CAPÍTULO 16

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ÁLEX

La dejo en la puerta de su casa y me marcho a la mía, no entiendo lo que ha hecho y menos aún su padre, creo que hay algo que oculta, pero es normal que no me lo quiera contar, tampoco es que tengamos tanta confianza. Siempre hemos estado en el mismo grupo, pero casi nunca hemos hablado, a no ser que fuese para meterme con ella, hasta ahora.

Lo que me ha dejado totalmente anonadado ha sido que su padre la pegara, mis padres a mí jamás me han puesto la mano encima y eso que hubo una época en la que era bastante rebelde. Pero la ha pegado una hostia de tal calibre que ha hecho que la rabia recorra mi cuerpo, sobre todo cuando pienso en su padre y eso que solamente le he visto algún día al año, creo que era militar, por eso casi nunca estaba con su mujer y con Blanca.

Lo bueno es que he conseguido lo que quería, pensaba que no iba a poder quedar con ella por lo que me había dicho por mensaje, pero al final me he salido con la mía como siempre, aunque haya sido con un chantaje, sé que lo desea, que me desea, lo noté ayer cuando estuve con ella.

Al llegar a casa me encuentro a mis padres en el salón, esta mañana ni he comido, me he levantado muy tarde y no me han visto desde ayer porque no he coincidido con ellos.

— ¿¡Qué te ha pasado!? — pregunta mi madre escandalizada al verme el rostro.

La verdad es que mis heridas tienen peor pinta que ayer, o también puede ser que al ir borracho yo no me las viera como eran de verdad.

— Nada, fue una pelea, estoy bien — tranquilizo a mi madre.

Enseguida se alarma por todo, por eso cuanto menos me cruzo con mis padres, mucho mejor.

— Álex, qué te he dicho acerca de las peleas, ibas por buen camino — me reprende mi padre mientras no aparta su vista del periódico.

Una vez me pelee con tres chavales y la verdad es que me dejaron fatal, ahí sí que mi madre se puso totalmente histérica, casi le da algo. Era un ajuste de cuentas, en aquella época yo fumaba hierba y me junté con personas con las que no debería haberlo hecho, no me pasaron ni una y así ocurrió, pero esta vez ha sido diferente, fue una simple pelea en una fiesta, nada más.

— Tranquilo, fue ayer en la fiesta, que uno se puso tonto — respondo mientras voy subiendo las escaleras para llegar a mi habitación.

Me miro en el espejo que tengo en mi habitación y analizo mi atuendo a ver si es el adecuado para quedar con Blanca, quiero que no se resista a mí, aunque con un simple bañador ayer la tuve en mis brazos. Llevo unos pantalones cortos de chándal que me llegan por la rodilla y una camiseta de manga corta negra. Me paso la mano por el pelo para revolvérmelo porque me queda mejor y me paso los dedos por mis heridas. Normalmente cuando estoy herido suelo ligar más, no sé por qué, así que espero que me vea igual de atractivo como lo hacen otras. Quiero que esta tarde cuando quedemos con nuestros amigos, Blanca me desee. Estoy deseando estar de nuevo entre sus piernas y saborear esos dulces labios que saben a fresa por el cacao que se suele echar.

— Tío, ¿voy a buscarte? Saco yo el coche — me dice Rubén por teléfono.

— No, voy yo a por ti — me ofrezco porque quiero llevar yo el coche por si luego me voy con Blanca por ahí.

— De acuerdo tío, no tardes.

Me monto en mi Audi y me dirijo a casa de Rubén. Paso por el parque en el que hemos quedado y allí está Blanca sentada en uno de los bancos, les pito y voy rápido hacia casa de Rubén. Cuando le recojo omito que anoche estuve con Blanca, aunque seguro que algo sabe. Al llegar a nuestro lugar en el que pasamos todas las resacas, tardes y noches, aparco, y Rubén y yo nos dirigimos al parque, quedándome enfrente de Blanca. Me encanta lo nerviosa que se pone al verme, me mira y en cuanto la miro yo, desvía sus ojazos azul celeste a otro lado, revolviéndose en su sitio.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora