CAPÍTULO 46

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Estábamos manteniendo una conversación seria y muy importante cuando Frankie va y se muerde el labio. Entonces, me quedo en blanco. Frankie tiene unos labios carnosos. El superior ligeramente más pequeño que el inferior. También hay una peca diminuta a un lado de su barbilla. 

— ¿Qué ocurre? — pregunta Frankie, confusa, frunciendo el ceño —. Te has quedado callado de repente. ¿En qué piensas?

Trago saliva. Es mejor que Frankie no sepa lo que estoy pensando. Que sueño con ella casi todas las noches. Sueños indecentes en los que cubro su cuerpo con el mío, en los que saboreo sus labios y venero su piel con mis dedos. He intentado pararlos. Forzándome en el gimnasio hasta la extenuación con la esperanza de que el cansancio extremo me hiciera caer en un sueño profundo y formado únicamente por la más intensa negritud, cosa que no he llegado a conseguir. Antes, en el cuarto de baño, Frankie se ha levantado la camiseta dándome una buena visión de su trasero redondeado. Su falta absoluta de pudor me ha sorprendido durante unos breves segundos hasta que mis ojos han sido atraídos por la maravillosa piel tostada de sus nalgas. 

— Derek… estoy empezando a preocuparme. Tienes la cara muy roja. ¿Te encuentras bien?

Frankie parece realmente preocupada mientras que por mi parte creo que me va a estallar el corazón. La situación parece surrealista. Cómo es posible que su sola presencia me afecte tanto, que tenerla en mi dormitorio vestida únicamente con mi camiseta me ponga tan nervioso, que me haga pensar en verdaderas locuras como… robarle un beso. Entonces, parpadeo y es como si en los escasos milisegundos que he tardado en volver a separar los párpados, Frankie hubiese dado un paso hacia delante. Su rostro está tan cerca que siento su cálido aliento rozando la sensible piel de mi cuello. Un escalofrío sacude mi cuerpo.

— Estás temblando — murmura ella, pero ya no hay preocupación en sus ojos sino sorpresa, quizás, hasta asombro. Los dedos que mantenía alrededor de su muñeca se aflojan y ésta en lugar de caer se eleva hasta que sus dedos se posan contra mi mejilla en una suave caricia —. Derek… —  no puedo seguir escuchando su tono de voz, tan bajo, tan meloso… Mi subconsciente está empezando a jugar conmigo, a burlarse cruelmente de mí, a hacerme creer que a ella también le afecta mi cercanía, que su pecho se mueve más rápido con cada respiración, que su aliento sale entrecortado, que sus ojos brillan con intensidad y que un ligero rubor cubre sus mejillas. Estoy a punto de apartarme, de alejarme de su toque y de ella cuando Frankie hace una pregunta que me deja completamente inmóvil: —. ¿Quieres tocarme?

— ¿Q-qué? — tartamudeo, creyendo no haber escuchado bien, pensando que el maldito subconsciente seguía jugando conmigo — . No.

—  Yo creo que sí. Creo que quieres hacer más que solo agarrarme de la muñeca para que no abandone tu habitación

Su voz es ahora un susurro bajo. Y sus ojos, por increíble que parezca, no se apartan de los míos, sosteniéndome la mirada con una seguridad que me deja atónito.

— Estás herida, Frankie —  le recuerdo a ella y también a mi mismo — . Tocarte, de la manera que insinuas, no es algo que un “buen hombre” haría.

La conversación está girando en una dirección muy peligrosa, una dirección que ni siquiera sé cómo acabamos tomando. Frankie esboza una sonrisilla y yo me pongo aun más nervioso. El hormigueo tan constante e intenso que se convierte en música de fondo.

— El solo hecho de que te plantees algo así, Derek, muestra tu carácter. Eres un buen hombre. Quizás, incluso, demasiado bueno — sus dedos se deslizan por el borde de mi mandíbula dejando estelas de fuego a su paso — . A lo mejor otra mujer pensaría que tratas de aprovecharte de la situación, pero yo no.

—  ¿Y por qué tú no? —  me atrevo a preguntar.

La sonrisa de Frankie se agranda, pero sus ojos se apartan de los míos. Su mirada recorre el mismo camino que trazan sus dedos, que ahora descienden por el lateral de mi cuello tornando toda mi piel de gallina.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora