CAPÍTULO 35

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BLANCA

Me limpio el sudor de la cara con una de las toallas que tengo colgadas sobre la máquina y comienzo a estirar.

— Madre mía, una hora corriendo, fíjate la cantidad de calorías que he quemado — me dice sorprendida señalando la pequeña pantalla en la que se muestran las calorías perdidas.

— Ya hemos adelgazado todo lo que hemos engordado en la comida — río contoneándome y pasando mis manos por mi cuerpo.

Decidimos darnos una ducha fresquita para quedarnos completamente nuevas y nos tumbamos en el sofá, poniéndonos una película para distraernos. Mi móvil vibra varias veces, pero ni siquiera lo miro, no me interesa nada ni nadie.

— Tía, dicen estos que vayamos al bar, pero me da una pereza... — me informa Estela mientras teclea algo en su móvil.

— Cuando terminemos de ver la película, que aquí se está muy bien — me acomodo en el sofá y subo el aire acondicionado.

Tras una hora y media, nos disponemos a levantarnos e ir al bar, a ver qué se cuece por allí. Al llegar, vemos unas cuantas mesas juntas a lo lejos, las cuales nos suponemos que están ocupadas por nuestros amigos. Cuando ya estamos allí, cogemos dos sillas y nos incorporamos al grupo. Cruzo mi mirada con la de Álex y me siento impasible en la silla. No quiero ni verle. Me pongo las gafas de sol, las cuales son efecto espejo para que no me vea que le estoy mirando, quiero ver cómo reacciona conmigo, ver si realmente ya no le intereso, quizás le interese más Lara o María.

— Bueno, Blanca, ¿esta noche sí que te apuntas a salir de fiesta? — me pregunta María, seguro que querrá meter otra pullita de las suyas.

— Pues la verdad es que sí, no me pienso quedar ni un día más en casa — respondo con chulería dando un trago de mi Coca-Cola bien fresquita.

— Vaya, ¿y ese cambio? — me pregunta, consiguiendo atragantarme porque sé por dónde van los tiros.

La verdadera causa de este cambio, de querer salir de fiesta, es Álex. Le daré de su propia medicina, le dejaré muy claro con quién está jugando. Jamás consentiré que nadie me venda la moto de que piensa en mí, y que luego se enrolle con una tía regresando a mi cama después de ello.

— Pues porque la vida son dos días, ¿no? — es lo que se me ocurre contestar.

Observo a Álex, el cual no para de mirarme seriamente de vez en cuando, no sabría descifrar lo que pasa por su cabeza, también le noto algo nervioso, no para de morderse el labio inferior y mirar fijamente a su jarra de cerveza.

— Claro que sí, va a ser la noche de nuestra vida — me guiña un ojo María sin esperarlo —. Por cierto, Ángel, ¿quién era esa chica?

Ángel se revuelve en su sitio y carraspea, evitando la mirada y bebiendo un largo trago de su bebida.

— Te ha hecho una pregunta, ¿no la has oído? — insiste Miriam.

No pueden ser más cotillas, no paran de entrometerse en la vida de los demás.

— Sí, la he oído, era una chica sin más, punto — contesta, parece afectado, pero no sé por qué lo está, si el que ha puesto los cuernos ha sido él, no su novia.

Inmediatamente Ángel se levanta y se dirige al interior del bar. Decido ir tras él para ver cómo está, le veo mal y es mi amigo. Corro rápidamente para alcanzarle y le agarro del brazo.

— Ángel, ¿te ocurre algo? — le pregunto.

Se gira rápidamente hacia mí, dejándome a la vista sus ojos rojos a punto de llorar. Se suelta de mi agarre y ahora es él quién me coge del brazo y tira de mí hasta los baños. Mira a ambos lados asegurándose de que no hay nadie a nuestro alrededor.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora