CAPÍTULO 38

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Frankie sale del cuarto de baño con los hombros caídos y la mirada baja como si no se atreviese a mirarme a la cara. Lleva puesta mi ropa. Le queda demasiado grande, pero no tenía otra cosa que ofrecerle. Los mechones húmedos de su cabello se adhieren a sus mejillas y a los laterales de su cuello. Ella se sienta en el borde de la cama sin rechistar y entonces:

– Lo siento. Ah... la he cagado... – comienza y parece que está verdaderamente molesta consigo misma, pues se pasa una mano por la cara como si no pudiese creer lo que ha pasado. Yo tampoco podía creerlo del todo. Había visto la rabia en su rostro, la forma en la que se quedaba peligrosamente quieta antes de atacar, pero lo que no esperaba es que ella agarrase un cuchillo y se lo colocase en el cuello a ese imbécil amenazando con matarle. Incluso después de alejarla de Brett, no dejaba de luchar, como si hubiera perdido toda la razón, como si se hubiese dejado dominar por la furia –. No sé lo que me ha pasado. Antes de darme cuenta tenía el cuchillo en la mano y... – sus palabras, poco a poco, van perdiendo fuerza hasta que se silencian –. Estoy en un lío, ¿verdad?

– Lo estás

Frankie parece hundirse aún más en el colchón.

– Mierda – murmura.

La estudio con detenimiento mientras un tenso silencio se construye entre nosotros. No se me ocurría otra cosa que hacer que traerla aquí. A mi dormitorio. Y meterla bajo la ducha con la esperanza de que la baja temperatura del agua sofocase su ira. Aún persiste en mi cuerpo el rastro de la intensidad de tenerla tan cerca, apretada contra mí en el interior del pequeño cubículo de la ducha. No estaba preparado para sentir algo así. La impotencia al contemplar las lágrimas surcando su rostro. Apenas la conozco. No sé nada de ella. Ni siquiera me he molestado en averiguar ni un solo pequeño detalle de su vida y aun así... Aun así, me ha molestado demasiado verla tan rota.

– ¿Por qué quieres convertirte en cazadora, Frankie?

Frankie parpadea sorprendida ante mi pregunta. Se toma unos segundos para responder y, entonces:

– En este... – se mira a sí misma, sus manos, sus brazos, sus piernas... pero después, como si esas no fuesen las palabras con las que quiere empezar, niega con la cabeza y prosigue –. En mi estado actual, ahí fuera, solo soy una presa fácil de matar. Así que, si me preguntas por qué quiero convertirme en cazadora, diré que es por pura supervivencia.

<<Pura supervivencia>>. No esperaba esa respuesta. Quizás algo como que quiere huir de la mala vida, de las drogas, las deudas, los problemas... dejar todo eso atrás, pero no. Sobrevivir. Algo tan simple y primario como eso. Sin embargo, lo más sorprendente no es su respuesta sino la tranquilidad en su rostro mientras lo confiesa. Como si intentar sobrevivir fuese lo único que ha estado haciendo toda su vida.

– ¿Y tú? – me pregunta, entonces, ella. Noto que el cambio de tema está distrayéndole lo suficiente como para que sus hombros poco a poco dejen de estar hundidos, su espalda más erguida –. ¿Por qué te convertiste en cazador?

Podría ignorar la pregunta y cambiar de tema, pero...

– No fue algo que hubiese, exactamente, planeado o querido desde que era niño – me encuentro a mí mismo contándole la verdad –. Muchos escogen este trabajo por el noble hecho de proteger a los demás de los monstruos que se esconden entre nosotros. Otros lo hacen por el odio y la sed de venganza tras haber sido atacados o haber perdido a algún ser querido a manos de Devoradores de almas.

– O por herencia familiar... – murmura ella.

– Es habitual que los cazadores les inculquen a sus hijos o nietos el deber y la responsabilidad de luchar contra los Devoradores – respondo sin más con un leve encogimiento de hombros.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora