Las hojas caen de los árboles amarillentos, el frío oceánico llega a mi rostro mientras contemplo su inmensidad. He tenido días tristes, pero hoy es el más triste de todos. Mi hermano murió como consecuencia de la leucemia esta madrugada. No puedo decir que quiero llorar porque llevo semanas haciéndolo, ocultándome del mundo para poder hacerlo, preguntándome qué será de mí, de mi madre y mi hermano menor ahora que ya no está. La culpa me invade por momentos porque, a veces, me pareció una carga, a veces solo deseaba que todo terminara, que él se rindiera y simplemente dejara de sufrir, y nosotros junto a él. Dejar de vagar por los pasillos del hospital en horas interminables, y ahora, simplemente, me doy asco. Asco y pena por no haber disfrutado de su presencia, de los segundo en donde su sonrisa cansada volvía y parecía que todo iba a estar bien. Nada está bien, nada lo estará nunca más. Mis ojos se nublan en este instante, el viento sopla con mayor intensidad a cada segundo, la arena se arremolina en la playa y, de vez en cuando, viene hacia mí y golpea mi rostro. He perdido lo poco que me quedaba, este año que ha pasado he intentado reconstruirme, prepararme para la pérdida, el dolor y la angustia de entender que uno de los seres que amaba ya no estará nunca más. Que sus ojitos azules ya no brillarán de alegría, que su dulce voz no llenará mis oídos con planes y preguntas acerca del presente y el futuro. Es irreversible y mi corazón se niega a entenderlo.
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—Sharik—. La voz que vino detrás de él en la solitaria playa lo hizo volver al presente, al segundo del cual no entendía nada.
Bastian, su amigo del alma lo observó con amor, como siempre lo hacía. Sharik era como su hermano, habían compartido demasiadas cosas juntos para abandonarlo ahora. Sharik se limpió el rostro sintiendo que la arena raspaba cuando se mezclaba con las lágrimas.
—¿Qué haces aquí?
—Este es el único lugar que siempre me dijiste en donde te sentías libre al llorar. De seguro iba a encontrarte aquí—. Dio pasos hacia él, los impecables zapatos de Bastian se llenaron de arena húmeda, pero eso no le importó como tampoco le interesó que su espectacular traje se impregnara de humedad y olor a océano. Bastian se acercó a su amigo y ambos se miraron por un instante. Un segundo en el cual se dijeron todo, nada importaba, le mundo no dejaba de girar por su dolor y sufrimiento, sin embargo, Sharik sentía que moría un poco más a cada minuto.
Bastian lo abrazó con fuerza, Sharik lo rodeó con sus brazos y lo presionó contra su cuerpo, el olor a vainilla y ozono colmó su olfato, quería tomar su energía, las ganas de vivir que nunca abandonaban a Bastian pese a los sinsabores de la vida, pese a todos los obstáculos diarios que se le presentaban y a la tristeza enorme de la ruptura con su pareja, un hombre 20 años mayores solo 2 semanas atrás. Bastian también sufría, había perdido al «gran amor de su vida» como siempre llamó al Teniente Charles Brandon, un ex miembro de las fuerzas especiales que también era el jefe de Sharik en la oficina que tenían en el centro de Ciudad Cabo.
—Gracias por acompañarme.
—Gracias por permitirme estar a tu lado.
—Siento que un puñal ha entrado en mi corazón directamente—explicó conteniendo un sollozo—, es algo tan intenso que ni siquiera puedo respirar.
—Llora—dijo Bastian—, llora todo lo que quieras, grita, permítete sentir el dolor, aceptarlo como es, no lo evadas porque es peor.
—No puedo.
—Claro que si—dijo sujetando su rostro—porque si no lo haces la herida seguirá sangrando y buscarás reemplazar ese dolor con placer, con lo que sea y eso terminará de destruirte.
—¿Es lo que te ha ocurrido a ti? —. Bastian, esta vez, observó a su amigo y se limpió los ojos.
—Lo he intentado, sabes que no me faltan pretendientes, pero es imposible cuando solo pensarlo me revuelve el estómago.
—De verdad lamento lo que sucedió—. Bastian se encogió de hombros, cansado de fingir que no le importaba. Amaba a Charles Brandon, lo seguía haciendo a pesar de su abandono y el total desprecio a sus sentimientos.
—Debes regresar, tu madre necesita de tu ahora. No es fácil para ella perder a alguien tan amado.
—No puedo...
—¿Crees que ella sí? —preguntó dolido—. Sharik eres lo único que tiene además de tu hermano menor. Más que nunca deben estar juntos ahora. Vamos, amigo, hay que regresar.
Sharik dio un enorme suspiro y se perdió una vez en la inmensidad azul frente a él, en lo majestuoso de las olas que golpeaban contra las rocas. De pronto quiso ser un poco como ellos, gozar de la libertad y el respeto al final cuando morían contra las rocas. Todos deberíamos tener algo de ellas, todos deberíamos tener la oportunidad de comenzar de nuevo.
«Siempre tienes la chance de empezar de nuevo, acuérdate de las hormigas. No importa cuánto el mundo las pisotee siempre regresan y salen adelante».
La voz golpeó su corazón del mismo modo que las rocas las olas. Se preguntó dónde estaría ese hombre al que había amado con locura y después de un año lo seguía haciendo, incluso sin tener noticias de él, a pesar del abandono y del juramento inútil por parte de Sharik de olvidarlo y amar de nuevo.
Brad Kazinsky, su amado «Kaz» como todos lo llamaban se fue una tarde similar a la que estaba viviendo en ese momento, una tarde fría en donde los vientos de invierno llegaban a la costa y le mostraban el modo en el que el sol moría entre las nubes, la forma en que las noches se tornaban largas y solitarias. Kaz se había marchado un año atrás y jamás regresó y con esa tristeza a cuestas Sharik comprendió la gran lección de vida que había escondida allí.
Las personas aparecen en tu vida por dos motivos, porque serán una bendición o se convertirán en una gran lección. La cuestión era que Sharik no sabía diferenciar una de la otra cuando se hablaba del hermoso hombre nacido en las heladas estepas rusas y criado al calor de Kansas en Estados Unidos.
No se arrepentía de vivir, de disfrutar cada beso, cada abrazo, cada noche de pasión y deseo que lo habían envuelto en fuego y placer. Era imposible negar todo aquello, negarlo era en parte negarse a sí mismo y todo lo que había disfrutado y amado a su lado.
Kaz llegó a su vida y lo marcó del mismo modo que cada persona buena y mala que tocó su vida. El problema es que ya no podía encontrarlo en nadie más, el aroma de su cuerpo, el sabor de sus besos, el fuego de sus manos y su mirada. Kaz no estaba y Sharik se encontró con pedazos de lo que fue una existencia feliz por muchos meses, buscando rearmar su historia, encontrar la fuerza que él se llevó con el último abrazo y el último beso.
El muchacho observó a través de la ventanilla del deportivo el exterior. El gris del cielo cubría todo, la playa carecía de vida, las calles se asemejaban a una película vieja, de esas que se guardan en la memoria. Bastian manejaba el deportivo en silencio. Regresaron al hospital y la pesadilla continuaba allí, no se detenía, una película interminable. Sharik rogó poder enfrentarla y no morir en el intento. La vida había sido muy injusta con él desde siempre, pero no por eso, le daría el gusto de renunciar.
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AMORES DE INVIERNO - S.B.O LIBRO 11 ( Romance Gay +18)
Romance¿Alguien está preparado para aceptar la muerte de los seres que ama? Sharik viene de una etapa muy dura debido a la enfermedad y la posterior muerte de su hermano menor. Se siente solo en un mundo en el que prácticamente no encaja, solo apoyado por...