||Cinquantacinque||

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|55|No por compromiso: Un gran día (parte 1)

Acurrucándose entre las sabanas que enredaban sus piernas, poco a poco Paguro iba despertándose al mismo tiempo que con una bella y cómoda sonrisa se abrazaba más y más al torso desnudo de su amado prometido. Sin duda parecía a una adolescente enamoradísima. Olfateando aquel aroma corporal tan masculino que él siembre traía. Lentamente abrió su mirada sintiéndose como él hombre más feliz del mundo al tener a Alberto Scorfano para él solo. Aun profundamente dormido Alberto lo abrazaba de una manera posesiva por su cintura, como si se asegurara de que no se escaparía a horas antes de su boda. Sabía que era de mala suerte dormir juntos una noche antes de la ceremonia, su abuela se lo advirtió, pero ellos realmente querían estar juntos conviviendo con sus dos hijos y si eran justos Alberto no se quedaba todas las noches en su casa. Aun iban a su ritmo y se sentían cómodos teniendo cada uno su propio espacio por el momento.

Con su mejilla pegada en el pectoral de su hombre, deleitándose ante los suaves latidos de su corazón. Aún era demasiado temprano, que aún era oscuro fuera de la casa, ni siquiera los colores templados han aparecido entre las calles y el puerto de la ciudad. Su mirada tranquila se enfocó en el monitor de bebé de la mesita de noche, sonriendo felizmente al ver a Leo durmiendo en la cuna de Mina –que era lo suficientemente grande para los dos, incluso él había dormido en la cuna con su bebé–; normalmente hacia eso cuando tenía una pesadilla e intentaba proteger a su hermanita de ellas. Por otro lado la bebé dormía desparramada a su lado pateándolo cada cierto tiempo mientras a un costado de la cuna se podía ver a Giuseppe protegiéndolos. Jamás llego a imaginarse a su perro encariñándose tanto con los niños, llegando al punto que se reusaba a dormir a otro lado que no sea la habitación de Leo y Mina.

En su pecho surgió un cálido sentimiento al ver la familia que siempre soñó tener tras la muerte de sus padres. Un hombre maravilloso, dos hermosos hijos y un perro fiel.

Sin despegarse de su pecho, levanto su mirada hacia el no tan encantador rostro de su hombre. Rio en silencio al ver tan profundamente dormido, que le hacía gracia que él se quejara de que Leo parecía un cadáver cuando dormía; cosa que él también lograba verse así. Aun así, a pesar de eso nunca negaría que Scorfano era un hombre muy atractivo sin importar la situación, desde su cuerpo bien cuidado por las horas de ejercicio y la dieta que tenía, hasta todos los percings y tatuajes de su cuerpo que lo hacía verse como un hombre aún más rudo como también sensual –aunque de maleante no tiene nada–. Sin duda alguna él era el hombre de sus sueños e incluso su barba de perilla le gustaba tanto. Con suma delicadeza acaricio su mejilla sintiendo lo áspera que era ante las afeitadas. No podía creer que al fin cumpliría ese tonto sueño que tenía en la universidad de casarse con el joven que acosaba en cada escusa que se le ocurría para ir a "ver a Miguel" en la facultad de bellas artes.

Lentamente se acomodó sobre su pecho para comenzar a repartir pequeños besos por toda la cara de su amado, desde su mentón, mejillas hasta su frente y nariz, para finalmente terminar con un largo y apasionado beso en sus labios mientras sostenía sus mejillas. Movía sus labios con los de él, sonriendo internamente al sentir como lenta y perezosamente era correspondido al mismo tiempo que las manos de Alberto comenzaba acercarlo mucho más a su cuerpo, dando caricias gustosas en sus piernas hasta su trasero que sin descaro alguno comenzó a toquetearlo a apretarlo entre sus grandes manos sobre la tela de su bóxer. Luca gimió en medio del beso y Alberto no desaprovecho la oportunidad para introducir su lengua en la boca ajena, siendo recibido con gusto. Leves mordidas juguetonas en los labios ajenos se mezclaban mientras ambos cuerpos se restregaban mutuamente bajo las sabanas de su cama que solo la falta de aire fue la causante de separos de aquel caliente momento. Siendo aún unidos por un delgado y delicado hilo de saliva. Ambos sonrojados a más no poder, se sonrieron de manera tonta y coqueta. Con sus cuerpos aún muy pegados.

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