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ALESSIA

—¿Jason? —hace como dos horas que hemos llegado aquí a casa. A mí me estaba costando mucho dormirme, estaba en ese estado que no estás dormido, tampoco despierto...pues eso. Y estaba escuchando ruidos—

Al final me levanté de la cama porque Jason no me respondía y fui hacia su habitación.

—¿Jason? —llamé a la puerta y me abrió muy rápido— ¿qué pasa? —entré en su habitación y vi en la pantalla del ordenador la imagen de las cámaras de seguridad— ¿esto es el parking?

—Si. Uno de ellos es un hombre de los Gabbana —miré a la pantalla bien—

—Y el otro es uno de los guardas que estaban en la cena con los rusos. ¿Crees que vienen hacia aquí?

—A menos que haya alguien más en el edificio amenazado de muerte por estas dos familias...

—Vaya, se me junta el ganado —le miré sonriendo, era una broma muy buena—

—Alessia, no está el ambiente para bromas

—Oh, venga, ¿me vas a decir que no ha sido buenísima? —me miró levantando una ceja pero reprimiendo la sonrisa—

—No tenemos tiempo. Escúchame y haz lo que te digo por una vez —se puso delante de mi, muy cerca— ve a tu habitación, coges una mochila o maleta pequeña y metes lo esencial, lo esencial, ¿vale? nada de toda tu colección de maquillaje o mascarillas para el pelo. Lo básico, y rápido. Luego vienes aquí y en esta mochila —sacó del armario una mochila de estas típicas del gimnasio— metes lo mismo. Ropa interior, camisetas, etc, repito, esencial. Y en cuanto salga desenchufas el ordenador, lo apagas y me lo guardas ahí también

—¿Me vas a dejar rebuscar en tu cajón de los calzoncillos? —le sonreí otra vez—

—¡¡Alessia!!

—Vale, vale ya paro.

—Voy a salir —le interrumpí—

—Voy contigo

—No

—¿Y si necesitas ayuda?

—¿Confías en mi? —asentí con la cabeza— lo único que importa es que estés bien. Repito. Voy a salir —miré al ordenador, estaban llegando ya al ascensor— tú te quedas aquí con las mochilas preparadas y ni se te ocurra salir hasta que yo entre a buscarte

—¿Y si...no entras tú?

—Eso no va a pasar

—¿Y si pasa?

—Alessia, te juro que eso no va a pasar. Venga, haz lo que te he dicho. —me pasó la mano por la cara suavemente y después se fue. Me costó reaccionar un rato y luego hice lo que me dijo—

La verdad no se para qué quería las mochilas pero le hice caso.

Cogí una maleta pequeña que tenía por ahí y metí un puñado de tangas y calcetines, ni los conté, saqué directamente del cajón. Unos pantalones del chándal —más los que llevo puestos— dos leggins, dos vaqueros largos, todo esto los primeros que pillaba. Luego como los 10 primeros tops que pillé, son cortos y no ocupan mucho, dos sudaderas básicas —más la dos que llevaba puestas— también metí un par de vestidos y una falda y unos tacones, nunca se sabe.
Después fui al baño y pillé el neceser de maquillaje que tengo con las cosas de todos los días, desodorante y mi perfume obviamente.
Ya lo último fue meter el cargador del móvil, el Mac, que tengo ahí todos los apuntes, y los Airpods.
No se qué más puede ser esencial.

Luego fui corriendo a la habitación de Jason. Fuera se escuchaban golpes pero no podía pararme.

A Jason le metí básicamente lo mismo, muchos calzoncillos y calcetines, camisetas, pantalones de chándal, vaqueros, sudaderas y le metí unos chinos que tenía por ahí y un par de camisas.
Siempre le he visto en chándal o vaquero, con sudaderas, me da curiosidad verle con esa ropa...
Fui a su baño y cogí su champú, su maquinilla de afeitar y un par de cuchillas y espuma de afeitar también y su desodorante y colonia.
Luego su Mac, el cargador, su móvil me lo guardé yo en el bolsillo y sus cascos.
Se la dejé en la habitación y me fui a la mía.

Amor como una balaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora