BLANCA
Entreabro los ojos y no veo absolutamente nada, las persianas deben de estar totalmente bajadas. Por un momento me pongo algo nerviosa, ¿dónde estoy? No me acuerdo cómo llegué a este lugar, encima no veo nada, pero a pesar de eso no me suena que sea mi casa, la cama no la tengo tan alejada de la ventana... Me giro hacia mi derecha y veo que hay alguien a mi lado. No puede ser, por un momento palidezco al pensar en una persona. Bruno.
Empiezo a pasar mis manos por su cuerpo de abajo a arriba para saber de qué persona se trata y, cuando llego al pelo, enseguida me relajo al tocar una larga melena.
— ¿Qué haces? — pregunta Estela soñolienta.
— Nada amiga, que no sabía lo que había hecho con mi vida — le respondo escuetamente y me vuelvo a acomodar en la cama.
— ¿Quién pensabas que era? — pregunta con la boca pegada a la almohada.
— Bruno — respondo.
Estela se ríe y se vuelve hacia a mí, quedando su cara enfrente de la mía.
— Bruno lo intentó, pero con la bofetada que le pegaste no creo que lo vuelva a intentar más — me informa mi amiga entre risas.
La verdad es que, al escuchar sus palabras, me viene algún recuerdo a la cabeza. Estábamos en el salón de la casa y yo estaba sentada en el sofá de cuero esperando a Estela que había ido al baño, que estaba en el piso de arriba. De repente se sentó Bruno a mi lado e intentó besarme sin ningún reparo, pero a pesar de los efectos del alcohol, le hice la mayor cobra de mi vida y luego le solté la bofetada que me ha mencionado Estela. Se enfadó y creo que no volví a saber nada más de él. De repente mi móvil vibra en la mesilla que tengo a mi lado izquierdo. Lo cojo como puedo y contesto sin saber quién es.
— Blanca, ¿sabes algo de tu padre? — me pregunta mi madre algo preocupada.
— No, cuando supe que ibas a estar de guardia decidí irme a casa de Estela, no quería estar a solas con papá — respondo.
— Pues cuando puedas ven a casa y ayúdame a recoger todo esto — dice con un hilo de voz.
Tiene la voz rota, como si fuese a llorar de un momento a otro. Al escucharla así, decido levantarme de la cama antes de lo que me hubiese gustado. La informo de que en un minuto estoy allí y me incorporo.
— ¿A dónde vas? — me pregunta Estela entreabriendo los ojos.
— Tengo que irme, mi madre me necesita, no sé qué ha pasado — respondo mientras meto el disfraz y todas mis cosas de esta noche en la mochila con rapidez.
Le hago un gesto con la mano de que luego la llamo y en cuestión de segundos Estela vuelve a estar dormida. Abro la puerta con cuidado para que no se despierte y bajo las escaleras corriendo. Al pasar por la cocina, veo a Ainhoa que está haciendo la comida y me despido de ella. Parece que mi madre le ha debido de decir algo, porque nada más verme mueve la cabeza de un lado a otro. Abro la puerta principal y me dirijo a mi casa, en quince segundos ya estoy entrando, es lo bueno que tiene casi vivir pared con pared.
Al abrir la puerta principal no puedo creer lo que estoy viendo. Los jarrones que trajeron mis abuelos maternos de su último viaje a Grecia están rotos en pedazos repartidos por todo el suelo de la entrada. Además de otras muchas cosas, todo son regalos de mis abuelos o nuestros de cuando nos hemos ido de vacaciones mi madre y yo. Incluso, fotos nuestras, los marcos están completamente machacados, como si los hubiese golpeado con fuerza, no simplemente que hayan sido tirados al suelo.
— Ten cuidado, este piso está así entero, todavía no he subido al piso de arriba — me avisa mi madre con el cepillo y el recogedor en la mano.
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Lo que nunca fuimos © (2)
Ficção AdolescenteJennifer tiene una elección muy importante en el altar de la iglesia, ¿qué decidirá finalmente? ¿Se casará con Roberto o huirá de la iglesia y correrá a los brazos de Cristian? Su decisión final cambiará absolutamente toda su vida, siendo esta un a...