🔥Prologo🔥

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Deslizo con cautela mis manos por el tubo metálico, ascendiendo con gracia y quedándome suspendida en el aire por unos segundos. Las luces leds intensifican su tono rojo, creando un aura ardiente y placentera para la persona que ocupa el sillón. Mi admiradora se remueve con incomodidad, admirando con deseo la escena, y traga saliva. A pesar de la familiaridad con este acto, no puedo evitar sentir nerviosismo ante la mirada penetrante de esta mujer.

Sí, una mujer.

La habitación resuena con la música de mi playlist favorita para estos encuentros: "Porcelain" de Skott, una elección sabia para este momento mágico que compartimos.

Mis piernas se enredan en el tubo, la fuerza de mis músculos sosteniéndome es alucinante y encantadora. Mi columna se arquea hacia atrás, cayendo suavemente para encontrarme con la mirada verdosa de mi compradora. Es la primera vez que una mujer me elige para un baile, y estoy decidida a dar lo mejor de mí para asegurarme de que regrese. No aprecio cuando los hombres se vuelven pesados e intentan acercarse más de la cuenta. Afortunadamente, el guardia está alerta en la puerta, listo para intervenir si alguien cruza límites sin mi permiso.

Pero yo no soy de esas. Mi trabajo aquí se limita al baile, aunque, bueno, la decisión de ir más allá es mía.

Cada movimiento busca resaltar mis atributos con asombro. La mirada de mi compradora sigue cada caída, cada movimiento, cada vez que levanto la pierna y me aferró al tubo. El cuarto está impregnado con su perfume, uno que ya he olido antes, pero ahora se intensifica en su dulzura, embriagándome y sumiéndome en un estado de ensoñación severa.

La máscara veneciana de porcelana blanca, impide el contacto directo con su rostro, según sus preferencias. Observo su cabello rojizo que se funde con los colores de la habitación, cayendo en cascada sobre sus hombros y descansando sobre su pecho. Viste una camisa blanquecina y pantalones de vestir, de un tono un tanto oscuro... ¿marrón, tal vez? Es difícil de discernir.

Sus tacones negros y elegantes destacan ante mis ojos, con las piernas cruzadas y asomando cada vez que toco el suelo.

Son negros y elegantes, mucho más costosos de lo que realmente gano aquí.

Desciendo hacia el suelo con gracia, gateando delicadamente hacia ella. No pierdo el contacto visual; mientras más la miro, más se retuerce en la silla. Sus manos se aferran con fuerza a los posa brazos del sillón individual. Respira profundamente, y con la punta de su zapato, acaricia con cuidado mi mentón, elevando mi mirada un poco más. Trago saliva, sintiendo un latido entre mis piernas ante ese toque tan inocente y provocativo.

Soy una artista de la seducción, eso es lo que ella cree.

Le sonrío y niego con la cabeza antes de regresar a mi lugar en el caño, tratando de mantener una especie de vitrina invisible. Estoy segura de que se está mordiendo el labio bajo esa máscara.

Con un impulso, se levanta del sillón. Mi espalda toca el metal, y reclino mi cabeza sobre este, esperando su acercamiento, a pesar de haber rechazado el toque de su zapato en mi mentón. Su mirada es penetrante, sus pupilas dilatadas, superando el nivel normal de deseo. Solo cuando está cerca, percibo el aroma a whisky. Me gusta su insistencia.

Eleva su mano con suavidad; las yemas de sus dedos se hunden en mi mejilla y encuentran su lugar en mi nuca. Su dedo pulgar se posiciona debajo de mi mandíbula, tirando con un poco de presión para inclinar mi cabeza hacia atrás.

Escucho el continuo latido de su corazón, el músculo golpeando con fuerza su caja torácica. Aun así, no demuestra ni una pizca de nerviosismo. Está caliente, excitada y ansiosa por ser tocada.

Cierro los ojos cuando todo su cuerpo me acorrala contra el tubo. La música de fondo recobra vida, y sus labios se acercan a mi cuello.

Se ha levantado un poco la máscara, solo lo suficiente para tener un contacto directo con mi piel. Aunque esto no es lo que normalmente hago, la cercanía y el tacto me impiden controlar mi cuerpo. Su lengua se desliza en un beso húmedo, y siento sus dedos aferrándose más a mí. La mano que no está ocupada pronto encuentra su lugar en mis caderas.

Dejo que toque, consciente de que no pasará más allá de eso. Si no, no hubiera pedido la máscara. Su pecho se infla, toca el mío, y un pequeño jadeo escapa de mis labios. Los muerdo con fuerza, tratando de contenerme.

Estoy siendo tan impura.

Su dedo índice se enreda en el borde de mi braga, tirando un poco hacia abajo, pero no demasiado, solo lo suficiente para sentir la piel debajo, y luego lo coloca en su lugar.

Respiro profundamente, mi sexualidad está encendida, esperando el toque con más ansias que el dinero. Pero vuelvo a mentalizarme de que no sucederá, y lo comprendo cuando aleja su rostro con cuidado y su mano que estaba en mi cintura deja de tocarme. Abro mis ojos.

Acomoda su máscara, el aire choca contra la porcelana, y la música que estaba en segundo plano vuelve a sonar. Sus ojos verdes me miran, me admiran y me analizan con profundidad. Su aroma me envuelve.

Desliza su mano desde mi nuca, baja por mis clavículas, se desvía hacia mi brazo y termina tomando mi mano con un toque tan inocente. Acerca mi mano a su boca, se corre la máscara y deposita un beso rápido, luego se retira.

Ha finalizado su sesión.

Ha finalizado su sesión

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