CAPÍTULO 65 - FINAL

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BLANCA

Una vez llegamos a la enorme casa de Bruno, aparcamos en su acera y nos bajamos. Caminamos por el camino de asfalto rodeado de un jardín similar al mío y llegamos a los escalones que dan a la puerta principal de la casa. Toco el timbre con mi dedo índice y Bruno nos recibe rápidamente.

― Guau, estás espléndida ― dice Bruno en un tono travieso al verme.

Me mira de arriba abajo. Coge mi mano y hace que de una vuelta sobre mí misma. Me sonrojo por la situación. Finalmente, nos invita a pasar y accedemos. Vamos directamente al salón, en el que hay una mesa de madera de roble en el centro con un mantel rojo y negro. Sobre la mesa hay varias cajas con deliciosas pizzas que deben haber traído a domicilio. Echaba de menos el olor a pizza no congelada. También hay un montón de servilletas, vasos de cristal, y un montón de botellas de alcohol y de refresco. Me siento en una de las sillas junto a mi amiga y Rubén se sienta al lado izquierdo de Estela. Mientras que Jonathan, Miriam e Isaac se sientan enfrente de nosotros. Bruno se sienta a mi lado, en uno de los extremos de la mesa, e Iván se sienta enfrente de Bruno en el otro extremo de la mesa, quedando así todos los sitios ocupados.

Cojo una porción de pizza de jamón y queso, y me la llevo a la boca. ¡Está ardiendo! Inmediatamente abro la boca y me abanico con mi mano izquierda.

― Ansiosa ― ríe Jonathan.

Soplo un poco y esta vez consigo tragar sin quemarme el paladar. Está deliciosa, me voy a poner morada hoy.

Después de estar comiendo, riendo y bebiendo, decidimos recoger la mesa porque la fiesta está a punto de empezar.

― Voy un momento al baño ― aviso al resto.

Bruno con el dedo índice me indica dónde está el baño. Subo las escaleras y me dirijo a la derecha, sigo caminando por el largo pasillo y abro la puerta que tengo a mi izquierda. Enciendo la luz y veo que he acertado, normalmente suelo confundirme. Mientras estoy apoyada en el lavabo, echo un rápido vistazo a mi móvil y veo que Alex sigue sin dar señales de vida, parece que ha cumplido lo que le he dicho, de pasárselo bien, tanto que ni se acuerda de mí.

Salgo del cuarto de baño, camino por el pasillo y me choco con alguien. Es Rubén, estaba tan centrada en el móvil que ni le había visto. Me disculpo.

― No, no es nada, una cosa, ¿puedo hacerte una pregunta? ― me dice cogiéndome del brazo.

― Sí, ¿qué quieres? ― le pregunto un tanto intrigada.

Puedo notarle nervioso, está mirando a todos lados y traga saliva continuamente. Agarrándome aún del brazo, me mete dentro del cuarto de baño del que he salido, cierra la puerta y los dos nos quedamos dentro. Yo sigo sin entender nada. Me quedo en silencio, esperando a que me diga algo, pero parece que no se decide. Espero que no sea ningún consejo con respecto a Estela, porque para eso soy malísima.

― Verás, ¿Álex te ha contado algo? ― me pregunta mirándome fijamente.

Niego con la cabeza sin entender nada y frunzo el ceño. ¿De qué está hablando?

― Me refiero a si te ha contado algo sobre los carnavales ― especifica más.

Aunque ha concretado, sigo sin saber a qué se refiere, ¿contarme el qué? Me quedo en silencio, esperando a que me diga algo más.

― Está claro que no te lo ha contado ― ríe nervioso Rubén.

― ¿Qué es lo que no me ha contado? ¿Y por qué estás así de nervioso? ― pregunto sin rodeos.

Me pongo muy nerviosa cuando me quieren contar algo y me dejan todo el rato en suspense.

― Bueno verás, Álex tuvo un desliz en los carnavales ― comienza diciendo, entrelazando sus dedos con nerviosismo ―. Me dijo que te lo contaría una vez se solucionase todo lo de tu madre, pero visto que han pasado los meses y no te ha contado nada, he decidido decírtelo yo porque no quiero que vivas engañada.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora