CAPÍTULO 8

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Corro. Mis piernas se mueven rápido mientras mi cuerpo y mis brazos se compenetran acompañando el movimiento. Chorros de sudor surcan mis sienes y empapan mi camiseta. Max entra en la sala de entrenamiento y se detiene a mi lado. Adopta una posición con los brazos cruzados mientras me mira fijamente sin decir una sola palabra. Presiono el botón de STOP de la máquina y la velocidad de la cinta disminuye progresivamente hasta que se detiene.

– ¿Qué pasa? – le pregunto después de secarme el sudor con una toalla.

– ¿Cuánto rato llevas aquí? – me cuestiona ella seria elevando una ceja.

– No sé – respondo con un encogimiento de hombros. Me bebo lo que queda de mi botella de agua y prosigo –. Cuarenta y cinco minutos. Quizás una hora.

– Derek – pronuncia mi nombre con cierta reprobación en su tono mientras descruza los brazos y emite un suspiro –. Deberías estar descansando. Ha sido una noche muy larga.

Finalmente, habíamos decido dejar a la Devoradora de almas con vida y traerla a la base de operaciones con nosotros. Para cuando habíamos llegado ya eran las nueve de la mañana. Una vez entregada, lo que pasase con ella ya no era asunto mío. Sin embargo, sabía que a pesar del agotamiento sería incapaz de conciliar el sueño. Así que automáticamente me había encaminado hacia el gimnasio, el único lugar en el que podía dejar mi mente en blanco.

– Estaba a punto de irme a la cama – miento. Si Max no hubiese aparecido probablemente habría continuado una hora más en el área de pesas –, pero dudo que hayas venido solo para echarme la bronca. ¿Ocurre algo?

Max sabe de sobra que esto es lo que suelo hacer después de las misiones. No lo aprueba, pero desistió hace tiempo de intentar convencerme de que no era lo mejor.

– Los jefes quieren que te encargues de una cosa

La miro con fijeza sabiendo de antemano que lo que va a decir no me va a gustar.

– ¿Qué cosa? – espeto con fastidio.

– Quieren que hables con la Devoradora. No ha dicho ni una sola palabra desde que recobró el conocimiento.

– ¿Nada? – parpadeo sorprendido pues en nuestros encuentros no había tenido ningún problema para entablar conversación.

Mi compañera de equipo niega con la cabeza.

– También quieren que obtengas algo de sangre

Frunzo el ceño.

– ¿Por qué yo? Tenemos enfermeros y enfermeras mejor capacitados que pueden hacerlo

La experimentación con Devoradores de almas nos había sido de utilidad durante los últimos años. Era así como habíamos descubierto el punto débil de su nuca, entre otros. Por lo que no era extraño que quisiesen obtener una muestra de sangre de Silver para su estudio.

– Lo sé. Uno de nuestros sanitarios ya lo ha intentado...

Max deja la frase suspendida mientras una mueca de disgusto se dibuja en su rostro.

– ¿Qué ha pasado? – pregunto con repentina inquietud.

– La Devoradora le ha roto la nariz de un cabezazo

Cierro los ojos con fuerza y expiro profundamente dejando que el aire se deslice fuera a través de mis fosas nasales. El latido de mi corazón todavía no se ha calmado debido a la estimulación generada por el ejercicio físico y continúa galopando en el interior de mi pecho. Tenía la esperanza de no volver a involucrarme con esa Devoradora de almas.

Media hora más tarde me encontraba frente a la celda en la que manteníamos a la Devoradora encerrada. Era una habitación con paredes de hormigón reforzadas y sin ventanas. La pesada puerta de cuarenta centímetros de espesor se desliza lentamente hacia dentro tras abrir el complejo sistema de cierre compuesto por tres cerraduras. Silver está sentada en una silla cuyas patas se anclan al suelo. Unas restricciones se cierran alrededor de sus muñecas y tobillos impidiéndole levantarse.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora