CAPÍTULO 15

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BLANCA

Me molestan mucho los rayos de sol que atraviesan el gran ventanal, quiero seguir durmiendo, estoy agotada por la noche que he pasado, puedo notar todavía hasta el sabor del Larios en mi boca. Me levanto y me acerco a la ventana y bajo la persiana, necesito descansar más. Quiero ver la hora, pero no sé dónde he puesto el teléfono, ¿regresé con el móvil a casa? Sí, porque estuve hablando con Estela y Álex, ¡mierda Álex!, me quedé dormida. Rápidamente quito las sábanas de mi cama, pero ni rastro de el móvil, hasta que piso algo y es mi móvil, lo cojo y puedo ver una luz blanca parpadeante avisándome de que tengo notificaciones.

Desbloqueo el móvil y veo que un mensaje es de Estela, preguntándome si estoy viva y, otro de Álex, el mensaje que estoy leyendo sí que no me lo esperaba. Quiere volver a quedar conmigo, claro, porque se habrá quedado sin su ligue de anoche y ahora queda la tonta de turno. Pues no, le voy a poner las cosas difíciles, porque si ve que estoy disponible para cuando él quiera, volverá a repetir lo de ayer y no me da la gana. No quiero pedir consejo a Estela porque me la conozco e intentará convencerme para que me olvide de él y no puedo, no es tan sencillo.

Respondo primero a Estela, cuando le voy a escribir me doy cuenta de que son las dos de la tarde, mierda, mi padre estará que echa humo. No quiero más problemas con él, así que antes de responder a los mensajes me visto con unos pantalones cortos azules y una camiseta de tirantes blanca, y salgo de la habitación, aunque mi cuerpo no quiera.

Mientras bajo las escaleras respondo a Estela:

«Sí, estoy viva por suerte, ¿tú cómo has amanecido?»

Ahora me meto en el chat de Álex, le respondo a su proposición:

«No creo, estoy reventada, hoy no me apetece hacer nada».

Espero que mi excusa le sirva, en verdad sí que estoy reventada, que me gustaría quedar con Álex, también, pero antes va mi orgullo que otra cosa.

Al irme acercando a la cocina, escucho unos gritos, la puerta está entreabierta y sé que en cuanto entre cesarán, así que me quedo detrás de la puerta escuchando.

— No me puedo creer que lo hayas empeñado, ¡eres un cabrón! — grita mi madre entre lágrimas.

— ¡Eso no te lo regalé yo, así que no quiero nada de eso en mi casa! — oigo cómo algo se hace añicos.

— ¡Ahora mismo estás yendo al sitio a por el anillo! ¡¡O pido el divorcio ya!! — nunca había escuchado a mi madre gritar tanto y estar tan dolida.

¿Qué anillo? Estoy algo perdida, no entiendo nada. Mi madre siempre lleva puesto un anillo en su dedo anular de la mano izquierda, solamente se le quita para ducharse o para fregar por miedo a que se vaya por el desagüe. Siempre le ha tenido especial cariño, pensé que se lo regaló mi padre en algún aniversario, pero ahora me doy cuenta de que no es así.

— ¡¡Pide el divorcio a ver si tienes huevos!! — grita mi padre.

Mi padre se está poniendo aún más agresivo y lo que quiero es frenar esto. Abro la puerta hasta que choca contra una silla que hay colocada detrás de ella, la cual no impide que entre, y se hace el silencio.

— ¿Qué está pasando aquí? — pregunto con miedo.

— ¡¡Tu madre es una puta, eso es lo que pasa, siempre lo ha sido!! — exclama señalándola con el dedo índice.

Mi madre había dejado de llorar durante unos segundos, pero de repente vuelven a caer lágrimas por su rostro y yo no puedo verla así.

— Papá, estoy harta de tu comportamiento, como a mamá no la devuelvas ese anillo, te denuncio por el maltrato que nos estás haciendo, eres un agresivo y nos estás haciendo la vida imposible, tal vez cuando era pequeña no entendía nada, pero ahora sí — le amenazo.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora