CAPÍTULO 2

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CRISTIAN

Unos meses más tarde...

— Cariño, despierta — escucho una voz —. Por favor despierta, sé que estás cansado, pero es urgente, ya viene.

En cuanto escucho las últimas palabras, abro los ojos como platos y puedo ver a mi novia asustada. Veo cómo Celia está con las piernas abiertas y veo que la cama está mojada bajo ella, ha roto aguas. Joder, se supone que vendría la semana que viene. Me pongo rápidamente la camiseta que había tirado al suelo y me pongo las deportivas, saco un vestido del armario para que se lo ponga y le ayudo a moverse hasta el coche. Escucho que se queja, eso seguramente serán las contracciones esas que tienen las mujeres cuando van a parir. 

Arranco el coche y salgo rápidamente del garaje. Por suerte es de madrugada y no habrá muchos coches, me salto todos los semáforos que hay en rojo sin prestar atención a si hay radares, pero lo importante ahora es mi hijo, todo lo demás me importa una mierda. Puedo notar la cara desencajada de Celia por los dolores, antes de sentarse la he puesto varias toallas para que no esté empapada en todo el camino.

En cuestión de minutos ya estamos en el hospital, dejo el coche en doble fila y enseguida pido ayuda en urgencias, traen rápidamente una silla de ruedas y se la llevan. Aparco rápidamente en una plaza del aparcamiento del hospital y entro corriendo, preguntando por mi novia. Está en una sala, entro y me ponen un gorro, una bata y algo en los pies, todo verde, de hospital. Puedo ver que Celia está nerviosa y asustada. Me acerco a ella, le cojo la mano y me la aprieta fuertemente.

— Todo va a salir bien — le digo para tranquilizarla, retirando un mechón que tenía en la cara.

Me mira a los ojos y veo que le he tranquilizado algo. Veo que le ponen algo en la tripa para ver no sé el qué. Yo también estoy nervioso, es mi primer hijo y no sé para qué sirve cada cosa que hay en esta sala.

— Está de parto — informa un médico.

Veo que la llevan al paritorio, yo no suelto la mano de Celia, me necesita más que nunca. Desde que se quedó embarazada tenía ilusión por tener al niño, y eso que fue totalmente desprevenido por un descuido que tuvimos, pero a la vez ella estaba muerta de miedo porque este día llegase y aquí estamos.

— ¿Quiere que la pongamos la epidural? — le preguntan.

— No, creo que podré aguantar — responde mi novia con determinación.

— De acuerdo, si se niega ahora ya luego no será posible — advierte el médico —. Pero tú tranquila, sigue nuestras indicaciones y todo saldrá bien.

Le aprieto más fuerte la mano para que sepa que estoy aquí, apoyándola, y le beso en la frente empapada de sudor, veo que se tranquiliza algo. Espero que no pasen muchas horas porque sino lo va a pasar mal, la conozco.

***

Después de unas seis horas, Celia está empapada en sudor deseando que salga ya el bebé, yo no sé qué hacer más para tranquilizarla o para que le duela menos. Me hace daño verla así, está realmente cansada, y mi mano puedo verla pálida al no poder circular bien la sangre por cómo me la aprieta.

— Vale, está a punto de salir — informa la comadrona —. Ahora tienes que usar todas tus fuerzas, yo te ayudaré.

Cuando la comadrona dice que empuje, le intento animar para que lo haga y ella lo intenta con todas sus fuerzas. Tras unos largos minutos parece que va avanzando por lo que nos va informando la comadrona. Sigue empujando y sigue empujando, de verla estoy sudando hasta yo. Demasiado bien nos está saliendo todo para ser madre primeriza nos han dicho, hay mujeres que han llegado a estar más de doce horas así.

Finalmente me dirijo hacia donde está la comadrona y puedo ver que está saliendo. Vuelvo de nuevo a donde está mi mujer para el último sprint y ella empuja con más fuerza, le estoy diciendo que ya está aquí, que queda poco, que dentro de nada lo tendremos en nuestros brazos y todo esto habrá pasado ya.

No me puedo creer que todo esto haya terminado hasta que veo que la comadrona tiene a nuestro hijo en sus manos. Me acerco a allí y me ofrece que, si quiero cortar el cordón, ¡de mi hijo! Estoy emocionado, aún no me creo que esta cosita que tengo ante mis ojos lo hayamos creado mi novia y yo. Cojo el instrumento que me da y corto el cordón umbilical. Le muestra el bebé a Celia y puedo ver cómo se pone a llorar de alegría. 

Se lo colocan en su pecho y veo cómo sus ojos brillan junto con algunas lágrimas que le caen por las mejillas debido a la gran felicidad que siente ahora mismo al tener a nuestro hijo en sus brazos. Enseguida lo cogen y se lo llevan para limpiarle, pesarle y ponerle guapo. Mientras tanto mi novia no le quita los ojos de encima, me acerco ella y la doy un fuerte beso en la frente.

— Ahora vamos a coserte, ¿vale? — solo con escuchar esas palabras, me duele hasta a mí.

Pero Celia al haber pasado por el parto casi ni la duele cuando le están cosiendo.

— Por las lágrimas y por la rapidez con la que se le han llevado no he podido verle con claridad, pero se le ve precioso — me dice Celia entre lágrimas.

— Yo le he visto y te aseguro que es el bebé más guapo que hayas podido ver — le digo mientras le retiro las lágrimas de sus mejillas.

Rápidamente a Celia le dan el bebé vestido y envuelto como en una especie de sábana, le han puesto un gorrito azul y está para comérselo. Es grande, mide unos cincuenta y cuatro centímetros y pesa cuatro kilos. Celia me le da y le cojo, es tan poquita cosa que me da miedo por si se me cae. No sé si es porque es mi hijo, pero le veo precioso, no como la mayoría de las personas que dicen que todos los bebés son feos, pues el que tengo entre mis brazos será el único bonito que hay.

— Ha sacado tu mirada, ¿lo has visto? Pero claro, con mi color de ojos — me dice Celia con una amplia sonrisa.

Le miro y sí que parece mi mirada, además de tener los ojos azules de mi chica que son como el mar. Aún no me lo creo, estoy ahora mismo en un sueño.

— ¿Al final como le llamamos? — me pregunta.

La verdad es que estuvimos discutiendo por el nombre del niño, pero al final no llegamos a un acuerdo. Ella le quería llamar Benjamín, como su padre, pero a mí no me gustaba nada, el que siempre había tenido en mente era Alejandro, no sé por qué, también Ismael, pero me decantaba por el primero.

— Yo creo que Alejandro, ¿no? — le digo a ver si hay suerte de que ceda.

— Está bien, me has convencido — asiente mirándome.

Puedo notar que está algo cansada por el parto y la dejo descansar.

***

**¡¡¡Holaaa!!! Cómo habéis podido ver... este capítulo está escrito desde la perspectiva de Cristian. Quiero anunciaros de que los primeros capítulos estarán escritos desde la perspectiva de Jenny y de Cristian para que veáis la vida de cada uno. Pero el resto de la novela se basará en otras personas que tienen relación con Jenny y Cristian... si habéis leído la sinopsis, ahí tenéis una pista 😉

Parece que Cristian y su novia están felices por haber traído a su hijo al mundo, Alejandro. Alejandro va a tener un papel muy importante en esta novela, que poco a poco iréis viendo.

Espero que os haya gustado este capítulo y recordad, dadle mucho amor. Gracias por vuestra atención y apoyo 💙

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora