CAPÍTULO 8

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ÁLEX

Al montarnos en el coche puedo ver que sigue nerviosa, creo que por lo del tío ese que ha intentado aprovecharse de ella, patético. Le conozco desde hace años, siempre me le encuentro en estas fiestas, va de majo, pero luego te la clava por detrás. Blanca no ha sido su primer blanco, le he visto intentarlo con muchas tías, pero la mayoría de estas le tiran la bebida encima o empiezan a gritar como locas, no como Blanca, que se había quedado pálida, estaba como bloqueada, si no hubiese subido en ese momento, no sé qué habría pasado ni quiero saberlo. Desde que nos hemos montado en el coche, no me dice nada, ni me mira, se limita a apoyar su cabeza en la ventanilla.

— ¿Estás bien? — le pregunto cogiéndola la cara y girándola hacia mí para que me mire con esos ojos azules celeste que tiene.

— Sí — me dice volviendo a desviar la mirada.

Está rara y no sé por qué. Recuerdo todavía cuando estábamos yendo a la fiesta y Estela me advirtió de que no me metiese con ella; sin duda le sucede algo y no me gusta verla así. Vale que me meto con ella varias veces, pero joder, una cosa es picarla y ver cómo se cabrea, pero otra es verla mal y eso no me gusta. Arranco el coche y nos dirigimos a su casa. A mitad de camino la miro y está dormida, parece un angelito, tiene varios mechones de su oscura melena sobre su cara; cuando llego a un semáforo en rojo se los coloco detrás de la oreja y ella se revuelve en su asiento y se acurruca más.

— ¿Ya hemos llegado? — pregunta adormilada.

— No aún no, queda poco.

Sigo conduciendo hasta que paro el coche enfrente de su casa. Me giro hacia ella y veo que se ha vuelto a dormir.

— Blanca — le llamo dándole toquecitos en el brazo para despertarla.

Al principio no me hace caso, pero finalmente abre los ojos y me mira.

— Ya hemos llegado — le informo.

— Gracias — me agradece mientras busca su bolso.

— Está aquí — digo cogiéndolo a sus pies.

— Gracias otra vez — me agradece por segunda vez cogiendo el bolso.

Se queda mirando la puerta, pero no sale. Apago el motor del coche.

— Blanca, ¿qué te ocurre? — le pregunto por no sé cuanta vez ya.

No sé por qué me preocupo por ella, quizás porque es más pequeña que yo, no lo sé. Le agarro de la muñeca y tiro de ella para que me mire a los ojos. Tiene miedo, lo sé y eso que está borracha. Nos quedamos mirándonos a los ojos, estoy esperando una respuesta que no llega, simplemente se acerca poco a poco a mí sin apartar la mirada y planta sus labios sobre los míos.

— Qué guapo eres — dice con los ojos entreabiertos y con sus labios pegados a los míos.

Al principio no sé qué hacer, si responder también o alejarme, pero son tan suaves y carnosos sus labios, que es inevitable no quedarse a jugar con ellos. Cuando me había besado en el juego de verdad o reto, era distinto, ahora es como si lo necesitara, quizás me esté volviendo loco. Me agarra la cara con las manos y me acerca más a ella, abrimos nuestras bocas y nuestras lenguas se encuentran. Joder, enseguida puedo notar cómo una parte de mi cuerpo está creciendo rápidamente. No puedo evitar quitarme el cinturón y acercarme a ella, no sé qué me está pasando, quizás sean los restos de alcohol que me quedan en el cuerpo. Veo que ella también se quita el cinturón y se acerca más a mí. Echo mi asiento hacia atrás y la agarro de las muñecas para que se siente sobre mí, sin decirla nada lo hace y vuelve a besarme en los labios.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora