada con una sonrisa relajada, siendo apoyado por los otros dos que le mostraron un pulgar levantado.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora