CAPÍTULO 1

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Aparto a la gente a empujones sin ser delicado. Personas, mayormente borrachas e incapaces de mantener el equilibrio, tropiezan y caen al suelo. Sus bebidas se desparraman creando una piscina maloliente de alcohol bajo mis pies. Recibo más de un insulto, pero los ignoro. Alzo mi mano derecha hasta mi oreja e informo:

­– Los objetivos están abandonando el local. Asegurad el perímetro. No quiero fugas.

Mi tono es firme y cortante. No puede haber errores. Esta vez no. Ya se nos habían escapado antes y gente había muerto por ello.

Un coro de voces resuena en mi oído. Todas ellas responden con un seco <<recibido>>.

Abandono la discoteca por la salida de emergencias y acabo en un estrecho callejón. Desciendo los cinco escalones metálicos que me separan del asfalto y evalúo el terreno. La única farola que ilumina el callejón parpadea varias veces, luego se apaga y segundos después vuelve a cobrar vida para seguir parpadeando. El patrón se repite una y otra vez. Parpadeo. Oscuridad. Parpadeo. Oscuridad.

Agudizo el oído y escucho como el sonido de los pasos de los objetivos se va desvaneciendo. Se están alejando, por lo que saco rápidamente mi arma de su escondite en la parte posterior de la cinturilla de mis pantalones y apunto hacia delante. Conforme me voy acercando al final del callejón me doy cuenta de que ya no se escuchan otros pasos, solo los míos. Maldigo por dentro.

Mierda, no. No pueden escapar.

De repente, mis pies tropiezan con algo y detengo mi avance. Parpadeo varias veces hasta que finalmente mi cerebro identifica lo que estoy viendo. Es un maldito corazón sobre un enorme charco de sangre. La tensión atraviesa todo mi cuerpo y los pelos de mi nuca se erizan en alerta. Sigo la dirección de la sangre con la mirada y a mi derecha descubro el cuerpo de uno de los dos hombres a los que perseguía en posición sentada en el suelo con su espalda apoyada contra la pared y un enorme agujero en la parte izquierda del pecho. La sangre también mancha la pared como si después de haberle arrancado el corazón hubiesen lanzado el cadáver contra el muro. Afianzo mi agarre sobre el arma y apunto hacia delante. Pronto localizo al otro hombre. Su cuerpo inmóvil yace sobre el asfalto a escasos metros de distancia. La farola elige ese momento para apagarse y después, cuando vuelve a encenderse, bajo su luz parpadeante, veo a una mujer. Su espalda está ligeramente encorvada y entre los dedos de una de sus manos se filtran las gotas de sangre del corazón que sostiene. Uno de sus pies está sobre la espalda del cadáver como si lo estuviese manteniendo fijo en el sitio a pesar de que el agujero en su espalda indica que no volverá a moverse nunca más.

Poco a poco, va adoptando una posición erguida y su cabeza gira para observarme. Nuestros ojos se encuentran y mi dedo roza el gatillo del arma cuando me percato del resplandor amarillento de su mirada.

<<Devoradora>>.

El brillo que emiten sus ojos es inconfundible. Es una Devoradora de almas, un monstruo al igual que lo eran los tipos a los que acaba de matar. Ella me recorre con la mirada. Desde mis botas de combate, pasando por mi indumentaria reforzada hasta lo alto de mi cabeza rapada.

– Cazador – murmura con tono peligroso.

El mundo está lleno de monstruos y entre ellos, los más peligrosos son los Devoradores de almas. Criaturas con apariencia humana que se alimentan de las almas de los humanos. La mayoría de las personas desconocen la existencia de estas criaturas y viven una vida normal ignorando los peligros que acechan en cada esquina. Sin embargo, el gobierno no lo hace. Quizás los cazadores fueran organizaciones clandestinas en el pasado, pero ahora las cosas han cambiado. Mientras que los policías normales se ocupan de los crímenes mundanos, los cazadores (que podrían considerarse una división especializada) se encargan de lo sobrenatural. Trabajamos por el bien de la humanidad y por un sueldo.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora