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—¡¿Monstruo?! Es nuestro hijo, de las dos —golpea con su palma la madera de la puerta y aprieta la mandíbula. Niego, no me detengo y comienzo arrojarle con todo lo que tengo a mi disposición.

—Nunca te pedí un maldito hijo, nunca en mi vida desee ser madre —tomo en mis manos el velador del lado donde ella duerme y se lo arrojo contra la cara, solo la hago enfurecer más, camina hacia mí con rapidez y me tumba sobre la cama. Trepándose en mi cuerpo y subiendo mis manos por encima de mi cabeza, apretando más de lo normal, sintiendo como mis muñecas van a ser quebradas en cualquier momento. Sigo luchando lo más que puedo por quitármela de encima, pero su peso está muerto y solo se aferra más a mí.

—¡Deja de pelear conmigo! —me grita, enfurecida y con la vena inflamándose en frente

—¿Por qué me hiciste esto? —la pregunta se escapa entre el nudo de mi garganta y las lágrimas que no dejan de tener lugar, el labio inferior de Wanda se curva intentando ocultar un reflejo, con ganas de llorar. —¿Qué más tengo que hacer? ¿Qué más vas hacer conmigo?

—Quiero que estés feliz

—Esto es todo lo contrario a felicidad —sollozo, su tacto se ablanda, lleva sus manos a la curva de mi rostro y acaricia con cuidado todo mi contorno. Se inclina con cuidado, deposita un beso en mi frente y respira profundamente.

—Necesitas dormir, eso necesitas

—¡No! —se levanta de mi cuerpo, me levanto junto con ella para tomar sus manos —necesito que seas consciente de todo lo que está pasando, esto es un delito —eleva la ceja

—Soy muy consciente de mis acciones, Artemis —da un paso al frente y yo retrocedo —soy muy consciente de que el secuestro es un delito —relame sus labios —la que no fue consciente de sus acciones fuiste tu —una suave sonrisa se posiciona en sus labios —de otra forma, hubieras mantenido tus piernas cerradas y no hubieras caído como una puta cuando te metí los dedos —sostiene mi mentón —todo esto, es tu culpa, yo soy consciente, pero tu eres la principal iniciadora del caos —aprieta la mandíbula —Impura no es un lugar para niñas como tú, pero aun así te metiste bajo tu propio riesgo —toco la pared con la espalda —engañaste a tu propio padre conmigo, me permitiste ingresar en tus piernas cuando estabas con Piero, te acostaste conmigo y me abriste una puerta, que debiste mantener cerrada, así que no hablemos de conciencia cuando tu eres la que menos tiene que opinar.

—Pero lo estás llevando al limite

—¿Al límite? Tu accediste, tu dijiste que si —suspira —yo no he hecho nada, que no me hayas pedido —cierra los ojos —Artemis yo te amo y tú me amas, he movido cielo y tierra para poder tenerte aquí —aprieta los dientes —no tienes idea de lo molesto que es tener a la policía detrás, porque la estúpida de tu madre me señala a mí y a Piero, no te das una idea del dineral que estoy gastando por ti, por nuestro bebe —abre los ojos y coloca su mano en mi abdomen bajo —déjame hacerlo todo fácil para ambas

—¿Me tendrás aquí para siempre? —pregunto —¿Qué futuro podría tener un niño aquí?

—No te preocupes por eso, yo me encargare —sonríe —iremos a un pueblo alejado y criaremos a nuestro niño ahí

—¿Y Natasha?

—Natasha tiene que aprender a cerrar la boca y luego hacer su propia familia —relame sus labios

—¿No vendrá con nosotras?

—¿La quieres con nosotras? —eleva su ceja, mal pregunta, pésima pregunta.

—No, solo tú y yo —subo mis manos por su rostro, aferrándome a la misma locura de Wanda. A su delirio mental y sus pensamientos, casi suicidas.

—Serás una excelente madre, Artemis, serás perfecta —besa mis labios —es una lástima que no tendrán tus perfectos rasgos, la ciencia se queda corta —se aleja de mi cuerpo con dirección a la puerta —te hare algo de comer

ImpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora