CAPÍTULO 28

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Un grifo goteando. Ese es el sonido que alcanza mis oídos. Al principio es como una bruma, un sueño lejano que ni siquiera sé si es real. Poco a poco, el volumen va aumentando hasta que se hace evidente que no es producto de mi imaginación.

Abro los ojos y desorientada miro a mi alrededor. Un intenso dolor de cabeza me golpea y siento como si de repente alguien me hubiese metido en una lavadora. Todo comienza a girar. Inevitablemente, el mareo viene acompañado de intensas náuseas. Mi abdomen se contrae con violencia hasta que al final acabo vomitando. Sin embargo, apenas sale nada, mi estómago debía estar vacío.

– ¿Qué ha pasado? – mi voz se escucha reseca y entrecortada. Mi visión poco a poco se va estabilizando y los objetos que me rodean dejan de dar vueltas de forma descontrolada. Es entonces cuando lo veo –. ¿Y quién demonios eres tú?

Un hombre de aspecto desaliñado me observa con el ceño fruncido. Lleva el cabello despeinado y una incipiente barba de varios días le cubre la parte baja del rostro haciéndolo parecer, quizás, mayor de lo que realmente es. Viste una camiseta de manga corta cubierta de manchas oscuras y un mono de trabajo gris. Entre sus labios sostiene un cigarrillo apagado, pero justo antes de hablar lo coloca sobre su oreja como si fuese un lápiz que después va a utilizar.

– ¿Tienes problemas de memoria o qué? – escupe el hombre visiblemente molesto –. Ya hemos tenido esta conversación antes.

Al parecer sí que estaba teniendo problemas de memoria porque no recordaba haber hablado en mi vida con él. Jamás lo había visto antes.

– Creo que voy a necesitar que me lo repitas

Mientras aguardo por su respuesta cierro los ojos unos segundos. El dolor de cabeza me estaba matando. Sentía como si el cerebro me fuese a explotar. El hombre resopla nada entusiasmado por tener que volver a repetirse.

– ¿Quién o, más bien, qué soy? – reformula mi pregunta para, a continuación, responderla –. Un Devorador de almas – al escucharlo, mis párpados se abren con brusquedad justo en el momento en el que sus ojos se iluminan de intenso amarillo –. ¿Qué es lo que ha pasado? Que te he secuestrado.

Parpadeo sorprendida y es entonces, cuando por primera vez, me doy cuenta de que estoy atada de manos y pies por finas bridas que se clavan en mi piel. Dejo de centrarme en el hombre, que acaba de convertirse en mi captor, para mirar más allá y descubro que me encuentro en una especie de taller. El suelo es de cemento y está manchado de grasa y aceite. Apilados contra una de las paredes hay numerosos neumáticos de coche. Al otro lado una garita que parece hacer la función de oficina con un ordenador viejo y montañas de papeles amarillentos. En medio del taller y elevado sobre el suelo por una estructura metálica hay un coche semi desmontado.

– ¿Es esto una broma? – hablo mientras trato de liberarme de mis ataduras, sin consegirlo. Confusa observo como mis ineficaces intentos lo único que consiguen es provocar que las bridas se claven todavía más en mi carne y siseo a causa del escozor –. ¿Tienes idea de quién soy?

– ¿Una pobre chica que va a morir? – aventura él riéndose de su propia ocurrencia.

– ¡Ahh, maldita sea! – acabo gritando por la frustración de ser incapaz de hacer algo tan sencillo como romper unas malditas bridas de plástico –. Soy una Devoradora de almas. Exactamente igual que tú. Debes conocerme. Mi nombre es Silver y si no me liberas ahora mismo te aseguro que lo lamentarás.

He vivido cientos de años, durante los cuales me he creado una reputación. La mayoría de Devoradores han oído hablar de mí o han escuchado a otros nombrarme. Sin embargo, contemplo estupefacta como el hombre frente a mí me devuelve la mirada con absoluta indiferencia.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora