JENNIFER
— Blanca, arriba, vamos — digo levantando la persiana y abriendo la ventana para que escuche el cantar de los pajaritos que hay en el árbol.
— Déjame un poquito más — me dice dándose la vuelta, poniéndose de espaldas a la ventana.
— Venga, que hoy es el último día de clase, a partir de mañana podrás dormir todo lo que quieras — le digo animándola a que se levante.
Enseguida se incorpora y se intenta arreglar el pelo. Me río al verla porque tiene toda la melena alocada, tanto que parece un león.
— No te rías, fuera, vete — dice molesta, lanzándome dos cojines de su cama.
Salgo y cierro la puerta porque sino no se va a levantar. Me dirijo a la cocina, y pienso en lo grande que se nos está haciendo esta casa, aunque prefiero que estemos las dos solas a que esté Roberto con nosotras. Cada vez que tiene un descanso y viene aquí, solamente bebe y bebe, lo que un militar no debería de hacer, además de que alguna que otra vez se ha puesto agresivo, yo incluso diría que tiene celos de Blanca, de su propia hija. Cuando Blanca empezó a tener cinco añitos y veía que estaba siempre con ella, incluso cuando él venía de descanso, notaba que se ponía celoso, pero en ese momento no le di importancia, hasta que fueron pasando los años y lo veía cada vez más, cómo la miraba con desprecio, siendo su hija... Blanca apenas ha mantenido una relación normal con su padre, es más, le evita, solamente le saluda cuando viene y habla lo justo con él. Cuando era más pequeña ella iba ilusionada hacia él, pero según fue creciendo se empezó a dar cuenta de la situación y se distanció. Yo siempre he intentado decirle que su padre era así porque venía de trabajar en unas condiciones desagradables, pero no era tonta, sabía lo que había.
— ¿Qué hay de desayunar? — pregunta ya peinada y maquillada.
Lleva una falda negra y un top blanco, varios mechones se la posan en los hombros y el resto la llega hasta la mitad de la espalda. Qué guapa es mi hija.
— Pues churros que he hecho hace un rato — digo mientras los pongo en papel de aluminio.
Mi madre me los enseñó a hacer, pero ella sigue superándome.
— ¡Genial! ¿También hay para Estela? — pregunta entusiasmada.
— Por supuesto.
Cuando ya estamos listas, nos montamos en el coche y esperamos a que venga Estela para llevarla a ella también porque va al mismo instituto que mi hija.
— Bueno, ¿nerviosa por el último día? — le pregunto.
— Mamá, ya tengo diecisiete años, creo que esa pregunta es innecesaria — pone los ojos en blanco y mira por la ventanilla.
— Avisa a Estela de que salga — doy marcha atrás y aparco enfrente de su casa.
Enseguida sale corriendo de su casa y entra en la parte de atrás del coche. Tiene su melena negra recogida en una cola de caballo, lleva unos pantalones cortos blancos y un top negro. Hoy van bastante guapas para ir a clase.
— ¿Vais a clase o a un desfile de moda? — pregunto curiosa.
Sé que por parte de mi hija no va a salir nada, es más, puedo verla cómo pone los ojos en blanco, pero Estela sí que me responde, es muy charlatana como su madre.
— Es que el último día de clase vamos todos arreglados, luego iremos a tomar algo y por la noche de fiesta para el cierre de clases y la entrada a las vacaciones — comenta contenta tras sus gafas de sol.
— Vaya, tenéis el día completito ¿y a dónde vais? — estoy exprimiendo al máximo a Estela.
— Pues a una casa de uno que es el que hace siempre todas las fiestas, pero tranquila, que no nos pasará nada — dice intentando tranquilizarme tras ver cómo cambia mi cara al escuchar sus planes.
Nunca me ha gustado que mi hija vaya a esas fiestas. Es más, yo fui a una fiesta parecida la primera vez que me enrollé con Roberto y sé lo que se cuece por ahí. Como mi hija tiene diecisiete años, ya es más difícil controlarla porque es más rebelde, pero lo que me tranquiliza es que Estela tiene dos años más que mi hija y puede aconsejarla y cuidarla.
Al llegar al instituto ya no insisto en que Blanca me dé un beso de despedida, se avergüenza, seguro que está con algún chico del instituto y por eso se comporta así. Una vez las dejo, me voy a trabajar.
Cuando llego, aparco el coche y entro en el hospital. Allí me están esperando.
— Tenemos varios pacientes en urgencias — me dice una compañera mientras me preparo.
— Vale, ahora somos suficientes para atenderlos — respondo.
Me dan la lista de los pacientes para irlos llamando y cuando veo el nombre que está en primer lugar no me lo puedo creer.
— Roberto Jiménez — grito mientras le busco entre todos los pacientes hasta que finalmente veo que se levanta.
Dios mío, tiene la cara como si le hubiese pegado alguien, le veo los nudillos y veo que él no es el único que ha recibido. Fija los ojos en mí sorprendido al verme, ¿no pensaba encontrarme aquí o qué? Sabe perfectamente que trabajo en este hospital. Cuando entramos en la consulta finalmente, decido hacerle un interrogatorio.
— ¿No se supone que deberías estar trabajando? — le pregunto bastante borde mientras le examino.
— Lo he dejado — me dice tan campante, por el olor de su aliento puedo saber que ha bebido, como siempre.
— ¿¡Cómo que lo has dejado!? — grito estupefacta al escucharle.
— No quería seguir trabajando en eso, ya está — dice mirándome cabreado.
Enseguida reculo, sé que si se cabrea podemos montar un numerito y no quiero perder mi trabajo.
— ¿Me quieres decir cómo te has hecho esto? — le pregunto mientras le desinfecto los nudillos con cuidado.
— A ti no te tengo que dar explicaciones, tú a tu trabajo — me espeta.
Del cabreo que tengo porque sé que me está ocultando cosas le curo de manera que le duela.
— Joder, ¡me haces daño! — dice retirando la mano —. Vaya enfermera.
Le vuelvo a coger la mano y se lo hago con cuidado, sino seremos el centro de atención en la consulta. Si estuviese sola le gritaba lo que no estaba escrito y le fastidiaba las heridas más aún. Le examino la cara y tiene el labio partido, le subo la camiseta y tiene un hematoma en el pecho. Decido llamar a otra enfermera para que me ayude a curarlo. Cuando ya he terminado, yo tengo que seguir trabajando y dejo que se marche. Se va a enterar esta noche. No me puedo creer que haya dejado el trabajo. Tras los años trabajados y mi nota en las oposiciones al fin he conseguido plaza definitiva y he dejado de ser interina, por lo que ahora tengo un sueldo mayor, pero aun así necesitamos que él trabaje también para acarrear con los gastos. Me va a explotar la cabeza de un momento a otro.
***
**¡¡¡Holaaa!!! Aquí os dejo otro capítulo, espero que os guste y lo disfrutéis. En este capítulo hemos podido ver un poquito a Blanca, la hija de Jenny, es una adolescente de diecisiete años que tiene una mejor amiga, Estela, hija de Ainhoa (la mejor amiga de Jenny).
Por otro lado, Jenny ha contado que Roberto ya no es el que era, tiene celos de su propia hija, bebe en sus descansos y para colmo... acaba de dejar su trabajo y se ha metido en una pelea, la cual le ha dejado heridas por todo su cuerpo y Jenny le ha tenido que asistir.
⚠️ Esto solo es el principio. Además, quiero anunciaros que a partir de aquí veremos el punto de vista de Álex (hijo de Cristian) y Blanca (hija de Jenny) ⚠️ Estaba deseando que llegase este momento.
Dadle mucho amor al capítulo. Gracias por vuestra atención 💙
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Lo que nunca fuimos © (2)
Dla nastolatkówJennifer tiene una elección muy importante en el altar de la iglesia, ¿qué decidirá finalmente? ¿Se casará con Roberto o huirá de la iglesia y correrá a los brazos de Cristian? Su decisión final cambiará absolutamente toda su vida, siendo esta un a...