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—Hombre, llegamos. —Ewan tocó el hombro de Sharik, y este abrió los ojos, sintiendo la luz ingresar de lleno. El paisaje blanquecino en extremo provocaba eso.

—¿Dónde estamos?

—Según Bastian, en las Maldivas —bromeó—, aunque las recuerdo más soleadas y con gente con menos ropa.

Sharik se removió en el asiento sin ganas de bajar.

Ewan le dio un golpe en la espalda, animándolo a que bajara de la camioneta.

—Anda, bájate. Puedes dormir adentro.

Sharik dio un suspiro y se movió del asiento cálido para salir al frío. Sus ojos apenas se acostumbraban a la luz.

Si en Moscú había una fina escarcha de hielo, aquí la nevada era torrencial. Poca gente transitaba y eran apenas las dos de la tarde. Los muchachos corrieron al vestíbulo, en donde Bastian realizaba las acreditaciones. Los bolsos ya estaban ahí, al lado del rubio. Una vez que recibió las llaves, se dirigieron a la habitación. No había muchos turistas, lo que les permitía andar con un poco más de libertad.

Ingresaron a la habitación que tenía en las paredes un suave color lavanda, diferente al color que normalmente usaban los hoteles de lujo a los que acostumbraban a ir Ewan y Bastian. El celular sonó en el bolsillo de Ewan. Este lo miró y rechazó la llamada. Todos sabían de quién se trataba.

—Contéstale —dijo Sharik, y el muchacho quedó en silencio—. No sabes lo que siente al perder a un padre.

Ewan no iba a atender esa llamada sin importar todos los argumentos que sus amigos le dieran, así que Sharik decidió mantenerse fuera de esa relación, una que en algún momento debería resolverse, y eso significaba dejar de esconderse.

Una vez que dejaron las valijas, Ewan buscó el baño para darse una ducha. Bastian continuaba en la computadora, a la búsqueda de datos que les fueran de utilidad. Sharik abrió las cortinas y observó la nieve que caía incesante.

—¿Crees que esté pasando frío?

Bastian dejó de teclear en ese momento. Estaba en una pequeña mesa de madera de roble, la cual habían llenado de cosas como productos de higiene personal.

—Sharik, deja de pensar en las cosas malas que debe estar pasando porque escapan a nuestro control, ¿sí? —respondió.

—Lo intento, te juro, pero es imposible.

Bastian le hizo señas para que se acercara.

Sharik se dirigió a su amigo, quien lo abrazó con todas las fuerzas que le quedaban.

—Cuando me dijeron que Brandon estaba muerto en Sudán del Sur, me arrepentí de todas las cosas que no había vivido con él —confesó—. Recuerdo sentir el terror correr por mi venas. Yo, el Bastian Driesen que jamás tuvo miedo ni se preocupó por nadie.

AMORES DE INVIERNO - S.B.O LIBRO 11 ( Romance Gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora