||Cinquantatré||

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|53|El libro del amor

Lo observaba dormir desde hace ya un largo tiempo, se sentía culpable al verlo dormir tan cómoda y pacíficamente sobre su torso desnudo. Abrázalo como si fuera su peluche mientras que sus piernas estaban entrelazadas bajo las sabanas. La luz de la luna escabulléndose por el balcón iluminaba su blanco y pequeño cuerpo, como también hacia resaltar aquel horrible moretón de su mejilla. Ya no estaba tan hinchado como hace unas horas. Aun le costaba procesar todo el desastre que paso durante la cena familiar, no tiene la más mínima idea la razón en las que sus dos mamás comenzaron a discutir a tal punto que se metió su abuela paterna a defender a su madre Lilian mientras que Mariano intento entrar en razón a su mamá Bianca. Le dolía la cabeza con solo recordar como su padre tuvo que ayudar a Giulia con las trillizas al comenzar a llorar con fuerza al primer momento en que un vaso se estrelló contra la pared. Él estaba congelado, intentando procesar que mierda pasaba y sorprendentemente el único tranquilo de su familia era su abuelo; quien ni se inmutó ante la discusión de las damas. Aunque como empezó termino de manera espontánea, con el doloroso y fuerte sonido de un golpe que hizo que todos se quedaran en completo silencio. Bianca había golpeado por error a Luca. Nonna de la manera más calmada y elegante –como siempre– corrió a todos de su casa mientras que el tío de Luca se fue rápidamente por algo frio que pueda bajar la hinchazón del golpe de su sobrino.

Miraba su rostro tan calmado descansar después de una tormentosa noche. Con tanta delicadeza movió sus rulos oscuros de su frente antes de levantar su mirada esmeralda hacia el reloj electrónico sobre la mesita; donde hacia resaltar 4:15 de la madrugada. ¿Enserio llevaba todas esas horas sin dormir? Aunque dentro de su ser lo entendía, la culpa lo consumía por no haber protegido al hombre que oficialmente seria su esposo mañana.

Acerco el cuerpo del menor más a él e intento acariciar su mejilla golpeada, pero rápidamente alejo su mano al notar la mueca de dolor que Luca puso en medio del sueño. Logrando que lenta y pesadamente comenzaba abrir su mirada castaña. Parpadeo un par de segundos antes de mirar al mayor con preocupación y sueño.

–¿Otra pesadilla? –peguntó en un susurró cansado antes de soltar un fuerte bostezo.

–No, simplemente no podía dormir por todo lo ocurrido –respondió en un tono apagado y sin atreverse a verlo a la cara.

Un suspiro suave salió de los delgados labios de Paguro, se separó de él para luego sentarse en el borde de la cama. Alberto se sentó en medio del colchón mirándolo sin entender lo que pretendía hacer. Luca por su lado solo se estiro a encender la lámpara de noche de su lado antes de abrir el cajón y buscar algo entre sus cosas. La mirada esmeralda de Scorfano se abrió con sorpresa al ver como su amado sacaba un pequeño frasco anaranjado y sin decir absolutamente nada se la entrego. Él lo tomó quedándose sin palabras al leer su propio nombre en la etiqueta de antidepresivos.

–Luca, y-o-... –levanto su vista para aclararle, pero fue interrumpido por un corto y suave beso en sus labios.

Luca junto su frente con la de él, con cariño y compresión su mejilla acaricio su mejilla.

–Si crees que te ayudaran ahora, puedo ir por un vaso de agua para ti –musitó dulcemente antes de besar su frente y sonreírle.

–Yo... –no tenía palabras ni manera de decirle lo mal que se sentía al ser descubierto.

–¿Desde cuándo las tomas?

Alberto agachó su mirada y respondió pesadamente:

–Poco después de que rompiéramos –suspiró, apretando en su puño aquel frasco–. Ya no las tomo tanto, pero a veces me ayudan a manejar todo.

No por compromiso ||LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora