CAPÍTULO 4

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Dos días más tarde, mi equipo y yo nos encontramos en un edificio en el que el tiempo y la falta de mantenimiento han hecho estragos. A pesar de su deplorable estado, los pisos rezuman vida. Los barrios de los suburbios son así. Lugares olvidados en los que la gente trata de sobrevivir con lo poco que tienen.

El sonido de nuestros pasos mientras subimos las desgastadas escaleras rebota en las paredes manchadas por la humedad. Sin ascensor, no tenemos otra alternativa que subir a pie los nueve pisos que nos separan de nuestro objetivo.

– Por las caras largas y el incómodo silencio de esta mañana imagino que Cooper y tú todavía no habéis hecho las paces – comenta casualmente Max mientras sube varios escalones por delante de mí.

– No es tan sencillo

– ¿Crees que no lo sé? – me pregunta ella girándose ligeramente para poder mirarme sobre su hombro. Una de sus cejas se eleva dándole énfasis a sus palabras –. Cooper es como un niño de cinco años con una rabieta porque alguien le ha quitado su juguete favorito.

Las comisuras de mis labios tiemblan queriendo sonreír ante su acertada analogía, pero me contengo.

– Da igual lo inmaduro que sea Cooper. Como líder del equipo debes mantener la cohesión del grupo. Pelear entre nosotros solo puede perjudicarnos – añade Raven con tono serio.

Un comentario demasiado maduro para la integrante más joven del equipo. Con tan solo diecinueve años fue la mejor de su clase de entrenamiento obteniendo los mejores resultados en puntería con armas de fuego. Lleva el pelo muy corto dejando tan solo que unos pequeños mechones de su cabello oscuro rocen el comienzo de su frente y el borde de sus orejas.

­– Tienes razón, Raven. Hablaré con Cooper cuando acabemos la misión – le aseguro.

Max resopla.

– Es increíble que tengamos que andar con pies de plomo por culpa de ese imbécil

– No hablabas así de él las navidades pasadas – murmura Raven tan bajito que apenas puedo oírlo.

Sin embargo, Max tiene buen oído y a pesar de estar más lejos que yo lo escucha. Se detiene bruscamente y se gira hacia nosotros señalándonos con un dedo acusador.

– ¡Creí haber dejado claro que lo que pasó entre Cooper y yo fue un error provocado por el champán navideño y los numerosos chupitos de tequila que vinieron después!

Todo el mundo en el centro de mando sabe lo que pasó las navidades pasadas. Max y Cooper estaban siendo inusualmente amigables entre ellos después de la cena de Noche Buena. Tanto que incluso desaparecieron juntos por la noche. Los gritos de incredulidad de Maxime al día siguiente despertaron a todo el mundo en la base y dejó bien claro que aquello había sido un error que jamás volvería a repetirse. Cooper no se lo tomó muy a pecho e ignora el asunto la mayor parte del tiempo. Aunque alguna que otra vez saca el tema para hacerla enfadar.

Sin oportunidad para la réplica, Max se da la vuelta y continúa avanzando. Suspiro sabiendo que Raven tiene razón. No puedo dejar que esta pelea con Cooper se alargue o al final acabará convirtiéndose en un problema. Reanudamos la marcha y pasados unos minutos alcanzamos el noveno piso. Max, Raven y yo adoptamos posiciones.

– Nos disponemos a entrar. Mantén los ojos abiertos, Cooper – hablo a través del pinganillo.

<<Recibido>>. Su voz alcanza mi oído más de diez segundos después. Por un momento pienso que ni siquiera me va a responder a pesar de estar seguro de que me ha escuchado.

A Cooper no le había gustado mi decisión de dejarlo abajo vigilando las posibles salidas. Él prefería estar en primera línea de cara a la acción. Sin embargo, sé que tenerlo aquí arriba con nosotros hubiese sido desastroso. Tan cabreado como estaba conmigo habría desobedecido todas y cada una de mis órdenes convirtiéndose a sí mismo en un estorbo.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora