||Sedici||

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|16|Padrinos de confianza

Las risas infantiles de Leonardo hacían llenar de emoción a Luca. Cargaba entre sus brazos al pequeño, llenando sus regordetas y pecosas mejillas de besos mientras recorrían las calles principales de Portorosso. El viento fresco y la ausencia del sol gracias al grueso manto de nubes oscuras en el cielo, mantenía a ambos abrigos. El heredero de los Paguro se sentía tan completo al tenerlo al fin, que sus mejillas le dolían de tanto sonreír. Pueda que Leo no hablaba más allá de una o dos palabras cada cierto tiempo, pero era un niño extrovertido y demasiado cariñoso.

Alberto se había ido para llevar a consulta a la bebé al igual que comprar todo lo necesario para cuidarla con la promesa de verse mañana para dialogar sus próximos planes –aún no se encontraba del todo convencido ante la idea de que la cuide, pero él tenía razón que no le incumbe, aun sin adoptarla o ser una obligación Scorfano se empeñaba y gastaba lo que sea por buena fe–. Miro con una sonrisa cariñosa a Leo; quien ahora estaba recostado en su pecho susurrando cosas que él no entendía, al parecer le hablaba a su desgastado peluche del pato Donald, movió suavemente sus risos de su frente y deposito un pequeño beso en ella. Aprovecharon la ausencia de Alberto para hacer también sus propias compras, que iban desde ropa de la talla del pequeño, medir su uniforme para el colegio, los útiles escolares –sorprendiéndose por el gran amor que tenía el niño por los artículos del el Sheriff Woody Pride– y artículos de higiene para infantes. Ya no le importaba estar cargando al pequeño junto con todas las compras en su otro hombro, estaba tan contento de soportar el peso solo para seguir abrazándolo.

Llegaron a una rustica y hogareña cafetería con las más hermosas vistas al puerto de Portorosso. Sonrió al ver a su abogado esperándolos con la mirada concentrada en su notebook mientras bebía elegantemente de su taza. Lo había citado para hablar sobre los trámites legales de su compromiso arreglado como también a presumirle a su pequeño.

Buongiorno, signor Rivera –dijo cortésmente aunque trataba de no sonreír al ver el tic de su ojo al ser llamado así. Odiaba que lo llamaran por el apellido de su esposo.

–Buongiorno, signor Paguro –mantuvo la calma y más al ver al pequeño a que cargaba, no quería decir ninguna maldición en frente de su ahora sobrino–. Me imagino que él es el nuevo heredero de su familia.

Una risa sutil apareció en los delgados labios del menor y en lo que dejaba al niño en la silla y las compras a un lado, tomo asiento en frente de su abogado. Hamada cerró su notebook, guardándola en su bolso para después de este sacar un camión de bomberos de juguete, adornado con un hermoso moño azul plateado. La mirada verdosa del infante se abrió con emoción al verlo, haciendo reír al mayor.

–Lo manda tu tío Miguel, él está ansioso de conocerte al igual que tus primos que quieren jugar contigo –le susurró con una sonrisa dulce.

Leo miro a su padre adoptivo pidiéndole permiso para recibirlo. Luca con una sonrisa acaricio su mejilla y le respondió con cariño:

–Tómalo, amore, es tuyo.

Con una gran sonrisa el niño lo toma y lo abraza contra su pecho para después ver a su ahora tío con un semblante entre emoción y pena, que hacía que sus mejillas pecosas se sonrojaran levemente.

Grazie –musitó avergonzado.

Ambos adultos sonrieron con ternura, lo dejaron un momento a un lado jugando con sus juguetes para ponerse serios. Luca llamo al mesero para pedir un café y una rebanada de pastel de tres leches mientras que para Leo pidió solo un vaso de frappe de oreo y galletas glaseadas de figuras temáticas de Halloween.

–¿Qué era eso tan importante que querías hablar conmigo? No creo que solo sea para conocer a tu hijo –comentó con seriedad antes de darle un sorbo a su expreso.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora