||Quindici||

235 45 24
                                        

|15|Lo difícil es lo más tentador

Su expresión mostraba una seriedad y frialdad absoluta al ver las 43 llamadas pérdidas –y ni hablar de los mensajes amenazantes de Giulietta– que iba acumulando por parte de su madre y su hermana desde la noche que habló con su padre. Ya se enteraron y él aún no estaba preparado para afrontarlas. Mordió su labio inferior y cuando estaba a punto de apagar su teléfono sintió como la pequeña mano de Luca se colocaba sobre la suya, sacándolo de su propio tormento.

–Alberto, ¿estás bien? –preguntó en un tono suave y preocupado, haciéndole recordar que ese día tenía que estar para su compañero.

–Estoy algo estresado –dijo con una sonrisa apagada y sin apartar su mano–. Solo son cosas del trabajo, estoy bien –mintió, solo para protegerlo y no altearlo. Su boda falsa era su boleto, pero cuidar la salud mental de su ex novio también era su prioridad.

Vestidos con sus ropas más formales –aunque Luca siempre vestía así desde su juventud, aun cuando va al supermercado–, se encontraban sentados en cada uno de los extremos de los asientos traseros con rumbo al orfanato Sunny Side. Realmente no parecían una pareja, siendo que ambos aun mantenían sus distancias. Estaban muy a su ritmo e incluso yendo más lentos que cuando se conocieron. Aun así Alberto cuidaba a su jefe, siendo él al único que ha visto las tres personalidades de Luca –aunque también desconocía si su psicólogo también las hubiera visto–. Por cómo va acercándose al menor notaba ese patrón de personalidad: la seria, la infantil y la destrozada –cuál era la más complicada de ver, ya que tendría que tener conocimiento de lo sucedido–. Aun sentía que era parte de su culpa por dejarlo solo.

Miro su mano sobre su muñeca, notando de primera que el anillo que le dio no estaba, aun así no le tomo importancia y solo sonrió levemente para después tomarla y darle un leve apretón.

–Olvidémonos de mí –le sonrió con cariño–, ¿Cómo te sientes? Hoy cumplirás tu sueño.

Luca con un leve carmesí adornando sus mejillas, sonrió dulcemente.

–Lo sé, estoy nervioso, la última vez que vine; ya tenía el ojo puesto en un niño, es muy callado, pero sentí que era el indicado al verlo concentrado en su mundo.

Él rio sutilmente para después levantar su mano y depositar un pequeño beso en los nudillos de su mano. Le gustaba verlo mejorar, tras lo dicho por su abuela en la noche de la cena, se puso a investigar como también hablarlo con Moonwind para ayudarlo.

–También serás padre.

–Por más que quisiera sumergirme en esa burbuja, pero no quiero ilusionarte por si no surge algo serio, pero te ayudare con el niño en todo lo que pueda –le sonrió de manera genuina–, seré su padre si el niño lo quiere, sé lo difícil que es acoplarse a una familia, tarde cuatro años en llamar al señor Marcovaldo papá. Así que hay que tener paciencia con el pequeño.

Él asintió compresivo y respiró hondo para calmar sus inquietudes. Alberto lo miraba calmado, notando como la personalidad infantil de Luca era la más serena y realista. Era el mismo Luca que conoció en el mirador y él que más le gustaba de los tres. Entrelazó sus dedos con los de él, provocando un sonrojo en las mejillas de ambos. Luca lo miro asombrado, Alberto no lo miraba solo estaba concentrado en la ventana de su lado. Al principio se desconcertó, ya que el trato era que él lo conquistaría, pero a veces Alberto se le escapaba aquellos detalles que le daban esperanza. Sonrió dulcemente y apretó el agarre un poco antes de enfocar su mirada en su ventana. Sintiéndose completo de cumplir aquel sueño frustrado de ambos. Alberto quería decirle de la bebé del gran deseo que tenía por llamarla su hija, pero prefirió callarse y no agobiar al menor. Solo se dedicó a acariciar con su pulgar la mano ajena.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora