//Quarante-neuf//

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|49|La misma sangre

No lograba dormir, por más que lo intentase las pesadillas volvían, pero esta vez. Luca no era su protagonista, si no...

Abrió de repente sus ojos, sobresaltándose de la cama en una gran bocanada de aire, sintiendo como su cuerpo sudaba y sus manos volvían a temblar. De nuevo lloraba. Cerró con fuerza sus ojos y comenzó a practicar sus ejercicios de respiración, intentando regular los fuertes latidos de su corazón. Volteando a su costado para encontrarse con su familia completamente dormida y con Luca al otro extremo de la cama con una sonrisa tan hermosa y pacifica con su cabello adornado de varios pétalos de la corona de hortensias que le hizo. No solo él tenía pétalos y pequeñas hortensias en sus rulos, Leo y Mina también las poseían. Sus hijos se habían quedado esa noche con ellos una vez que su papi terminara abrazando y llorando con su bisabuela y su tío-abuelo. Sacando todo lo que tenían guardado.

Acaricio el cabello de Leo, él ni se inmuto, aunque no mostro ninguna sorpresa, Leonardo tenía un serio problema de sueño pesado. Por otro lado Luca mantenía a Mina protegida escondida en su pecho de forma protectora. Sin duda era la familia que siempre deseo. Mariano tenía razón que tenía un gran hombre como pareja y dos maravillosos hijos que no cambiaría por nada en el mundo.

Levantó su mirada hacia el balcón cuyas puertas estaban abiertas y provocaban que las cortinas blancas se moviesen con suavidad. Tomó unos segundos para pensar las cosas y mentalizar su mente. Miro la mesita de noche de su lado donde posaba su billetera, su mechero, cajilla de cigarrillos marca Andersen y su teléfono. Se mordió con algo de fuerza el interior de su mejilla ante la estupidez que haría. Observo de nuevo a Luca durmiendo antes de retirar las sabanas y levantarse sin hacer muchos movimientos que puedan despertar a Mina y a Luca. Tomó su teléfono junto con su mechero y un cigarrillo que termino sosteniendo con sus labios en lo que se dirigía a su maletín posado en uno de los muebles de la recamara.

De unos de los bolsillos delanteros saco aquella tarjeta de presentación, con la poca luz de la luna escabulléndose por el balcón y la ventana de a lado pudo apreciarla mejor. Era de un café-restaurante en Torretta. Su expresión se quedó en completa seriedad al ver el nombre del local: Scorfano. Al parecer ella aún conservaba su apellido de casada –al menos de su primer matrimonio– y explicaba mejor porque Mariano al igual que él tenía el mismo apellido. Exhaló dirigiéndose al balcón en lo que encendía su cigarrillo y luego se disponía a marcar el número escrito en el reverso.

El primer y segundo tonos sonaron, se sentía nervioso y en los movimientos de sus manos se le notaba. No había vuelto a hablar con ella desde aquella noche y Mariano se rehusó hablar con ella por el momento.

–Contesta, contesta –susurraba al escuchar el tercer tono al mismo tiempo que zapateaba su pie descalzo contra el suelo.

Los fríos vientos de invierno movían su cabello junto con el hilo del humo de su cigarro. El cuarto tono sonó y antes del cinco escucho aquel tono francés y soñoliento al otro lado de la línea.

Allô?

–Salut, maman, c'est moi –murmuró en francés. Hace más de una década y media había dejado de hablar el idioma, ya ni siquiera recordaba que nació en Francia, se consideraba más como un auténtico italiano.

Hubo unos segundos de silencio, creyó que ella colgaría la llamada, pero grata fue su sorpresa al escuchar un suave suspiro.

–¿Qué quieres?

–¿Sigues en Portorosso?

–¿Acaso importa? –cuestionó cortante y malhumorada.

–A mí me importa.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora