Fate Grand Order: Dragon x Servants

Singularidad C+: La Guerra de 100 Años del Dragón Enloquecido (Capítulo 5)

"Entonces, esa mariposa rara que mataste antes era una de las creaciones de éste tipo, Sith el descamiado, al igual que los hombres serpiente que van por ahí en taparrabos?"
El lancer ataviado con la armadura dorada, cuyo casco se asemejaba en forma al rostro de un león, tuvo que reprimir un quejido que se le quiso escapar ante otra pregunta más. Primero preguntas sobre los rayos que podía generar, después la forma de su lanza, después el porque mató a aquella mariposa, después el cómo conocía a su creador. Honestamente, el caballero empezaba a preguntarse si su nueva acompañante tenía un límite a su curiosidad y energía.

"Su nombre es Seath, su apodo es el descamado. Y sí, esa mariposa y los monstruos que te estuviste encontrando son creaciones suyas."
Con un tono ligeramente exasperado, respondió a las palabras de su acompañante sin voltear a mirarla. Recorriendo los árboles, se dirigía en la dirección en la que había sentido la presencia de maná. También había visto otra mariposa en esa área, por lo que sabía que habrían fuerzas del dragón en el área.

"Oh! Okey... Y, porque estás matando a sus creaciones? No eran algo así como com-!"
En el instante en que el caballero escuchó las palabras de la chica, y supo lo que estuvo por decir, no se pudo contener. Su brazo se movió instintivamente y lanzó un tajo con su lanza en la dirección general de la chica. Afortunadamente su ataque sólo barrió un montón de pétalos carmesí, sin golpear nada.

"Seath y yo nunca fuimos compañeros. El traicionó a los suyos y es un monstruo que no posee el mas mínimo rastro de honor u orgullo, enloquecido en su propia búsqueda de obtener algo que nunca tuvo y que nunca tendrá. No vuelvas a insinuar nunca ello, tal vez Havel era un hombre que terminó traicionando a Gwyn, pero si tuvo razón en una cosa, fue en enemistarse con el monstruo que es el Descamado."
Con rabia notable en su voz, el caballero con el casco de un león casi escupió aquellas palabras. Moviendo su torso hacia su otro lado, dirigió su mirada hacia su compañera de viaje finalmente. Una joven humana de cabello oscuro con puntas rojizas, con una capa del mismo color que los pétalos que había golpeado antes, y un vestido negruzco. Una especie de caja metálica se encontraba en su espalda, y sus ojos plateados miraban con un poco de nerviosismo al caballero.

Tras unos segundos de incómodo silencio, la joven dejó escapar una pequeña risa nerviosa.

"Jeje... Entiendo... Pero, no dijiste que trabajaban para el mismo... Uhh... Como lo explicaste...?"
La joven servant que lo acompañaba habló con notable nerviosismo e inseguridad, pareciendo no poder recordar bien sus palabras.

El lancer de armadura dorada permaneció unos segundos en silencio, antes de suspirar. Relajando su postura, negó lentamente con la cabeza mientras que seguía su camino. Nunca entendió porque es que el primogénito de su señor parecía tener tanto interés en los humanos, incluso aquellos de otros mundos no parecían llegar al nivel de respeto por los dioses que un Caballero Plateado promedio era capaz.

"Mi Señor, Gwyn, Dios de la Luz Solar. El me bendijo con un fragmento de su Alma, como a todos los demás miembros de su ejército. Seath nunca le juró lealtad realmente, sólo le dio una forma de matar a los dragones y le ayudó en la guerra y mi señor a cambio lo nombró duque y le otorgó también un fragmento de su alma, más grande incluso del que yo recibí."
El lancero respondió finalmente a la duda de la joven de cabello negruzco, finalmente retomando su camino. Notó que ella también empezó a seguirlo, y supuso que pronto le haría otra pregunta o intentaría seguir con esa conversación que ambos estaban teniendo.

Sin embargo, no pudo decir nada cuando ambos contemplaron cómo un rayo de pura energía dorada barrió el bosque como si de un tsunami se tratase. Ante ambos, el mar de energía dorada liberada arrasó con la vegetación en varios kilómetros de bosque, pudiendo éstos ver el resultado de la destrucción y contemplar las flamas que el intenso calor del ataque había generado.