CAPÍTULO 41

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El día no podía haber empezado peor. Bianca se ha ido. Despertar y encontrar su cama desnuda, sin sábanas, sin almohada... ha sido un shock.

— Ha abandonado el programa de entrenamiento

Eso es lo que me han dicho cuando he preguntado por su paradero.

La culpa me atormenta. En cierta parte me siento responsable de la forma en la que la he estado tratando. Mi actitud hacia ella. Estaba tan absorta en mis problemas que no me he dado cuenta de lo mucho que Bianca estaba sufriendo. Cada día, en los entrenamientos y soportando la indiferencia de los demás... la mía.

<<Dios, quiero darme de bruces contra una pared>>.

Ella, su actitud insegura y sumisa, me había recordado tanto a mi yo del pasado, que no podía soportarlo. La miraba y sentía rabia. No hacia ella sino hacia mi misma. Por lo ingenua que siempre fui. Por mi debilidad. Y lo había pagado con Bianca. Algo que no se merecía. Me gustaría disculparme con ella, pero ahora es demasiado tarde. Ha abandonado el programa de entrenamiento, su sueño de trabajar en el laboratorio de investigación, y se ha ido de la base. He perdido la oportunidad de enmendar ese error.

— ¿Está libre este sitio? — pregunta entonces Brett dejándose caer directamente sobre el banco frente a mi en la cafetería.

Sería tan fácil culparlo a él por la marcha de Bianca. Después de todo, no solo yo he sido la diana de sus constantes burlas sino también ella. Pero hacerlo me convertiría en una hipócrita.

— Para que preguntas si después vas a hacer lo que te dé la gana — le pregunto con el ceño fruncido y claramente enfurruñada.

— Bueno, bueno... Alguien se ha levantado hoy de un humor de perros o debería decir de perras — Brett suelta una risotada, divertido por su propio chiste.

Pongo los ojos en blamco.

— ¿Qué quieres, Brett?

Tan rápido como ha aparecido, la sonrisa de Brett se esfuma. Entonces, se inclina hacia delante apoyando sus antebrazos sobre la mesa y baja el tono de voz para que la conversación quede únicamente entre nosotros.

— Tengo curiosidad por algo — a nuestro alrededor, los cazadores que ocupan el resto de mesas en el comedor, nos lanzan miradas confusas y sorprendidas, a partes iguales. No los culpo, yo también estaría igual si de repente la víctima de un intento de degollamiento estuviese hablando tranquilamente con su atacante, como si no hubiese pasado nada —. La única razón por la que acepté ayudarte con el combate cuerpo a cuerpo en el que, por cierto, apestas... — pongo los ojos en blanco. Soy consciente de la falta de mi coordinación de pies y de mi falta de músculos. No necesito que me lo recuerde constantemente. Me doy cuenta ahora que como Devoradora de almas confié demasiado en mi velocidad y fuerza sobrenatural y nunca me molesté en entrenarme de ninguna manera. Ahora que he perdido todo ese poder, veo las claras desventajas de no hacerlo —, fue porque me aseguraste que no debía preocuparme. Que no seguiría teniéndote que soportar más allá de los seis meses de preparación. Y esto es lo que no entiendo: si no quieres convertirte en cazadora, entonces, ¿qué estás haciendo aquí, huesos?

Quizás no debería haberle contado a Brett que no tenía ninguna intención de quedarme en la base mucho más tiempo del necesario, pero... No ví otra manera de calmar su enemistad hacia mí, más que asegurándole que no tendría que continuar tratando conmigo más tiempo del necesario. Por supuesto, debería haber supuesto, que eso despertaría su curiosidad y que no lo dejaría pasar.

Suspiro antes de responder.

— Digamos que estoy únicamente aquí para aprender — algo que no es enteramente falso. Una de las principales razones por las que había querido quedarme en la base era porque sabía, a cierta cierta, que no sobreviviría ahí fuera el tiempo suficiente como para averiguar lo que me había pasado —. Lo que haga después con esas habilidades no es asunto tuyo.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora