CAPÍTULO 4

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CRISTIAN

Unos años más tarde...

— Alex, Alex — zarandeo a mi hijo para despertarle, pero lo que hace es darse la vuelta al otro lado.

La habitación está a oscuras, por lo que decido subir la persiana al máximo para que se despierte.

— ¡Joder qué coño haces! — grita molesto metiendo la cabeza debajo de la almohada.

— Hoy tenías examen de recuperación en la universidad —  le recuerdo.

— ¡Mierda! — se levanta de un salto y se dirige al cuarto de baño.

Ya he hecho mi labor como padre y bajo las escaleras para encontrarme con mi mujer. Hoy la veo más nerviosa, va a trabajar en otro lugar de camarera y no sabe si le van a tratar igual de bien que en el anterior restaurante, hay algunos que están en condiciones infrahumanas y eso a la hora de trabajar no ayuda nada.

— Vamos, cariño, seguro que todo saldrá bien — le digo dándole un enorme beso en los labios, sé que cuando estoy cerca de ella se tranquiliza.

— Eso espero — responde nerviosa mirando su reloj —. Me tengo que ir ya si no quiero llegar tarde.

Le doy un último beso y ahora me pongo yo a desayunar con el periódico entre mis manos. De repente veo que baja corriendo Alex por las escaleras y entra en la cocina, se dirige a uno de los cajones, coge un par de magdalenas y se marcha.

— Te he dicho mil veces que te pongas la alarma — este chico me pone nervioso.

Se supone que las personas a medida que van creciendo, van madurando, pues mi hijo parece que es al revés, cuando era adolescente sacaba unas buenísimas notas y no se iba tanto a la calle, salía por la tarde lo justo con sus amigos, además de ser cariñoso con nosotros. En bachillerato ya es cuando se volvió más rebelde, recuerdo que muchas veces se metía en líos bastante gordos en el instituto. Suerte que me saqué hace unos años el título de derecho y soy un buen abogado, no como estos de prestigio que ganan millones, pero me va bastante bien, soy algo famoso y tengo un poco de poder, sino mi hijo ahora mismo podría estar casi en la cárcel. Ha cambiado mucho, anoche llegó tarde a casa, así pasa... que hoy no podía levantarse, no sé qué hará tanto tiempo con sus amigos y no me gusta nada, siento que le estoy perdiendo poco a poco.

— La tenía puesta, me piro — dice con un trozo de magdalena en la boca.

Ahora ya me he quedado solo en casa, todavía me queda un rato para ponerme a trabajar, por lo que echo un vistazo al periódico.

De repente veo en una noticia a uno de mis trabajadores.

«Luis Rodríguez, becario del abogado Cristian Castro, ha sido visto entrando en el escenario del crimen de la mujer asesinada supuestamente por su marido. ¿Distorsión de las pruebas para salirse con la suya?»

Decido dejar de leer y tiro el periódico a la mesa. Joder, ¿qué narices hacía este en el lugar en el que sucedió todo? Tenemos las de perder al haber ido, ahora pensarán que hemos distorsionado la realidad para que nuestro cliente sea inocente, no había pruebas de que su marido la hubiese matado y ahora todo se puede ir al garete. Juro que le mato. Salgo corriendo de casa, me monto en el coche y me dirijo al bufete de abogados. Tengo que intentar solucionar esto como sea.

Al llegar me encuentro a Luis tan campante, ¿no ha leído el periódico o qué?

— Eres tonto, ven a mi despacho — le digo totalmente enfadado.

Habíamos conseguido prestigio y ahora por este imbécil vamos a perder nuestra reputación. Me siento en mi silla negra de cuero y él se sienta enfrente de mí, le tiro el periódico para que lo vea.

Lo que nunca fuimos © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora