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Me despierto por los ruidos incomodos que invaden mis sentidos, abro de a poco los ojos y es difícil, se siente como si me hubieran golpeado entre cuatro personas. Me levanto con mucho cuidado de la cama, siento en mis pies el frio del suelo, abro la puerta del baño y por el ventiluz observo una reja demasiado gruesa. Natasha desliza con mucho cuidado uno de los tornillos y el sonido de la maquina vuelve a hacerse presente.

—Ahora si no escaparás —susurra desde el otro lado, aprieto mis labios

—¿Qué hora es?

—Las diez —de la mañana claramente, la luz del exterior quema mis ojos y hago una mueca en mi rostro.

—¿Wanda?

—Está trabajando, sube arriba —le observo levantar las cosas del suelo

—¿Puedo? —asintió

Desaparece de mi vista, me quedo quieta observando mi propio vacío y noto encima de la mesita de baño, un dentífrico y cepillo de dientes. Es considerada con mi higiene, me imaginaba en peores condiciones.

Termine de asearme, mientras subía las escaleras me detuve en el último escalón al sentir mi corazón palpitar con más velocidad, estaba temblando de miedo, pero quedarme aquí cuando dije que suba, no es correcto y subir me produce terror. Trago saliva, respiro unas cuantas veces y abro la puerta, el clic es notorio y me encuentro con un pasillo vacío.

El aroma a tocino y café obligan a mi estomago crujir, no pensé que tenía tanta hambre hasta que sentí aquello, camino con cuidado, paso por paso y respiro con precaución. Observo a Natasha tostando unos panes, los huevos y el tocino, me mira, con su mirada señala la silla que está en frente de mí.

Deja la taza de café enfrente de mí, no estoy en situación de recriminar por esto, no me queda de otra debo tomarlo y ser lo menos visible posible.

—Antes que nada, llama a Piero

—¿A mamá no?

—A Wanda no le interesa tu familia, le preocupa más tu noviecito. —asentí, en la pantalla se notaba su número de teléfono, Natasha reposo sus codos sobre la mesada y elevo las cejas esperando que lo haga. Sin meter la pata, Artemis, sin equivocarnos.

El llamado comienza, el sonido es chillante y el entrecortado, me dice que este es un lugar con muy poca cobertura.

—¿Hola? —su voz, gruesa y áspera, pero sin duda hermosa.

—Pier, soy yo, Artemis —mi corazón no soporta la presión, la sangre que intenta bombear es insuficiente y en mi pecho hace efecto vacío. El verde de sus ojos, no se quita ni un segundo de mí y yo no puedo dejar de verle.

—¡Artemis! ¡Diablos! ¿Dónde estás? —se lo oye asustado, baja su tono de voz e intenta tranquilizarse.

—Me fui —una mueca en mi rostro me pone en evidencia, quiero llorar, quiero romperme en llanto ahora mismo y confesarle todo a Pier. Natasha estira su brazo, con una mano toma el teléfono de mis manos y lo coloca en altavoz. Rodea la pequeña mesada y recuesta su cuerpo en mi espalda, recibo una suave caricia en mi cabello.

Pero no es del todo cierto, siento en mis costillas la punta de la pistola y trago fuerte.

—¿Qué? ¿Adonde? Te dije que íbamos a solucionarlo, nos iríamos juntos, dime donde estás y me tomo un avión a ahora mismo —Natasha presiona su pistola en mí y se inclina a mi oído para susurrar.

—Más rápido, linda —sus voz me produce un escalofrió y trato de enfocarme en la llamada.

—No, no, no puedo decirlo, Enoc me está buscando y si me encuentran me matará, solo dile a mi familia que estoy bien, adiós, te amo.

ImpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora