BLANCA
Una vez me deja Álex en la puerta de mi casa, entro y me encuentro a mis padres terminando de cenar en la cocina. Miro la hora y son las once de la noche, mierda, tendría que haber estado aquí a las diez y media como muy tarde. Presiento la bronca que me van a echar, sobre todo mi padre.
— Hola — saludo como si nada.
Me siento en una de las sillas libres, al lado de mi madre y justo enfrente de mi padre y, cuando voy a hincarle el diente a los calamares que tengo en mi plato, mi padre me lo retira.
— Se acabó la cena — me espeta mi padre.
— Vamos, déjala, se habrá entretenido con sus amigos, a nosotros nos ha pasado en nuestros tiempos — me defiende mi madre en un tono dulce para que mi padre no se ponga agresivo.
— No se entretiene con sus amigos, ¿no te das cuenta, Jennifer? — se levanta mi padre —. No me gusta nada que salgas con ese chico.
Mi madre al escuchar la última frase de mi padre deja de comer y me mira fijamente a la cara.
— ¿Qué chico? — pregunta mi madre incrédula.
— Con el Álex ese, el moreno de unas calles más abajo — dice con desprecio —. Esta cría está descontrolada por ese tío y no lo voy a permitir.
— Álex es un buen chico, es hijo de un amigo mío — dice mi madre algo molesta.
— ¿Un amigo tuyo? — ríe mi padre mientras da un largo trago de su vaso lleno de Whisky —. No me hagas hablar.
No entiendo de qué narices está hablando mi padre, estoy muy perdida en esta conversación y después de lo de esta noche... no estoy para aguantar muchas tonterías.
— Blanca, no quiero verte con ese chaval, he visto que te ha dejado en la puerta, por lo que has estado con él — me clava mi padre esos ojos azules inyectados en sangre.
— A mí no me vas a decir con quién me tengo que juntar y con quién no — me levanto de la mesa y subo las escaleras hasta llegar a mi habitación.
Cuando voy a cerrar la puerta, escucho gritos procedentes del piso de abajo, me quito los zapatos y bajo a hurtadillas para que no me oigan.
— ¡Deja a nuestra hija que haga lo que le dé la gana! — me defiende mi madre.
— ¿¡Para qué!? ¿¡Para que sea una puta como tú, que vaya de tío en tío!? ¡No lo consentiré! — grita mi padre.
— ¡Yo siempre te he sido fiel, al contrario que tú, que te enrollaste con una de mi pueblo al poco de casarnos! — grita mi madre temblándole la voz.
— ¡Bueno, a saber qué has hecho tú con ese amiguito tuyo del anillo!
Me asomo a la puerta de la cocina y puedo ver a mi padre agarrarla del brazo y acercándose mucho a ella, demasiado para mi gusto.
— ¡Eras una puta y lo seguirás siendo! — le dice a mi madre, provocando que esta llore.
— ¡¡Para!! — grito mientras bajo las escaleras y entro rápidamente a la cocina, no puedo ver a mi madre tan débil, no lo consentiré —. ¡Ni se te ocurra hablar así a mi madre!
— Es mi mujer y haré lo que quiera con ella, vete si no quieres cobrar tú también.
— Adelante, hazme lo que te dé la gana — le digo con valentía, estoy harta de esconderme y que mi madre siempre pague por las dos.
Suelta a mi madre y veo que se dirige a mí, años atrás estaría corriendo por la casa buscando un escondite en el que no me pudiese encontrar, mi habitación, mi guarida, mi salvavidas... Pero, esta vez no, clavo mi mirada en la suya, mis ojos no transmiten debilidad, sino rabia, una rabia que casi nunca he sacado con mi padre.
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Lo que nunca fuimos © (2)
Teen FictionJennifer tiene una elección muy importante en el altar de la iglesia, ¿qué decidirá finalmente? ¿Se casará con Roberto o huirá de la iglesia y correrá a los brazos de Cristian? Su decisión final cambiará absolutamente toda su vida, siendo esta un a...