||Quarantadue||

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|42|Dulces y horribles sueños

La risa animada de Leonardo junto los ladridos emocionados de Giuseppe, inundaban toda la casa. Alberto le hacía mimos en la pancita de su primogénito mientras que el mastín brincaba con alegría. Recién bañado y con su pijama de temática de vaqueros, Biancani se retorcía entre risas y quejas alegres entre los brazos de su padre; quien lo llevaba directamente hacia aquella habitación con estrellas doradas pegadas sobre la madera blanca de la puerta.

Al adentrarse se encontraron con espectáculo de estrellas fosforescentes pegadas en el techo de la habitación. La luz de la lámpara infantil de la mesa de noche junto con la lucecita en forma de cohete era lo único que iluminaba el cuerpo tranquilo de Paguro. Luca tenía su mirada enfocada en su bebé acunada en sus brazos mientras se mecía suavemente en la mecedora. Su sonrisa pacifica no tenía comparación, alimentaba a Mina; portando su pelele rosa con dibujitos de gatitos, ella no dejaba de verlo con sus enormes ojos rosados que comenzaban a cansarse. Luca con delicadeza movía sus cabellos castaños-rubios húmedos –tras su baño– de su frente al mismo tiempo que le tarareaba una canción de cuna.

Alberto miraba la escena con una sonrisa tonta, verlo con Mina, con la princesita que siempre habían soñado años atrás. Ese ambiente tan familiar que siempre quiso de niño; hacía que su depresión se apaciguara. Luca retiro la mamila de los labios de la bebé, colocándola sobre el cambiador de su lado para luego sonreírles a su prometido e hijo.

–¿Listo para dormir, burbujita? –dijo cariñosamente.

–Nooo –musitó soñoliento mientras se tallaba su ojito con su puño y dejaba caer en el pecho de su papá.

Un enorme bostezo salió de los pequeños y delgados labios del pecoso menor, aferrándose más a Alberto. Él le sonrió acariciando su cabello húmedo con cariño.

–Tienes que irte a dormir, campeón, sabes que Kari te llevara al parque si eres obediente –murmuró Alberto con una sonrisa.

–Pero tú te vas mañana.

Soñoliento comenzó a cabecear tratando de no dormirse, pero le era inútil ante toda la energía gastada en los juegos con su papá.

–Leo, papá tiene que ir a ver a tus abuelos; tiene que arreglar la casa para que tú y Mina vayan en año nuevo –justificó Paguro en lo que terminaba de sacarle los eructos de la bebé; quien también comenzaba a ser víctima del sueño–. Tu abuelo Massimo y tu abuela Lilian están ansiosos de pasar año nuevo contigo.

–Pero ¿por qué tú no iras, papi?

–Porque tu papi tiene que cuidar a tu bisabuela –respondió Scorfano en lo que se agachaba para retirar las sabanas y acostar al niño–. ¿A ti no te gustaría dejar sola a tu nonna o sí? –le preguntó mientras lo arropaba.

El niño apenas negó antes de acurrucarse en su almohada. Giuseppe no tardo en acomodarse al costado de los pies de su pequeño dueño. Luca se levantó de la mecedora para ir a darle su beso de las buenas noches. Leonardo al verlo acercarse, con todos sus esfuerzos se sentó en la cama y alzo sus brazos para que le pasara a su hermanita. Luca no se lo negó y acomodo a la pequeña en el regazo de su hermano mayor; Mina solo "comía" su puño a lo que Leo se acercó a su cabecita para besar sus rizos dorados deseándole casi en un inentendible: "Dulces sueños". Sin duda adoptar a Mina fue la mejor decisión de toda su vida. Leo es un gran hermano y demasiado protector con su hermanita. Él la adoraba y Mina se dejaba querer por él.

Aprovechando que él tenía a la bebé, ambos padres se miraron mutuamente con una sonrisa para luego agacharse y besar cada uno una mejilla pecosa del pequeño, provocando que él se sonrojara inocentemente. Luca volvió a cargar a su bebé para llevarla a su cuna, ya que no tardaba en dormirse también mientras que Alberto le entregaba su peluche de pato Donald. Leonardo lo abrazo contra su pechito. Le tenía demasiado cariño a su peluche; era el último regalo que recibió de su mamá y nunca salía sin él.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora