JENNIFER
Tres semanas más tarde...
Después de la gloriosa luna de miel que tuvimos, tocaba volver a la realidad. Dejamos las bonitas vistas de Venecia y sus exquisitas comidas, además del lujoso crucero con esa impresionante piscina y rodeados de mar, para volver de nuevo a la rutina. A Roberto le toca trabajar fuera de España, eso me entristece la verdad, empezamos nuestro matrimonio estando distanciados, quitando las semanas que hemos compartido después de nuestra boda.
Nos hemos ido a vivir a una urbanización a las afueras de Madrid, en la que viven algunos de mis amigos, entre ellos Cristian y Ainhoa. Como Roberto apenas tenía dinero ahorrado y la mayoría se lo ha gastado en la boda... mis padres me han comprado un chalé con jardín y piscina, pero ya les he dicho que según vaya ganando dinero se lo iré pagando. Yo prefiero vivir aquí antes que en el centro de la ciudad porque estoy más relajada y hay menos jaleo.
Roberto está en nuestra habitación, cogiendo las cosas necesarias para irse mañana, no puedo evitar quedarme apoyada en la puerta mientras le observo.
— Vamos, cariño, no te preocupes, volveré en unos meses — me dice mientras mete unas camisetas blancas en la bolsa de deporte.
Deja de hacer lo que estaba haciendo y se dirige a mí, dándome un efusivo beso en los labios.
— Ya lo sé, pero estar varios meses sin ti es duro — digo desviando la mirada al suelo.
— No vamos a estar incomunicados como antiguamente — ríe mientras me coge la cara con sus grandes manos —. Ni vamos a tener que enviarnos cartas que puedan llegar muy tarde.
Su ocurrencia me hace reír y consigue sacarme finalmente una sonrisa.
— Ya lo sé, pero no es lo mismo una pantalla que tenerte a mi lado.
Me conozco y sé que lo voy a pasar mal. Soy una persona que necesita estar cerca de su pareja, llámame dependiente o lo que quieras, pero soy así y sé que le necesitaré conmigo. Decido dejar de decir lo que pienso y Roberto continúa haciendo su maleta. Sé que si sigo hablando del tema vamos a empezar a discutir, como hemos hecho más de una vez en nuestra luna de miel, incluso de novios cuando estábamos planeando casarnos, por eso mismo nos casamos tan pronto. Es lo que tiene estar con un militar, tienes a un hombre fuerte y protector a tu lado, pero que su trabajo está fuera. Hay que acarrear con las consecuencias y no era del todo consciente hasta ahora. Cuando ha terminado de meter todo en la bolsa, la deja junto a la cómoda y se acerca a mí.
— Jenny, me voy en unas horas, no querrás que me vaya con un mal sabor de boca, ¿no? — dice Roberto.
Por supuesto que no, quiero que sea su mejor noche y eso es lo que haré. Atenuamos las luces de la habitación y comienza a besarme. Enseguida me recorre un escalofrío por el cuerpo, puedo notar mi piel de gallina ante su tacto. Me agarra de la cintura y me atrae hacia él. Se sienta en la cama y me trae consigo. Me pongo encima de él y le agarro del pelo mientras él me agarra de las caderas con fuerza. Nos besamos, abriendo nuestras bocas, encontrándose así nuestras lenguas. Paso mis manos por debajo de su camiseta hasta que se la quito y veo sus trabajados abdominales, no puedo evitar tocarlos, él también me quita mi camiseta hasta que me quedo en sujetador delante de él. Veo cómo sus manos recorren mi cuerpo de abajo a arriba parándose en mis pechos y me los toca suavemente como sabe que me gusta. Desliza sus dedos por el cierre de mi sujetador y me lo quita en cuestión de segundos, me levanto y ambos nos quitamos nuestra ropa inferior, quedándonos completamente desnudos.
— Eres preciosa, cielo — me dice al oído mientras me da pequeños mordisquitos en el cuello.
— Tú no te quedas atrás — río, observándole.
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Lo que nunca fuimos © (2)
Teen FictionJennifer tiene una elección muy importante en el altar de la iglesia, ¿qué decidirá finalmente? ¿Se casará con Roberto o huirá de la iglesia y correrá a los brazos de Cristian? Su decisión final cambiará absolutamente toda su vida, siendo esta un a...