CAPÍTULO 28

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BLANCA

Unos días más tarde...

Por fin ha llegado el día de irme al pueblo. Es lo que más deseo en todo el año, siempre me paso todos los veranos allí desde pequeñita, es un lugar que me permite desconectar de todo, me lo paso genial en muy buena compañía y me devuelve la energía que me ha quitado todo el curso. Estaba contando los días y hoy por fin ha llegado. Mis padres no van porque mi madre trabaja aún y mi padre se va a quedar con ella, le ha convencido mi madre porque como él ahora no trabaja se quería venir conmigo, pero mi madre como es tan buena que ni me la merezco le ha convencido para que me deje en paz y se quede con ella. Lo bueno que va a tener mi madre es que va a estar más tiempo en el trabajo que en casa, por lo que le verá muy poco, pero aun así ya le he dicho que si le pasa algo que me llame que me presento allí rápidamente.

Lo que más odio de irme al pueblo es la maleta que tengo que hacer, son dos meses y pico lo que me quedo allí, así que tengo que pensar muy bien qué llevarme. Me llevo la ropa que mejor me queda, salimos muchas veces de fiesta así que tengo que llevar provisiones. Pongo mi gran maleta encima de la cama y empiezo a elegir mis atuendos y mis cosas en general, meto pantalones largos, cortos, camisetas, blusas, sudaderas, jerséis, chaquetas, el portátil, las planchas y muchas cosas más.

Me llega un mensaje al móvil, todavía me queda maquillarme, estoy dándome toda la prisa que puedo. Echo un vistazo y veo que es Estela:

«¿Te queda mucho? Yo ya estoy casi lista».

Me voy con Estela porque es la que tiene carné, ojalá yo tuviese ya dieciocho años para no depender de nadie en estos aspectos. Tecleo una respuesta:

«No, me maquillo y ya estoy».

Todavía me queda meter algunas cosas y cambiarme, sigo con el pijama de verano. Me estoy entreteniendo mucho y Estela quiere salir antes de comer, por lo que me tengo que dar prisa. Me pongo unos pantalones cortos blancos y una blusa negra, me peino el pelo y me maquillo tan rápido como puedo. Una vez estoy lista y reviso que llevo todo, aviso a Estela para que venga a por mí. Me llega otro mensaje, es imposible que sea Estela, no le habrá dado tiempo a llegar, si le faltaba recoger las cosas del baño. Me siento en la silla de mi escritorio y veo el nombre de Álex, enseguida me pongo contenta como si me diese un chute de adrenalina.

«¿A qué hora salíais?»

Él también va hoy al pueblo, la verdad es que estos días hemos estado bastante bien, aunque sigue escondiendo lo que tenemos, pero dejando eso aparte hemos avanzado algo, al menos ya no le veo tan receptivo con otras mujeres.

«Salimos en breves, lo que tarde Estela en recogerme».

En cuanto le envío el mensaje, él me responde al instante:

«Vale, Rubén, mi hermano y yo salimos también ya. Te lo digo para que le comentes a Estela que pare en Segovia y comemos allí, si queréis».

Me parece una idea estupenda, se lo diré a Estela. Estoy segurísima de que estará muerta de hambre y qué mejor que comer en Segovia para empezar bien el verano. Me llega una perdida al móvil, es Estela, debe de estar abajo esperándome. Cojo mi gran maleta y el bolso, me pongo las gafas de sol y bajo las escaleras.

— Mamá, ya me voy — anuncio ilusionada.

Mi padre no está porque se ha debido de ir a dar una vuelta, aunque ahora que lo pienso... ¿y si se ha ido con aquella mujer? A mi madre la he intentado decir lo que ocurrió en casa con esa mujer, pero mi padre siempre aparecía y no veía el momento adecuado para decírselo. Ahora podría, pero no es un buen momento.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora