CAPÍTULO 47

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BLANCA

Lo que menos me esperaba que fuese a pasar hoy, ha pasado. He intentado hacerme la dura, pero hoy, no sé si será por el alcohol, pero mi coraza se ha derrumbado por completo. Echaba de menos sus labios, por lo que disfruto cada segundo que están juntos con los suyos. Lo hago con suavidad porque puedo notar cómo se queja por el dolor. Siento los labios fríos y eso hace que me ría, no sé por qué.

— ¿Qué te ocurre? — pregunta desconcertado.

— Tus labios están fríos — respondo ocultando mi risa y pasándome los dedos por mis labios.

— Pues caliéntamelos tú — esboza esa estúpida sonrisa traviesa que me vuelve completamente loca.

Es como si este tiempo que hemos estado separados no hubiese existido, me siento como antes de que se enrollase con María, la parte bonita de nuestra relación. Pero aun así no dejo de pensar que es un mujeriego. Me agarra de la cintura e intenta besarme, pero de repente todos los recuerdos con María y con esa desconocida en el coche... aparecen en mi cabeza. Me echo hacia atrás para que sus labios no impacten contra los míos de nuevo.

— ¿Qué te ocurre? — me pregunta borrándose su sonrisa de su cara.

— Creo que no es lo correcto — respondo y decido salir de la cocina, dejándole allí plantado.

Para mi sorpresa, no me sigue. En cuanto, llego a su habitación, cojo una camiseta y unos pantalones que suele utilizar cuando juega al fútbol y me cambio aprovechando que él no está aquí. Me meto en la cama y me cubro con las sábanas hasta arriba, cerrando los ojos para poder descansar finalmente, aunque se me hace imposible porque lo único en lo que pienso es en el beso fugaz que nos hemos dado.

Cuando parece que me estoy durmiendo, noto que el otro lado del colchón se hunde, debe de ser Álex, cosa que me pone muy nerviosa. Hacía tiempo que no dormía con él en la misma cama y de repente hoy ha ocurrido de todo en una noche. ¿Quién me diría que si saliese de fiesta me reconciliaría con Álex y estaríamos durmiendo en la misma cama?

— ¿Estás dormida? — me pregunta de repente.

Por un momento dudo entre responderle o hacerme la dormida. Pero hay algo que sucedió en la habitación de aquella casa que quiero saber.

— No — respondo y me doy la vuelta para quedarme frente a él.

— Quería preguntarte algo — añado de repente y pienso en cómo formular la pregunta.

Él me mira esperando a que hable. Trago saliva y decido continuar.

— Parecía que tú y Bruno os conocíais de antes y dijo algo de que sabías de sobra que no le gustaba que le tocasen lo suyo — digo de repente quedándome tranquila de haberlo soltado.

Veo que se toca el pelo nervioso y mira fijamente al techo. Hay un silencio sepulcral lo cual hace que me ponga muy nerviosa. No aparto la mirada de él para que me responda.

— Verás, hace años yo estaba en su banda porque estaba pasando por malos momentos y bueno, digamos que su mundo era y es peligroso, drogas, peleas... — me dice desviando la mirada varias veces de mis ojos –. En ese momento, tomar drogas hacía que mis problemas se evadiesen, me calmaba, pero luego todo fue a peor y bueno, no quiero seguir entrando en eso.

Decido respetar su decisión de no querer contarme más, a lo mejor algún día está preparado para hacerlo, pero no me parece bien presionarle.

— Y respecto a lo otro... yo me enrollé con su novia, pero no sabía que era su novia, ella no me lo dijo y él no nos la presentó nunca, la tenía como oculta, ¡¿yo qué sabía?! — continua, esta vez algo alterado.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora