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Sirvo un poco de vino en mi copa, no es uno de mis preferidos, pero es algo que teníamos en casa y así evito tener que salir, hoy hace frio, a pesar de que la estación está intentando abandonarnos y nos acercamos con mucha rapidez a los primeros días de la primavera. Bebo un poco, el sabor amargo me pone los bellos de punta, pero sin duda me relaja por completo, es que he necesitado de esto por mucho tiempo y el agua no es lo mismo. Los jugos bajo en azucares para niños no tienen algo que se llama alcohol, no puedo beber uno de esos un viernes a la noche y sentirme una mujer divorciada. Según la botella la temperatura ideal para ser bebida es 14 o 16 grados, pero no ha sido suficiente y he roto cualquier regla para ponerle un cubo de hielo. Se hace menos fuerte, un poco más traspasable y no tan duro de ingerir.

Conseguí que Jules me tenga las niñas toda la noche, me costo que se despegaran por fin, pero entendieron que mamá tenia cosas que hacer y no podía ser madre hoy. No después del incidente que ocasioné esta mañana. Tengo a su tía amarrada en una silla a mi lado, a Wanda en un estado shock total que no he logrado sacarla y hacer que reaccione, al menos se mantiene quieta en un rincón de la cocina. No ha molestado para nada, pero tengo el presentimiento que en cuanto reaccione, me hará pagar el haber golpeado a Natasha, aunque ella ya este consciente y me mire como si quisiera matarme.

No tuve opción para callarle, le puse un trapo en su boca y que se mantenga como toda una rehén, aunque no fue apropósito, al sacarle los vidrios que le quedaron incrustados en la cabeza comenzó a gritar.

La alarma del horno me indica que la cena ya esta lista, no pude almorzar con ellas en la tarde como me hubiera gustado, porque una estaba inconsciente y me las ingeniaba para atarla en su silla, es que Natasha pesa más de lo que aparenta. Y Wanda bueno, ella estaba ahí, mirándome como si yo fuera el verdadero monstruo de la historia. Tomo la manopla y con mucho cuidado abro el horno, el aroma a pollo es exquisito. Lo acompañaremos con papas.

He puesto música para que el silencio de la casa no nos consuma a las tres, es bajita y va en aleatorio según lo que he estado escuchando el ultimo mes. De nuevo le entra una llamada a Natasha, miro su teléfono en la mesa es Enoc, no ha dejado de llamar en todo este día, es que las mujeres no se han separado del trabajo en mucho tiempo y que de repente se pierdan es extraño, no voy a lastimar a ninguna, solo quiero hablemos. Asegurarme de que no se van a marchar... ¡Claro que se el problema que implica haber matado a alguien!

¡Pero ellas pensaban marcharse! ¡Iba a dejarme sola con las niñas!

¿Qué más podía hacer? Abrirles las puerta y despedirme como una enamorada se despedide de su esposo que se va a la guerra, no, no, claro que no. Nos moriremos juntas si hace falta.

La pelirroja que está amarrada intenta decir algo, pero no puedo entenderle, todavía sigo ocupada intentado sacar el pollo del horno y no quemarme las manos en el intento, otra vez una llamada entrante.

La voz ahogada de Natasha es cada vez más fuerte, lo intenta con todas sus fuerzas, así que tiro la bandeja sobre las hornallas y me giro sobre mis pies para caminar hacia ella. Bajo la tela con mucho cuidado de no lastimar sus boca.

—¿Qué? —pregunto

—No me vuelvas a poner eso en la boca, por favor —suspiro y suelto por completo el nudo que le hice detrás. —Es Enoc, tengo que atender

—Mañana podrás hablar con el todo lo que quieras, hoy mismo no será así —tiro el trapo sobre la mesa y vuelvo al pollo.

—¿Las niñas? —pregunta con la voz un poco seca

—Están con Jules —contesto sin quitar mi atención de lo que he cocinado, tomo una cuchilla y con fuerza corto las partes que son fáciles y las traspaso a una bandeja de vidrio. Luego con una pinza tomo las papas, una por una, porque tenemos mucho tiempo para está cena y nada va arruinar todo esto. Me giro con cuidado para poner la bandeja en el medio de la mesada y le doy una mirada a Wanda. Tiene una expresión levemente fruncida, ha estado llorando por los restos de lagrimas en su rostro y no dudo en acercarme para limpiar su dolor con mi dedo pulgar. Hace un leve puchero con su labio inferior y me acerco un poco para dejar un beso sobre este.

ImpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora