CAPÍTULO 6

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Habíamos dividido el enorme ático en tres sectores:

Sector 1. Dormitorios y baños. A Cooper le tocaba hacer de niñera. Debía asegurarse de que Dupont permaneciese sano y salvo en el interior de su habitación durante la noche.

Sector 2. Recibidor, cocina, salón y comedor. Max estaba dispuesta a situarse en primera línea, dado que la puerta en el recibidor era prácticamente la única vía de entrada a la vivienda.

Sector 3. Biblioteca y sala de exposiciones. La enorme biblioteca contaba con numerosos pasillos creados por la alineación de estanterías repletas de libros. Un laberinto plagado de sombras y recovecos difíciles de revisar. Por otro lado, la sala de exposiciones era la casilla final en la que Silver probablemente caería.

Cada hora, Cooper y Max debían informarme a través de sus pinganillos de la situación, así como yo a ellos.

– Sector 1, despejado – la voz de Cooper inunda mi oído derecho –. Este franchute ronca como un muerto.

Por supuesto, Cooper no podía dejar de ser él sin decir un comentario inapropiado cada vez que tenía oportunidad.

– Sector 2, despejado – añade Max segundos después.

– ¿Seguro que todo está bien? – insisto al escuchar la ligera diferencia en su tono de voz.

– Sí. Es solo... – ella parece dudar, pero finalmente confiesa con irritación –... ese maldito gato. No deja de perseguirme y refrotarse contra mis piernas. Parece estar en todas las habitaciones que reviso y se mete en medio haciéndome tropezar. He estado a punto de caerme dos veces.

A pesar de la seriedad de la situación, sonrío divertido al imaginar a alguien tan profesional como Max siendo molestada por un gato. Mientras tanto entro por tercera vez esta noche en la biblioteca para revisarla.

– Vaya, vaya. Parece que ese gato es el único hombre dispuesto a meterse en tu camino, Max – se burla Cooper.

Max y yo preferimos ignorar el comentario y continuamos con la conversación como si no hubiese hablado.

– Piensa en el lado bueno. El gato actuará como indicador de que algo va mal – le recuerdo.

Por lo general a los animales no les gustaba estar en presencia de los Devoradores de almas. Se sentían amenazados y comenzaban a actuar de forma errática, asustadiza o incluso agresiva.

– Ya, bueno – murmura Max –. Eso será si no lo lanzo por la ventana yo primero.

La comunicación termina justo después de que les doy mi informe breve y conciso. <<Sector 3, despejado>>.

Casi estoy convencido de que no va a pasar nada esta noche cuando a las cinco de la madrugada vislumbro al gato Sphynx caminando con paso ligero por el pasillo. Frunzo el ceño. Por lo que sabía no se había separado de Max en toda la noche, así que comienzo a seguirlo curioso por ver a donde se dirige. El gato dobla la esquina y me apresuro para no perderlo, pero cuando llego al otro tramo de pasillo ha desaparecido.

Sin darle demasiada importancia a su paseo nocturno me encamino a la sala de exposiciones, cuya entrada se sitúa a escasos pasos de distancia. Con cada paso, una extraña sensación me invade poniéndome la piel de gallina y erizando los pelos de mi nuca. Desenfundo el arma y agarrándola con ambas manos apunto hacia delante. Me detengo junto al marco de la puerta y asomo ligeramente la cabeza para echar un vistazo al interior. El latido de mi corazón se desboca cuando la veo. Silver está en el centro de la sala de exposiciones parada frente a la imagen de su retrato. No veo su expresión pues me da la espalda, pero está muy quieta casi como si estuviese conteniendo la respiración mientras observa la pintura.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora