||Dodici||

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|12|Una noche con vino

–Ahora sí, Paguro, habla –exclamó amenazante Hamada desde la cama matrimonial.

Se escuchó el suspiro irritado del menor desde el baño de la habitación. Hiro rio con burla mientras servía dos copas de vino tinto. Dejó la botella sobre la mesita de noche y le extendió una de las copas al pelinegro sentado a su lado. Algo incómodo por la situación –no estaba acostumbrado a las noches de vino y quejas de Paguro y Hamada– Russell miro el líquido oscuro de la copa antes de darle un pequeño trago en lo que el abogado ya llevaba media copa vacía.

Luca salió del baño mientras terminaba de peinar sus rizos húmedos con sus dedos. Molesto miro a su abogado; quien sonreía fanfarronamente detrás de su copa.

–No sé porque estás aquí –fastidiado pellizco su cien–, sabiendo que tendré que irme en dentro de un rato con mi familia.

–Oh, vamos, ¿crees que iba aguantar saber la verdad detrás de ese sexy pecoso de cabello largo con quien trabajas?

–Miguel te pegó lo chismoso.

–Más de diez años casados y con dos hijos de siete años, ¿Crees que no se me iba a pegar algo de él? –dijo con orgullo levantando su mano donde había dos anillos de oro en su dedo anular mientras con la otra bebía de su copa.

Él rodeo la mirada en lo que se acercaba a la mesa de noche, tomar la botella de vino y beber directamente de ella.

–¿Pecoso de cabello largo? –repitió pensativo Fredricksen al sentir que aquella descripción le sonaba tan familiar; no fue hasta que se dio cuenta y abrió sus ojos enchinados– ¡¿Usted gusta del señor Scorfano?! Creí que se odiaban.

Paguro bajo la botella avergonzado, desviando su mirada a cualquier punto muerto de la habitación mientras Hamada lo miro aún más interesado en el tema.

–No parecían odiarse cuando se fueron juntos –insinuó el otro.

–Nunca dije que odiaba a Scorfano –aclaró incomodo en lo que sacaba de su armario un chaleco gris–. Solo nuestras interacciones son incomodas.

–Te has dado cuenta que no ha negado que le gusta ese tal Scorfano –le susurró Hiro a Russell; quien incomodo solo bebió de su copa mientras desviaba la mirada para no afirmarlo. A pesar que era amigo cercano de Paguro, eso no quita el hecho que hablaba que su jefe le gusta uno de los jefes de departamento.

–Ya dejando mi vida romántica a un lado, ¿no tienes familia a que acudir? –le reclamó molesto mientras dejaba la botella de licor sobre uno de los muebles para poder vestir su chaleco.

–Miguel y los gemelos están ocupados con los disfraces de este Halloween, ¿Puedes creer que los niños quieren vestirse como vagabundos por un jodido episodio de una de las series mexicanas de su padre?

–¿Te sorprende? –lo miró con la ceja arqueada– Los dos tienen la sangre latina de Miguel.

–Aun no entiendo porque eligieron al señor Rivera como el donante de esperma...él es...

–¿Un intenso, demasiado alegre, imperativo, sociable intenso, extrovertido en toda la palabra y un demente? –completó sin vergüenza alguna Paguro sin mirarlos en lo que terminaba con los últimos botones–. Recuérdame, ¿por qué te casaste con él?

–Me hace reír y es buen bailarín al igual que cantante...además que me acosó por durante toda la preparatoria hasta que acepte salir con él –respondió con simpleza alzando sus hombros–. Y sobre lo otro decidimos que el fuera el donante porque prefería un hijo alegre y lleno de vida de lugar de amargado y serio, no aguantaría a un mini yo jodiendome siempre, por no decir que Miguel no está para nada mal de apariencia.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora