CAPÍTULO 9

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Había sido el niño. Él había disparado el arma que acabó con la vida del compañero de trabajo de su madre y, por consiguiente, la Policía Local estaba convencida de que también había sido él quien había matado a la anciana.

<< He hecho esto por él, por mi niño, para que tenga una vida mejor >>, había dicho la madre con desesperación.

Convenció a un niño de siete años para matar a dos personas. Quería que fuese él el que se convirtiese en un Devorador de almas, no ella. ¿Cómo de retorcido es eso? Ahora me daba cuenta de que en ningún momento admitió de forma directa ser ella la autora de los crímenes.

– ¿¡A dónde vas!? – me alcanza Max a la carrera poco después de que he abandonado la habitación sin decir palabra alguna.

– Tengo que hablar con Silver

Debía preguntárselo. Necesitaba saber por qué lo había matado. Si ella ya sabía lo que nosotros acabábamos de descubrir.

En ese momento, el fuerte y estridente sonido de la alarma de emergencias comienza a sonar por todo el sistema de megafonía. Max y yo contenemos la respiración. Segundos después, echamos a correr en dirección al Área de Retención donde se encontraban las celdas, pues solo había una razón por la que la alarma era activada.

– ¡Se ha escapado, maldita sea! – grita Max siendo la primera en alcanzar la celda donde reteníamos a Silver y mirar en su interior.

La puerta se encuentra abierta de par en par y junto a ella, en el interior, hay un compañero cazador desplomado en el suelo. Posicionándome de cuclillas a su lado, coloco mis dedos contra el lateral de su cuello y compruebo su pulso.

– Está muerto – le indico a Max ante su mirada interrogante.

– ¿Cómo es posible? ¿Cómo ha podido salir de aquí? – pregunta mi compañera mirando a su alrededor en busca de respuestas.

Imitándola, mis ojos se topan con el pequeño led rojo parpadeante en una de las esquinas del techo.

– ¡La cámara! – exclamo levantándome de golpe –. Todo ha sido grabado.

Desenfundamos nuestras armas y nos dirigimos a la Sala de Vigilancia. Max abre la puerta de una patada como cuando irrumpimos en aquel piso en los suburbios. Los técnicos en su interior dan un bote en sus asientos alarmados. La pared de la habitación está cubierta de pantallas. Cada una de ellas muestra las imágenes en tiempo real de las cámaras distribuidas por todo el Centro de mando. En éstas se veía a los cazadores recorriendo los pasillos en busca de la Devoradora de almas.

– Mostradnos la grabación de las imágenes de la celda. Queremos saber cómo ha sido capaz de salir – demando –. ¡Ahora!

Los ojos de uno de los técnicos de vigilancia se abren como platos al escuchar la dureza en mi voz y sus dedos vuelan sobre el techado. En menos de un minuto, las imágenes se reproducen en la pantalla central, ligeramente más grande que el resto que la rodea.

La hora indicaba que los hechos habían sucedido hace apenas veinte minutos, por lo que Silver no podía haber abandonado las instalaciones todavía. Al menos no con todo el personal movilizado para darle caza. La grabación avanza y se ve claramente como el cazador, que antes hemos encontrado muerto en el suelo, entra en la celda y se dirige hacia Silver todavía amarrada a la silla en el centro de la habitación.

– Ahora lo reconozco – murmura Max mirando fijamente el rostro en la pantalla –. ¿No ese el imbécil con el que Cooper está siempre?

– Sí, lo es – respondo dándome cuenta de que tiene razón.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora