CAPÍTULO 27

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– No has asistido al funeral – comenta Max, no como una pregunta sino como una afirmación, sentándose a mi lado sobre la acera.

Dos días después de la muerte de Cooper, se había llevado a cabo su funeral. Al igual que con Raven, primero se incineraba el cuerpo y después sus cenizas eran enterradas en una pequeña caja de roble simbolizando su valentía y su entrega a su vida como cazador.

– No sentía que debiese ir – respondo con sequedad.

El sol estaba bajo y pronto se escondería en el horizonte. Un atardecer que no estaría oculto tras los altos edificios de la ciudad, pues la base estaba a las afueras rodeada mayormente por descampados.

Max suspira.

– Si te soy sincera, yo tampoco quería ir – habla lentamente fijando sus ojos en el atardecer –. Después de todo lo que hizo Cooper, de la forma en la que se comportó y de cómo manejó las cosas... Siento que fue él mismo quién se buscó su final. Pero hubo un tiempo, no hace mucho en realidad, que todos éramos amigos y formábamos parte del mismo equipo.

– Ese equipo ya no existe – le recuerdo desviando los ojos del horizonte para poder enfrentarla –. Enhorabuena, por cierto. Ahora eres la líder de tu propio grupo – Max había sido elegida para dirigir a un nuevo equipo, compañeros cazadores que ambos conocíamos y con los que habíamos trabajado en numerosas ocasiones. Todos estaban encantados de tenerla a bordo para comandar el barco –. Te lo mereces.

– Gracias

– Había veces en las que sentí que tú liderabas al grupo mejor de lo que yo lo hacía – confieso.

– Eso no es cierto, Derek. Siempre has sido un buen líder – me replica ella contrariada y con el ceño fruncido.

– Si lo hubiese sido, quizás, Cooper y Raven seguirían vivos...

– Ah, no. ¡Eso sí que no! – exclama Max abruptamente haciéndome dar un respingo. Sin querer mi antebrazo choca con mi rodilla provocándome un intenso dolor allí donde, debajo del vendaje, se esconde la herida de bala y siseo por lo bajo –. No voy a dejar que te responsabilices de algo de lo que no tienes la culpa. No estábamos con Raven cuando murió y no había nada que tú o yo pudiésemos hacer para salvarla. Y en cuanto a lo de Cooper, bueno...

Max no llega a terminar la frase, pero imaginaba lo que quería decir. <<Fue él quien se lo buscó>>. Ambos sabíamos que, aunque no hubiese muerto está vez, probablemente lo habría hecho en un futuro próximo. Era un camicace. Alguien que no estaba preparado para ostentar la responsabilidad de tener a tantas personas bajo su mando.

Suspiro. Lo cierto es que no sabía cómo sentirme. Había culpa en mi pecho, pero también frustración, ira, reproche, decepción y pena. Una pila de emociones que me hundían en la más absoluta de las miserias. En el interior de mi puño cerrado guardaba un cigarrillo apagado. Seguía dándole vueltas entre mis dedos sin saber si debía encenderlo o no. Lo había encontrado olvidado en el interior de uno de los cajones de la mesilla de noche, cuando pensaba que no me quedaba ninguno más. El último, o al menos yo pensaba que lo era, me lo había fumado en presencia de Silver, justo después de haber cruzado una línea que un cazador jamás debería traspasar y habernos acostado.

Silver... No podía dejar de pensar en ella. Su muerte me había afectado mucho de más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta. Sentía que no merecía morir de la forma en la que lo había hecho, a pesar de todas las muertes que había causado y de todos los años que ya había vivido. Pero, sobre todo, su pérdida había dejado un inquietante vacío en mi pecho. Sabía que, con el tiempo, ese vacío quedaría en el olvido, pero ahora dolía como el infierno.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora