CAPÍTULO 19

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Hace horas que el sol ha salido cuando llego a la base. Me topo con algunos cazadores por los pasillos que me miran de reojo. Llevo la misma ropa de ayer y por mi aspecto desaliñado es obvio que he pasado toda la noche fuera. Estoy tan cansado que probablemente podría quedarme dormido de pie, así que voy directo al ala de dormitorios deseando desaparecer bajo las sábanas de mi cama. Sin embargo, no tengo tanta suerte porque nada más cerrar la puerta de la habitación alguien la aporrea con fuerza.

– ¿Dónde estabas? He estado buscándote por toda la base ¿Es que no miras el teléfono? – al abrir la puerta, Max me avasalla a preguntas precipitándose en el interior del dormitorio.

Alcanzo el teléfono móvil que llevo en el bolsillo posterior de los pantalones y observo sorprendido las numerosas llamadas perdidas.

– Lo siento, tenía el móvil en silencio – respondo volviendo a activar el sonido y obviando deliberadamente la primera pregunta. No sé cómo podría explicar donde he pasado la noche y lo que he estado haciendo –. ¿Qué ocurre?

– Que Cooper es un auténtico imbécil. Ha mandado a Raven a chequear una información y conseguir los videos de las cámaras de seguridad del hospital y ni siquiera me ha permitido acompañarla – explica indignada.

– ¿La ha enviado sola? – pregunto sorprendido. Una de las principales normas que hay en la base es que los cazadores siempre deben salir en compañía de su equipo o como mínimo en parejas para garantizar su seguridad, por muy sencilla que sea la misión. Algo que sin duda yo también incumplí anoche, aunque en mi defensa diré que "estoy de vacaciones" debido a mi suspensión –. Y, ¿por qué ha ido al hospital?

Máxime resopla.

– Algunos trabajadores del hospital han visto a una mujer de apariencia similar a la de la imagen de Silver que hemos difundido por los centros públicos y privados

– ¿Silver en un hospital? – repito desconcertado –. ¿Qué iba a hacer ella allí?

– Ni idea – responde Max con un encogimiento de hombros –, pero Raven ha ido a hablar con las enfermeras de pediatría y a revisar las imágenes de las cámaras de seguridad para verificar si realmente se trata de ella o no.

– Pediatría – repito en voz baja mientras los pelos de mi nuca se erizan y el latido de mi corazón se acelera. Bruscamente, acorto el espacio que nos separa parándome muy cerca de Max, quién trata de dar un paso atrás sorprendida, pero la pared a su espalda se lo impide –. Repíteme eso. ¿Han visto a alguien parecida a Silver caminando por los pasillos de pediatría? – Max asiente obviamente confusa al ver mi repentina agitación –. ¿Sabes lo que hay en el ala de pediatría de un hospital? – pregunto elevando el tono de mi voz.

– ¿Niños? – pregunta ella completamente perdida y algo intimidada.

– Sí, ¡joder!, niños – exclamo mientras me separo y me apresuro a cambiarme sin importar que Max continúe en la habitación. Me deshago de la ropa informal y rápidamente me enfundo el uniforme compuesto por unas botas, pantalones de combate, jersey, chaleco antibalas y guantes, todo de color negro –. Date prisa, Max. ¡Tenemos que irnos! No es a Silver a quién han visto... sino a su hermana.

Tiempo después, Max exclama con incredulidad mientras conduce a toda velocidad por las calles de la ciudad:

– ¿¡Hermanas gemelas!?

Aprieta el acelerador cuando la luz naranja de uno de los numerosos semáforos parpadea rápidamente y consiguiendo pasar antes de que cambie a rojo. No tiene tanta suerte con el siguiente, pero se lo salta y da un brusco volantazo esquivando el coche que se incorpora a nuestro carril. El entendimiento llena su rostro cuando le explico la predilección de la hermana de Silver por las almas de los niños. Ahora comprende mi preocupación y acelera todavía más tratando de llegar al hospital lo antes posible. Cuando me pregunta cómo he obtenido toda esta información respondo:

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora