||Venticinque||

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|25|El pequeño Leonardo Biancani

Alberto frunció el ceño al momento de escuchar el gruñido furioso del menor al momento en que le abrió la puerta. Se adentró a la residencia con la bebé en brazos. Solo observaba como su prometido se abotonaba su chaleco negro mientras murmuraba maldiciones, sus ojos estaban marcados por las ojeras de sus desvelos; que si no fuera porque Alberto vigilaba su dieta y medicación ya se hubiera desmayado de nuevo.

–Lu, tranquilo, solo es un citatorio. No nos tomara más de una hora –intentó calmarlo, pero recibió una mirada fulminante por parte de él.

Alberto tragó saliva el menor a veces le daba miedo –ahora entendía porque muchos le temían en el trabajo–. No fue hasta que Mina soltó un gritillo emocionada y comenzó a saltar mientras estiraba sus bracitos regordetes hacia su papá. Luca al verla respiró hondo y la cargó entre sus brazos para besar la pecosa mejilla de su hija, ganándose otro gritillo emocionado que lo hizo sonreirá y calmar.

–Sabes bien que no es el citatorio lo que me molesta –recalcó con seriedad–. Tengo cuatro reuniones programadas para este día y la más importante con los inversionistas japoneses está empezando ahora. No entiendo, ¿Por qué nos mandan a llamar justo hoy? ¿Y qué diablos hizo Leo para que nos solicitaran?

–¿No le has preguntado?

–No he podido, llegue demasiado tarde ayer, así que me puse a ver una película con él y lo lleve a la cama. No estaba de humor para afrontarlo –pellizco la fuente de su nariz fastidiado mientras que Mina quería tomar la mano de su papá para jugar–, pero si lo note distante. No quiero hablar con él hasta que sepa la razón de todo esto –explicó más calmado mientras sentía como su hija jugaba con sus dedos. Luca evitaba a toda costa que la bebé los metiera en su boquita.

–También lo pensé, temó que sea algo grave, ¿crees que sufra de acoso por sus compañeros?

–No lo sé –musitó algo preocupado.

–¿Dónde está?

–En el comedor jugando con sus peluches –respondió cansado mientras besaba múltiples veces la mejilla de su hija en lo que la bebé quería agarrar su cabello.

Alberto asintió y antes de ir a hablar con Leonardo se acercó al papá de sus hijos para darle un corto beso en los labios de buenos días. Luca sonrió al separarse, como si hubiera olvidado de todos sus pesares un momento, pero se arruinó cuando Alberto volvió a hablar.

–Solo iremos rápido y volveremos a la editorial, no es el fin del mundo.

–Lo dices como si no tomaras más de cuatro horas extras para cubrir esto –le dijo en un tono irritado y molesto haciendo resaltar la vena de su frente.

–Oye, mi trabajo también es pesado e importante.

–Claro que lo es, amore, no lo niego, pero el mío lo es más, por algo soy tu jefe y que le da luz verde a tus proyectos –exhaló y se puso de puntillas para besar su mejilla–. Enserio estoy estresado, pero amo más a nuestro hijo, así que quiero acabar con esto de una vez. Iré por la pañalera de Mina y nos vamos.

Alberto solo se quedó viendo como subía las escaleras al mismo tiempo que mordía el interior de su mejilla. Fue un golpe duro para su ego, pero por desgracia tenía razón; Luca estaba en un puesto demasiado elevado que el suyo, prácticamente siendo la cabeza de la compañía. Dejó salir un pesado suspiro y solo se dispuso a ir a donde estaba su hijo mayor.

Las cosas habían mejorado aquellas tres semanas donde se desahogaron, noviembre pasaba con toda tranquilidad y calma. Siguiendo la misma rutina establecida. Cada uno vivía en su propio hogar –siendo que ambos no estaban preparados aun para vivir juntos– y aunque la salud mental de su relación iba lentamente mejorando, teniendo buena comunicación entre ambos, no han avanzado a nivel físico, siendo solo besos y una que otra caricia subida de tono. Algo que si llegaba inquietar a Scorfano, porque sabía que su prometido si se había acostado más de una vez con Madrigal –llegando incluso a sospechar que lo hicieron en la oficina del menor– todo en menos de una semana.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora