Jugueteria

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Fernando quería incluirlos en las labores del hogar y así estar más tiempo con ellos. Los cuatro ayudaron a poner la mesa. Mariana sirvió los platos. Todos se sentaron a comer. Sofia estaba batallando un poco para cortar el pollo.

— ¿Te ayudo hermanita? —pregunto alegre Matías.

—Si, por favor—dijo Sofia un poco sorprendida por lo que escucho.

Matías tomo el plato para poder cortarlo el pollo en trozos pequeños y se lo regreso a Sofia. Paola y Fernando sonrieron al ver la escena. Diego comió sin problema. Mariana estaba pensando en sí le decía a su madre lo de Rodrigo o no, pero también quería esperar a para saber que le decía su padre y decidió que esperaría. Fernando por su lado también estaba pensando en cómo ayudar a su hija. Paola estaba viendo que algunos integrantes de su casa estaban pensativos, pero no dijo nada, ya después hablaría con su esposo en la noche. Comieron tranquilamente. Comieron rápido.

—Hijos—dijo Fernando—vamos a salir, vayan a lavarse los dientes—les pidió.

Mientras que Fernando esperaba a los niños en la sala, doña Mary llegó. Él la saludo con alegría. Paola bajo para saludarla. Mariana fue a buscar a su papá.

—Papá—dijo un poco asustada—vamos a tu consultorio.

Fernando sabía a qué se refería, le sonrió sin decirle nada. Doña Mary fue a su cuarto para instalarse. Paola acompaño a Mariana. Los tres entraron. Paola tenía abrazada a Mariana para darle confianza. Fernando se lavó las manos. Tomo la jeringa y la abrió, después agarro el botecito con el líquido y lo metió en la jeringa.

—Acuéstate mi amor—pidió Fernando dulcemente.

Mariana no dijo nada. Se desabrocho el pantalón y se acostó en la camilla.

—Dame tus manos mi amor—dijo Paola.

—Mamá—dijo con la voz quebrada—tengo miedo.

—Lo sé mi amor, papá va a ser muy cuidadoso.

—Si mi princesa—apoyo él—va a ser rápido y no te va a doler, solo no te pongas dura.

—Si papá.

Fernando bajo su pantalón y su ropa interior de la parte izquierda. Después paso el algodón con alcohol y Mariana cerro los ojos. Fernando apretó su glúteo.

—Piquetito—dijo para que no se sorprendiera y con sumo cuidado metió la aguja.

Mariana al sentir la aguja penetrar su piel, se sorprendió de que casi no sintió nada.

—Papá—dijo.

— ¿Te dolió mi amor? —pregunto él.

—No papá, casi no sentí nada.

—Te lo dije—Fernando sonrió.

Metió todo el líquido y saco la aguja, le dejo el algodón y subió su ropa.

—Gracias papá—dijo abrazándolo—ven mami—dijo también abrazándola.

—Amor—dijo Fernando a Paola—quiero llevar a los niños a una juguetería, no tienen juguetes, se nos olvidó ese detalle cuando fuimos al centro comercial.

—Si amor, tienes razón.

Los niños y Matías bajaron. Se fueron al coche. Diego y Sofia querían preguntar a donde iban, pero ninguno se atrevió. Se sorprendieron cuando llegaron a una gran juguetería.

— ¿Qué hacemos aquí papá? —pregunto Matías sin entender nada.

—Venimos a comprar juguetes para los niños, hijo—sonrió.

Ellos no supieron que decir.

—Vamos—dijo Paola sonriente.

Los niños se bajaron, pero no querían entrar. Paola les dijo muy bajito que entraran, ella vio indecisión en los niños. Mariana y Matías entraron.

— ¿Qué pasa? —Pregunto Fernando al ver que no tenían intensiones de entrar, pues se imaginó que iban a estar muy emocionados, que, si era así, pero ellos estaban sintiendo otras cosas más profundas— ¿Qué pasa princesa, Campeón? —se agacho a su lado y también Paola.

—Yo—dijo Sofia con lágrimas en los ojos—no quiero nada.

—Mi amor—dijo preocupado— ¿por qué?

—Nosotros—dijo Diego—no queríamos quedarnos con ustedes, nos queríamos escapar, pero al pasar el tiempo decidimos que nos queríamos quedar.

—No merecemos esto—dijo Sofia. Las lágrimas le corrieron por las mejillas.

—Ven aquí, mi princesa—la acerco a él para abrazarla.

—Son nuestros hijos—dijo Paola—los amamos y les vamos a dar todo lo que tenemos a nuestro alcance—ella abrazo a Diego.

—No llores mi amor—dijo Fernando limpiándole las lágrimas a Sofia.

—Vamos a entrar—dijo Paola—para que escojan sus juguetes.

Los 6 recorrieron la tienda. Los niños estaban contentos, pero la sonrisa que tenían Paola y Fernando era gigantesca. Se les fue muy rápido la tarde. Al llegar a su casa, llegaron muy cansados.

—Quiero ver mi cuarto Diego ¿me acompañas? —rio.

—Si Sofia—sonrió.

Al entrar se sorprendió de lo bonito que estaba. Fernando fue a buscarlos. Paola se fue a su cuarto, se sentía con el estómago revuelto, pero no había querido decirle nada a su esposo, para no preocuparlo. Fernando fue al cuarto de Sofia cuando los escucho hablar en él.

— ¿Te gusta princesa? —pregunto sonriendo.

—Si—dijo con lágrimas en los ojos—gracias—se le tiro a los brazos.

—Sofia ¿vas a dormir aquí? —pregunto Diego.

—Si Diego.

Cómo habían comido algunas cosas después de la comida, no tenían hambre y nadie quiso cenar. Fernando acostó a los niños. A los dos les dio un beso de las buenas noches y los arropo. A Fernando se le hizo muy extraño que Paola no fuera con los niños. Él fue a su cuarto para buscarla. Ella estaba en el baño.

— ¿Qué pasa amor? —pregunto preocupado al verla mal.

—Algo me debió de haber caído mal—dijo con gesto de dolor.

— ¿Qué te duele? —se acercó a ella, para tocarle la frente.

—Un poco el estómago, vomite un poco.

—No tienes fiebre, voy por una pastilla para el dolor—la beso.

Fernando volvió rápido. No quiso decirles a sus hijos que su madre estaba enferma para no preocuparlo, pues considero que no era nada grave. Paola se tomó la pastilla y al poco tiempo sintió que el dolor disminuía. Fernando se puso el pijama y se acostó y también Paola. Él la abrazo. Ella fue la primera que se quedó dormida. Fernando al ver a su esposa mejor, también se quedó dormido.  

La adopción de Diego y SofiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora