CAPÍTULO 30

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– Derek, ¿te pillo en mal momento? – pregunta Max asomando su cabeza en el interior de la sala de reuniones.

Alzo la mirada y no puedo evitar sonreír al verla. Ya que ni siquiera se le ven los hombros, parece que su cabeza esté levitando. La imagen resultaba algo cómica.

– Tranquila, solo estaba repasando los perfiles de los nuevos reclutas

Como instructor, me he ocupado del entrenamiento de los novatos durante los últimos cuatro años. No es el trabajo de mis sueños, pero cuando me lo ofrecieron después de los meses que estuve de baja por recibir un disparo en el brazo, decidí probar. ¿Echo de menos la caza? Cada día, pero era incapaz de firmar la maldita solicitud que había sobre el escritorio de mi dormitorio para volver a las misiones de campo. Todas las mañanas pasaba junto al dichoso papel y todas y cada una de ellas lo dejaba para la siguiente.

– Entonces, no te importará echarle un vistazo a uno más – dice ella elevando una de sus dejas y sujetando sospechosamente un montón de papeles contra su pecho.

– ¿De qué hablas? – pregunto extrañado –. Las 25 plazas ya están cubiertas, Max.

Había 25 plazas, sí. Pero por experiencia propia sabía que al menos la mitad de ellos renunciaría antes de finalizar su preparación. Las sesiones de entrenamiento no eran para todo el mundo y, a pesar de haber pasado la prueba escrita, aquellos que tuviesen poca fuerza de voluntad no se convertirían en cazadores.

– Lo sé, pero quiero meter a una novata más – anuncia ella misteriosamente.

Intrigado, me inclino hacia delante apoyando los codos sobre la mesa. La tela de las mangas de mi camiseta se estira por la tensión de mis bíceps.

– Debe haber sacado la máxima puntuación durante la prueba escrita...

– No – me interrumpe ella negando con la cabeza –. Más bien lo contrario. Ha sacado una de las peores notas que he visto.

A continuación, Max lanza el montón de folios sobre la mesa y enseguida me doy cuenta de que se trata de uno de los largos y tediosos exámenes que se les hacen a los candidatos a cazador hoy en día. Ya estaba corregido y los grandes números escritos con rotulador rojo en la parte superior indicaban que la chica en cuestión había acertado apenas un cuarto de las preguntas. Que desastre.

– Estoy confuso – confieso –. ¿Por qué querrías meter a alguien que ni siquiera alcanza la media?

Por lo general, la gente acierta casi el 50% de las preguntas, aunque superar el 75% ya es otra historia. Si me preguntan a mí, el tema de las oposiciones me parecía una idiotez. Lo único que habíamos conseguido al implantarlas era que la mayoría de las nuevas incorporaciones fuesen descendientes de cazadores o auténticos raritos. Nos habíamos vuelto algo elitistas.

– La nota final no es lo que la hace destacar. Lo interesante son sus respuestas a algunas de las preguntas – me aclara ella y alcanza el examen para mostrarme algunos ejemplos –. Aquí, lee esto.

Mis ojos se dirigen allí donde su dedo está apuntando y leo el enunciado de la pregunta en voz alta.

– ¿Qué es lo que provoca que los ojos de un Devorador de almas se iluminen de amarillo? Elige la respuesta correcta – algunas preguntas son bastante sencillas, al menos para un cazador porque una persona normal no debía conocer la respuesta –. A) Ira. B) Hambre. C) A y B son correct...

Mi voz se apaga antes incluso de acabar, pues lo que veo a continuación me deja estupefacto. La opción C ha sido tachada con bolígrafo y en su lugar, a modo de corrección, pone: Ira, hambre y LUJURIA. Esta última en letras mayúsculas. Inmediatamente, la imagen de una Devoradora de almas en concreto aparece en mi mente. Hacía tiempo que no pensaba en ella, pero después de leer algo así supongo que era inevitable. La mayoría de cazadores no conocía esta última, por eso probablemente no se había incluido en el examen. En mi caso, fue ella quien me la mostró. Me enseñó que los ojos de los Devoradores podían iluminarse por algo más que rabia o gula. Aparto su recuerdo con una sacudida de cabeza.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora