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Los hospitales no me gustan, tienen esas paredes blancas, ventanas en lugares donde no debería haber y calcomanías de protección sexual, cuidado maternal, lactancia y demás. En los pasillos se escuchan los pasos de las enfermeras, doctores y familiares, el llanto incesable de los niños, destruye cada parte de mi cabeza. Una de las enfermeras abre la puerta, la luz del pasillo me golpea el rostro y me obliga a reincorporarme en la realidad.

—Buenos días Srta. Queen—saluda alegre, se acerca a las persianas de la ventana y las abre, las extiende para enseñarme que afuera es un nuevo día, soleado y feliz.

—Buen día —susurro, suavemente y casi en silencio. La enfermera es rubia, tiene los ojos más azules que he visto y lleva una sonrisa un poco tenebrosa. Controla el gotero.

—¿Ha visto a sus niñas? —pregunta, respiro profundamente y niego, no he querido hacerlo, el parto fue horrible, doloroso y he sentido como mi vagina se desgarraba. —¿Quiere que las traiga aquí?

—No, yo pedí que no las trajeran —frunce sus cejas, asiente, con duda, pero lo hace y se marcha. No tengo palabras para describir la sensación que tengo en mi pecho, es como sentirse vacía y entiendo, que se debe a que no llevo nada en mí, pero tampoco tengo ganas de verlas, en cuanto nacieron cerré los ojos. El llanto automático de ambos, me hizo doler la cabeza, Wanda por otro lado estaba eufórica, con la felicidad a flote porque si, son de ellas y no mías. En la realidad, en el exterior, entiendo que no me pertenecen, pero dentro de mi corazón quisiera que volvieran a estar en mi y con sus pequeños golpes matutinos. Tengo sentimientos encontrados, pensamientos que nunca fueron colocados en psique y la idea de marcharme para siempre, se disuelve y me olvido, por lapsos de tiempo, la razón que me trajo aquí, a este pueblo en el medio de la nada.

La puerta se abre de nuevo, los ojos verdes de Wanda se presentan y sostiene el picaporte en sus dedos, sus uñas pintadas de un color negro profundo, oscuro y espeso. Me observa, entreabre los labios y traga saliva antes de poder decir algo.

—¿Estás bien?

—Si

—¿Necesitas algo? ¿Ir al baño? —niego, aprieta sus labios y se adentra a la habitación, cierra la puerta. —Se que me dijiste que no querías verlas... pero, son tuyas también —susurra, su aroma es un maldito gas maldito, se expande por el pequeño cuarto y entra en mi cavidad respiratoria, con ayuda de mis manos me reincorporo en mi lugar y trato de quedar semi sentada. Se acerca para ayudarme, su tacto lastima y sus aroma me arde.

—Hueles a vomito —comento, ella se ríe por lo bajo. La puerta se abre, sus manos desaparecen de mi cintura y se aleja de mi cuerpo con un susto notable.

—Señorita, disculpe que la moleste, pero una de las niñas no quiere beber del biberón y quizás usted... podría darle de su pecho, no come desde hace 6 horas —Wanda clava su mirada en mí, no es un mirada comprensiva es una de "lo vas hacer o te obligo"

—Esta bien —su mirada se tranquiliza, desliza su tacto por el mío y se inclina para besar mi frente, cierro los ojos, me gusta sentirla o al menos sentir algo cálido y no frio como la mano de una enfermera.

—Lo siento, ellas no tienen la culpa —desliza su mano por mi cabello y aferra mi rostro a su pecho —no quiero hacer nada para lastimarte —deslizo mi mano por su cintura e intento abrazarla, pero sus palabras me resuenan, elevo mi rostro para verle a los ojos.

—No quieres, pero si tienes que hacerlo, lo harás, ¿verdad? —pregunto con obviedad, me asesinara si tiene que hacerlo y me descuartizara, tirara mi cuerpo en un campo y ya nadie sabrá de mí. La mirada es profunda, no tiene una respuesta y finalmente el llanto que reclama mi pecho, se hace presente, me deslizo de su tacto. Ha quedado petrificada ante las palabras, la niña llega a mis brazos. —Bien, hagamos esto monstruo —susurro una vez en mis manos, la enfermera me ayuda a desprenderme el brasear, Wanda me observa. Sus cabellos brillan, tiene los ojos cerrados, pero busca desesperadamente mi pezón. La sensación es extraña, se siente como si me estriparan un grano y quitaran todo el pus. Mi pecho lo agradece, gotearon toda la noche y el dolor es un poco insoportable.

ImpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora