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El dolor de cabeza con el que me despierto es denso, tengo dolor de cuello y los ojos me pesan en cantidad, intento mover mi cuerpo. Pero rápidamente descubro que mis manos y pies están atados, el cabello sobre mi cara no me permite ver con determinación a mi alrededor.

El olor a humedad penetra mi nariz, es como si fuera más consciente de los aromas tan incomodos que hay en el lugar, elevo mi cabeza y cierro los ojos ante el tirón que me da en el cuello.

¡Mierda! ¡Mierda!

La imagen de Wanda se reaparece en mi cabeza... luego, en frente de mí.

—Veo que despertaste —su voz se hace presente, abro mis ojos y la observo mientras baja las escaleras, estoy en el sótano, es por esta razón que nunca tendría una casa con sótano. Ya sabía yo que tanta perfección, acumulaba lo oscuro en un lugar como este. En sus manos trae una bandeja, la deja sobre una pequeña mesa de madera y camina hacia mí. —tes ves linda

—Wanda

—Shhh, no digas nada, te ves muy cansada —acaricia mi mejilla con sus dedos y el tacto me asquea, corro mi rostro de su mano, aquella acción me condena. No le ha gustado que hiciera eso, aprieta la mandíbula y se inclina

—Por favor déjame ir —insiste, aunque es muy estúpido hacerlo cuando claramente, eso no pasa en las películas de terror, no seré libre y mis posibilidades de morir son altas. —prometo no decirle a nadie, me iré del pueblo —mis expresiones exageradas, me obligan a sentir como muero lentamente, estoy cagadisima del miedo —del país si hace falta, no me volverás a ver —sonríe de lado

—Eso es justamente lo que no quiero que suceda, Arte —relame sus labios —esté es tu hogar, es tu casa y ahora soy tu familia, no tienes a nadie más. —desliza los mechones de mi cabello detrás de mi oreja, pero no quiero que me toque

—¿Por qué me haces esto? —pregunto con las lágrimas esparciéndose por mis mejillas, se han puesto rojas del coraje y mi cabeza solo piensa en Lisa, en Pier, en mi madre. En los ojos de Enoc, aquellos intentando advertirme de la locura de la mujer que me había alquilado.

—Todo lo que he hecho, lo hice por amor —susurra —ahora no lo ves, pero lo verás y estarás conmigo para siempre

—Jamás estaría contigo de nuevo —una queja se escapa de sus labios, pero sus ojos verdes son desviados hacia la sima de las escaleras, la mujer que vi en su oficina, baja con rapidez.

—¡Wanda! ¡Mierda, que hiciste! —la mujer me mira con persistencia y luego a la mencionada, ella aprieta sus labios, respira profundamente.

—¡Por favor ayúdame! —le suplico entre lágrimas, Wanda me mira rápidamente

—Natasha, te dije que no bajaras —se aleja de mi lado, ignorándome por completo y la mujer, no puede dejar de verme, quiere ayudarme, pero no puede. —subamos

—¡Dijiste que no harías esto! —exclama con una molestia notable

—Ella me ama, ella si me quiere —me señala, niego de inmediato, cualquier mínimo gramo de amor que haya existido en mí, se ha perdido, ella lo mato.

—¡No, no es cierto! —me defiendo, el verde de la mirada se clava en mí, camina con rapidez hacia mi postura y de su bolsillo saca un trapo.

—Vas aprender a callarte de una maldita vez —lo mete en mi boca con violencia y luego desliza un poco de cinta, para que no pudiera escupirlo. —esta todo bajo control, Natasha no te preocupes —comenta mientras lucha con mantenerme quieta, se me sienta encima y aprieta la cinta con más fuerza.

—¿Qué está bajo control? ¡Todo el puto pueblo la está buscando! —la persona quien se ha denominado como Natasha, sube sus manos por su cabello y quiere tirar de él, quiere arrancárselo del estrés. —No puedes olvidarte que Piero conoce tu identidad, Wanda, no seas tonta, piensa una sola vez en tu vida —Wanda suspira, me mira y puedo notar el miedo en sus ojos, raro, porque ella no es la que está atada de pies y manos.

ImpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora