38

3.3K 353 114
                                    

Soy huérfana.

Crecí en la soledad junto a mi hermano gemelo, nos llevaron de orfanato en orfanato, en casas precarias donde nunca fuimos bienvenidos, nos llevaron de acá para allá solo para encontrar un hogar. Aquel nunca perfecto, hasta que nos separaron y luego, todo se hizo negro. 

Deje de sentirme viva, continue con lo que debería ser una vida normal, noviazgos, bailes, universidad, recibirse, casamiento e insatisfacción. Conocer a Natasha no fue algo malo, me enseño sus planes, sus ideas, me abrió su corazón y yo decidí abrirle el mío, pero ninguna estaba contenta con el amor que nos brindábamos. Y un día, en medio de todo el ruido que la soledad me hacía, la vi, con torpeza, desorganización y el temblor de sus palabras al hablar con la gente. El nerviosismo que crecía en su interior cada vez que tenía que interactuar, la fijación por llevar las tazas sin volcar ninguna y el café, asqueroso, porque de todas las veces que fui, ni una lo hizo bien. Pero no me queje, quería que me atendiera, quería captar su atención y quería que me viera. Y por mucho que lo intente siempre fui un cliente más.

Cuando llego su inserción en Impura, fue un total desastre, me enoje con Natasha por haberle incitado a Enoc entregarle aquella tarjeta, no la quería ahí, no quería que se convirtiera en lo que tanto odio, chicas bailando con desesperación, pidiendo la atención de un hombre con su cuenta bancaria llena, solo para sus gastos. La odie tanto que desee en verdad matarla, mi cabeza no dejaba de plantear la idea de que era igual a Carol, igual a todas las mujeres materialistas, pero cuando Enoc me comento para que usabas el dinero, lo supe, abrí los ojos.

No eras igual al resto, eres especial, la indicada, y aquel lugar, no era para ti.

Aferro mis manos al volante con toda la furia que puedo cargar encima, pensando en cada uno de los momentos en los que me beso, en los que me bailo, en los que me hizo abrir las piernas y volcarme en más de un orgasmo, le abrí mi corazón, todo para esto, para que decida abandonarme, robarme y llevarse a mi bebe. Le perdone que me golpeara en la cabeza, que me escupiera, que me empujara y me insultara, se lo perdone, porque la amo.

Detiene el vehículo en frente de mí, el policía se baja del auto y se encamina con rapidez hacia él, saca su arma y soy testigo de cómo la baja, tirándola al suelo.

—¡Mierda! —golpeo el volante y me bajo, Nat me sigue el paso. Los ojos de Artemis se cruzan con los míos, abre grande su visión y comienza a retroceder mientras intenta zafarse de las mano del policía.

—¿Qué hacemos? —pregunta Natasha, siguiéndome el paso

—Interferir —me acerco al oficial y esté nos mira de inmediato —¿está todo bien, oficial? —le pregunto, el muchacho aprieta sus mandíbula, está molesto. Todos lo estamos.

—La jovencita se saltó una advertencia de pare, no me ha querido dar sus documentos y por lo tanto deberá ir a la comisaria —Artemis tiembla del miedo, el arma que tiene en la mano no deja de apuntarle y eso me preocupa, un mal movimiento y le disparará.

—Bien, creo que podemos solucionarlo sin hacer nada tonto —la voz de Natasha se hace presente, centra su vista en el oficial y saca su móvil del bolsillo. —llamaremos al jefe policial de la zona

—¿Perdón? —pregunta el oficial claramente confundido, me acerco a Artemis, retrocede, alejándome de su tacto y niega con la cabeza.

—Nos llevaremos a la joven y fingiremos que nada paso

—¿Qué? No, no voy hacer eso —ahora nos apunta a mí y a Natasha, Artemis queda desprotegida, no es tonta, comienza a correr hacia el pastizal. Aprieto mi mandíbula, comienza a hervirme la sangre y si pudiera, si tan solo tuviera magia la arrastraría a mis manos.

ImpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora