CAPÍTULO 42

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ÁLEX

Estas semanas me ha costado muchísimo no hablar con Blanca, pero estaba realmente enfadado con ella por el numerito que me formó en la fiesta y necesitaba ver si merecía la pena o no seguir con esto. Y me he podido dar cuenta de que no puedo estar sin Blanca a pesar de todo. Cuando la he visto sola en la barra, pensaba que era mi oportunidad para solucionarlo todo, pero necesito estar con ella a solas, no con tanta gente y tampoco quería molestarla porque sus amigas estaban ahí.

—¿Qué te pasa? — me pregunta Gabriel que acaba de venir de Benidorm hace unas horas y no sabe nada.

— Nada, tonterías — no quiero dar explicaciones de nada.

— Bueno tío, tú sabrás, no voy a insistir más — me responde mientras se enciende un cigarro.

Le quito la cajetilla y le cojo prestado uno, lo necesito ahora mismo. Intento pensar cuándo podré hablar con Blanca, la echo de menos y me niego a estar más tiempo así. Yo estoy jodido y en cambio a ella la veo muy animada con sus amigas, eso me jode, me encanta que esté feliz, pero no sin mí. Me salgo a la puerta a fumarme un cigarro con Gabriel y mi hermano. Le miro asombrado, no sabía que fumaba.

— ¿Desde cuándo fumas? Siento como si no te conociese — le pregunto esperando una respuesta convincente.

— Desde hace poco, pero no suelo hacerlo con frecuencia — me contesta mi hermano y sus ojos vuelven a su móvil, que lo sostiene con la mano derecha y teclea rápidamente.

Seguro que está hablando con la pobre chica a la que le ha puesto una cornamenta.

— ¿Le has contado lo de la chica esa? — le pregunto, no sé para qué me inmuto si me conozco la respuesta.

— ¿¡Estás loco!? Ni de coña, sino la perderé, lo otro fue un error y no volverá a ocurrir — parece que lo dice totalmente convencido.

A mi hermano pequeño le encantan las mujeres y se encapricha y se aburre con facilidad de ellas, no sé por qué se empeña en seguir engañando a esa chica... De repente, escucho abrirse la puerta del bar y alguien se apoya en mí.

— Lo siento — escucho una disculpa acompañada de una risa.

Me giro y observo el brazo que está apoyado en mi espalda, es inconfundible, es el de Blanca. Clavo mis ojos en ella, pero no con una mirada de rabia ni de enfado, sino de deseo, su simple contacto contra mi camiseta ha hecho que un escalofrío recorra todo mi cuerpo. Aprieto la mandíbula al tensarme. Noto que está bajo los efectos del alcohol, juraría que algo más que yo, por sus pupilas dilatadas y por cómo se tambalea. Le agarro del brazo y le ayudo a bajar los escalones.

— Gracias — me sonríe avergonzada y rápidamente vuelve con sus amigas.

—¿Y tú con esta qué? — me pregunta mi hermano señalando a Blanca.

Sabía que tarde o temprano me iba a preguntar. Me puedo dar un canto en los dientes de que en estas semanas no me ha preguntado nada al respecto.

— Pues nada, seguimos estando tensos, pero la verdad es que me siento culpable, seguro que al llegarle lo de Vicky, aunque no pasó nada, y luego que la dejé en visto esa misma noche, quizás haya malinterpretado todo — me muerdo el labio inferior por rabia, tenía que haber sido menos infantil y no haber hecho lo que hice.

Me mira asintiendo con la cabeza y dando una calada a su cigarro.

— Pues entonces lo tienes muy jodido, por cierto, la veo muy feliz sin ti — me dice mi hermano sabiendo que eso me da mucha rabia.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora