La mañana siguiente

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Sexo. Sexo increíble. Aída apenas podía moverse. Estaba deliciosamente dolorida. Carlos había sido toda una sorpresa.

Se volvió hacia un lado de la cama. Estaba sola. Escuchaba ruido al fondo del pasillo. Supuso que debía estar en la cocina.

Mientras se incorporaba dispuesta a salir de la cama, buscar el baño, vestirse e irse a casa, Carlos entró en la habitación llevando una bandeja con el desayuno.

¿No era para morirse?

-Buenos días, preciosa. No sabía que te gustaba desayunar así que traje un poco de todo.

Ella normalmente sobrevivía a base de café pero sorprendentemente tenía hambre, de modo que no rechazó las tostadas ni el zumo de naranja.

-Gracias. Lo necesitaba.

-¿Qué te apetece hacer hoy?

Oh, oh. Mierda.

-Esto, me voy a casa, Carlos.

Él arqueó las cejas pero no dijo nada. Apartó la bandeja de su regazo y se levantó de su lado para devolverla a la cocina.

Carlos estaba furioso. Después de la noche que habían pasado, ella iba a irse como si nada.

Se contuvo para no estrellar la bandeja contra el suelo. La dejó sobre el mármol para colocar las cosas en el lavaplatos.

Su mente volvió a la noche anterior. Primero en la fiesta.

Una vez que se juntaron para bailar, ya tenía claro que no la soltaría.

No la conocía, pero sería un completo idiota si dejaba pasar la oportunidad.

Cuando se besaron, una sorprendente descarga recorrió su cuerpo. Ella tuvo que sentirla también.

Una vez en su portal, casi se arrancaron la ropa en el ascensor. El viaje en taxi había sido eterno.

Era una completa locura.

Ni siquiera llegaron a la cama. Tal y como pusieron un pie en el apartamento...

Sus bocas se unieron de nuevo. La levantó en brazos para subirla a la mesa del comedor, apartó las diminutas bragas de encaje a un lado y la masturbó para prepararla. Aída estalló en sus dedos poco después.

A partir de ahí ni siquiera podía pensar con claridad.

Sus cuerpos se juntaban como si se conocieran.

Joder, él prácticamente se había corrido en cuanto se la metió la primera de muchas otras veces.

Aída estaba confusa. Ella había dejado claro que solo quería sexo, que no esperaba nada más. ¿Por qué se enfadaba Carlos entonces?

La noche anterior había sido alucinante, eso sí.

Carlos guardaba muchas sorpresas bajo ese aspecto tranquilo.

Llegó a perder la cuenta de los orgasmos que le había provocado. Claro que ella estaba bastante necesitada.

Sin embargo, no era solo por eso. Simplemente no quería pensar en ello.

Carlos se había encargado de darle una noche que no olvidaría.

Suspiró mientras terminaba de vestirse.

Una vez cogió su bolso, encaminó hacia la salida. No tenía sentido despedirse.

La había acompañado hasta su casa. Ella le invitó a subir y él aceptó con la esperanza de que finalmente ocurriese algo entre ellos.

Nada más lejos de la verdad.

Dos tazas de té más tarde, se marchaba a su casa. Solo.

Una vez allí, arrojó su ropa en el cesto del cuarto de baño y se metió en la ducha con una erección increíble de la que tuvo que ocuparse él mismo o sería imposible dormir.

Silvia enjuagó las tazas en cuanto Héctor se marchó.

Pensó mucho en él mientras se ponía el pijama.

Héctor era insistente y parecía que no iba a darse por vencido. Ella no quería hacerle daño pero no estaba preparada para lo que él quería de ella.

Fuese lo que fuese.

Una vez en la cama se volvió hacia la mesita de noche del otro lado y miró la foto que había sobre ella.

-Te echo de menos. Buenas noches. Te quiero.

Cerró los ojos y se durmió.

Jason estaba muy cabreado por la situación. Por ser incapaz de contenerse, por asustarla.

Había sido injusto con ella. Nunca pretendió emprenderla con Hannah, pero detestaba que se aferrase a su ex. ¿Por qué no seguía adelante como evidentemente había hecho él? ¿Acaso esperaba a que volviese con ella?

¡No! De ninguna manera. Hannah es mía.

Golpeó las baldosas de la ducha hasta que empezaron a sangrarle los nudillos.

El agua caliente caía sobre su cuerpo helado.

No dejaba de pensar que había metido la pata hasta el fondo.

Tenía que arreglarlo. Pedirle perdón.

Hannah.

Apoyó la frente contra las baldosas, omitiendo el dolor de la mano. Poco después, cerró el agua, se secó y acostó.

No consiguió pegar ojo. Aquella iba a ser definitivamente una noche muy pero que muy larga.

Si tan solo pudiese disculparse...

Hannah cayó sobre su cama tal y como entró en su habitación. Se desahogó contra la almohada y lloró hasta quedar dormida.

A la mañana siguiente, cuando despertó, sopesó sus opciones.

Hablaba en serio cuando le dijo a Silvia que quería seguir adelante.

Tras cambiarse de ropa, abrió todas las ventanas para ventilar, se tomó el primer café del día, puso música y empezó a limpiar.

Paso a paso.

Hannah (Serie Love 01) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora