||Venti||

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|20|Nuestro futuro

Lenta y pesadamente comenzó abrir su mirada, sintiendo una gran pesadez en todo su cuerpo. Parpadeo un par de veces mientras intentaba acostumbrar su mirada a la oscuridad de aquella habitación. Sentía unas fuertes nauseas que le impedían levantarse del todo. Hacía mucho frio y no tenía ni idea de lo que ocurría; aunque si podía imaginarse el causante de aquel estado tan deplorable.

Levanto sus manos para tallar su rostro, pero rápidamente se dio cuenta que estaba conectado a varios aparatos y al suero. "Mierda", expresó en su mente al darse al ver que estaba de nuevo en un hospital. Observo sus muñecas donde resaltaba la aguja en su vena. Con la poca luz de la luna notaba su piel más pálida de lo normal.

–Volvió a suceder...–musitó para sí mismo con pesar. Admirando sus manos con asco.

Como pudo –ante tanta pesadez que sentía en todo su cuerpo– tomó asiento en medio de la camilla y ver mejor su alrededor. Giro su mirada a las maquinas que median su pulso, haciendo resaltar en una de ellas la hora: 3:45 de la mañana. Pellizcó la fuente de su nariz al sentir como un idiota al no cuidarse.

Rápidamente su atención se dirigió a una notebook posada en el pequeño sillón de la habitación, estaba encendida y a su alrededor estaba rodeado de papeles y archivos. Alguien estaba con él. El simple hecho que su tío era dueño de una gran variedad de hospitales –otra de las razones de porque su familia era tan respetada–, respondía por qué alguien lo acompañaba a esas horas cuando las visitas no eran permitidas, pero ¿Quién...

Sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar la puerta abrirse suavemente, volteó rápidamente su mirada –lo que ocasiono que los mareos lo atacaran de nuevo–, pero no le importo al momento que se encontró al instante con aquella mirada verdosa que resaltaba entre toda la oscuridad de aquella blanca habitación. Alberto lo miraba con incredulidad, sosteniendo en una de sus manos un envase de café que por suerte no dejo caer.

–Despertaste...–murmulló como si estuviera viendo a un mismo fantasma.

Luca lo ignoró y solo mostro un semblante preocupado al ver aquel par de ojeras bien marcadas bajo los ojos de su prometido, no solo eso también se mostró sorprendido al notar que su melena había sido cortada, dejándole el cabello corto que mostraba los pendientes de sus orejas. Desvió la mirada intentando recordar lo que había pasado, pero nada. Su mente estaba en blanco y sabía que si lo pensara demasiado le comenzaría a doler de nuevo. Alberto aprovecho para cerrar la puerta y dirigirse a su maletín, que posaba junto a su notebook. Luca ni se inmutaba, solo intento calmarse. Era una jodida mierda. Ya decía que su vida estaba yendo demasiado bien como para que algo así no sucediera.

Antes de que comenzara a atormentarse el mismo, su mente de nuevo fue interrumpida al ver como una mesita se apoyaba en sus piernas, levanto su mirada y un calmado Alberto sacaba de su maletín un par de toppers uno lleno de almendras y el otro de avena. También saco una barra de chocolate y un envase de yogur de cereza. Miro cada una de las cosas con asombro; era lo que necesitaba.

–Volvió a pasar, ¿verdad? –preguntó en un susurro para después levantar su mirada hacia él.

Él asintió calmado en lo que tomaba asiento a su lado.

–¿Cómo te sientes? –su voz sonaba tranquila como preocupada.

–Tengo náuseas y fatiga –respondió en lo que tomaba un puño de almendras–, ¿me desmaye?

–El doctor dijo que estabas muy grave y tu cuerpo colapso –le explicó suavemente mientras abría el envase de yogur y le echó una gran cantidad de avena. Del mismo maletín saco una cuchara envuelta en un pañuelo limpio con la que revolvió el yogur–, pero puede controlarse de nuevo con los suplementos y una dieta alta en hierro. Creí que ya te habías librado de la anemia.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora