||Quaranta||

192 32 18
                                    

|40|Merecer

Portorosso, Italia, noviembre del 2018

Luca se mordía el labio inferior mientras su mano temblaba. Alberto evitaba que se rascara su muñeca. Aunque ambos no se miraban, interactuaban o hablasen; Scorfano cuidaba de Paguro, tomando su mano sin utilizar la fuerza u obligarlo. Acariciando con pesar su nudillo utilizando su pulgar. Guardando una distancia entre ambos para evitar que se hiciera daño a sí mismo. Esas pequeñas acciones eran monitoreadas por la mirada neutra la mujer de color sentada en frente de ellos. Analizando cada comportamiento y palabras de la pareja.

Llevaban más de quince minutos sin hablar; Alberto soltó todo lo que había sentido al descubrir que el menor huyo a España. Llamándolo egoísta en su propia cara. Molesto, estresado, inquieto y sobre todo cansado Luca –con el permiso de la terapeuta– encendió el cigarrillo que sostenía en sus labios.

–Está claro que ustedes ya no están en ese momento en que llaman "luna de miel" –había dejado su tabla de apuntes en su regazo para hacer comillas con sus dedos"–. Esta es la fase más complicada de su relación. Cuando el golpe de realidad los atormenta –miro ambos con seriedad–. Ya no pueden resolver las cosas teniendo relaciones sexuales, ambos tienen rencores hacia el otro. Que si no lo resuelven causara más problemas en su relación y su futuro. Ya escuchamos lo que Alberto piensa de ti, Luca, pero ¿cómo definirías a Alberto? –preguntó ella de manera calmada y profesional.

El mayor lo miro de reojo, a lo que el menor solo soltó su muñeca de su agarre para darle una calada a su cigarrillo y expulsar el humo sobre sus zapatos.

–Él es como un jodido cigarrillo que tarde o temprano va a matarme...

{...}

Portorosso, Italia, diciembre del 2018

Observó en silencio como el menor salía de la casa colocándose un enorme abrigo café oscuro ante la helada noche de luna llena. Él no lo miraba solo cerraba despacio la puerta –como si intentara hacer tiempo para no encararlo–, Alberto se mostraba inquieto, antes de llegar había tenido una larga y pesada conversación con los demás. De que debería hablar con él y que no debería hacer para molestarlo. Respiró hondo y se acercó a él, pero antes de que saliera algo de su boca; Luca levanto su mano para callarlo. No tuvo de otra que parar sus pasos y mirarlo con miedo.

No lo mirada, su semblante molesto apenas podía apreciarse con la luz blanca de la luna junto con los faroles del jardín.

–Aún estoy demasiado molesto, así que, per favore, déjame hablar primero –murmuró para después exhalar y mirarlo con pesar.

Asintió, aceptándolo, pero antes de que Luca hablara, susurró inquieto:

–Te dejare que hables todo lo que quieras y te escuchare sin queja alguna, pero podríamos caminar, no me siento cómodo hablar de nuestros problemas aquí.

No obtuvo una respuesta, Paguro solo metió sus manos de los bolsillos de su abrigo y comenzó a caminar por el pequeño sendero al lado de la casa de su abuela. Alberto no dudo en seguirlo en completo silencio, mirando sus manos ocultas con ganas de tenerlas y entrelazar sus dedos con los de él. Cada vez que Luca se alejaba era como volver a sentir aquel vacío que tenían.

Scorfano abrió la pequeña reja de la casa, dejando pasar primero a Luca. La casa estaba ubicada a las afueras de la ciudad, había mas campos a su alrededor que gente o casas cercanas. Era la casa de la infancia de su amado, aquella casa que conocía de memoria por todas las veces que lo visitaba para recogerlo o pasar el rato con él jugando videojuegos como también para besarse y hacer el amor. Ahora que lo miraba caminando a su lado sin un rumbo fijo y con la mirada enfocada en las escasa hojas de los arboles iluminadas por los postes de luz que iluminaban su camino; de todas las veces que fue a visitarlo, siempre estaba solo o había uno que otro trabajador que cuidaba de la casa. Aunque normalmente en las noches era donde más pudo apreciar esa soledad.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora